Cuando se juntan en la misma mano varios ases, las probabilidades de terminar llevándote el bote son muy altas. "Viudas" nacía como un proyecto en apariencia anodino, con un vestido mil veces visto en Hollywood, y con una intencionalidad desvergonzada por acariciar las preciadas estatuillas. Sin embargo, tras las cámaras no estaba un director pragmático, estaba quien hace ya cinco años deslumbró al mundo con una crueldad inimaginable. Steve McQueen había esperado mucho desde aquella impecable "12 años de esclavitud", y con un hambre voraz ahora elegía el mejor plato posible, de la mejor cocinera posible.
A estas alturas es complicado no estar completamente enganchado a la narrativa, el estilo, y la fuerza de las historias de Gillian Flynn. La responsable de "Gone Girl", y más recientemente "Heridas abiertas", se ha abierto paso en la industria con carisma y un drama persistente pero elegante. En esta ocasión su creatividad se veía restringida a una propuesta que ya había sido contada hace dos décadas sin pena ni gloria. Sí, "Viudas" nace de la serie británica del mismo nombre emitida entre 1983 y 1985, y de una segunda adaptación americana de 2002, pero Flynn vuelve a hacer malabarismos para crear un pastiche de grises y negros en el que da gusto sumergirse hasta los hombros.
Cuatro mujeres, con vidas paralelas, terminan compartiendo el mismo destino. Ajenas –o no tanto- a los negocios delictivos de sus maridos, Verónica (Viola Davis), Linda (Michelle Rodríguez), Alice (Elizabeth Debicki), y Amanda (Carrie Coon) se quedan viudas tras una operación fallida de sus hombres. Esperanzadas con poder salir adelante gracias a unas nuevas vidas, pronto el pasado las termina acechando para que resuelvan todo aquello que sus parejas dejaron sin resolver. Con el agua al cuello, y un poder evidente heredado de manera indirecta, las cuatro mujeres se convertirán en las sombras criminales de lo que fueron sus maridos.
"Disonancia". Esa palabra se pasea por la pantalla durante el primer cuarto de metraje. Es fácil entrar en el juego que propone McQueen, y los trucos que utiliza para construir su premisa son viejos pero efectivos. Sin embargo algo no termina de encajar. ¿Cómo de factible es que cuatro mujeres, sin ningún tipo de experiencia lleven a cabo un gran golpe criminal? "Viudas" se toma tan en serio a sí misma como le es posible, y poco a poco va disolviendo en drama una pastilla que en primeras instancias deja demasiado amargor. El realismo es un componente base para la propuesta del director. Los diálogos, las persecuciones, los silencios, todos y cada uno de los segundos van añadiendo pesos a la carga, mientras uno se va hundiendo en la desgracia de las protagonistas.
Escuchar la palabra "atraco" en una sinopsis lleva a pensar directamente en acción, muertes, y secuencias muy breves. La intención de McQueen sin embargo es completamente distinta. Aquí la violencia está medida al milímetro, y más que funcionar como protagonista del show, sirve de muletilla para la crueldad de la historia. El ritmo es lento, las sutramas son abundantes, y el montaje no invita a agarrarse con tensión a la butaca, pero el embudo que forma la combinación de las actuaciones, con el mensaje del guion, te van empujando hacia la desazón con una delicadeza asombrosa.
Como viene siendo habitual en las películas del director, todo está engrasado a la perfección, y resulta complicado sacarle algún pero al conjunto. Ahora bien, ciertas situaciones, y algunos desenlaces no terminan de funcionar tan bien como cabría esperar. Existe una disparidad clara entre las interpretaciones de Davis y Michelle, y la de Coon. Algo que no supondría ningún problema si estuviéramos ante una historia coral.
Sin embargo, aunque "Viudas" se vende como una "Oceans Eleven" oscura, la realidad es que no tarda en revelarse como un dominó de fichas que van empujándose unas a las otras. Los sucesos aparentemente desconectados de cada una de las protagonistas, contribuyen progresivamente al espectáculo final de la película. Ahora bien, lo importante no es la meta, sino el camino plagado de bifurcaciones que nos propone.
McQueen nos fuerza una y otra vez a juzgar moralmente lo que estamos viendo. Pone reiteradamente a las protagonistas frente a situaciones límite para obligarlas a decidir. ¿Está bien robar para poder comer? ¿Deberían llorar sus pérdidas o vivir liberadas? Este tipo de cuestiones son habituales a lo largo de la película, y las respuestas que obtenemos a ellas son casi siempre desagradables. Mientras todo invita a justificarlas -no son malas, es que no tienen otra opción-, pronto va quedando claro que no existe ni el bien ni el mal. Puede que Daniel Kaluuya se marque uno de los papeles del año como sicario de turno, y que Liam Neeson siga demostrando ser un genio de rostro parsimonioso, y actos violentos, pero detrás de cada personaje, y de cada situación, hay un trasfondo invita a quedarse en ese gris moral.
Ni es drama ni es thriller. Esta película encuentra un punto intermedio que genera una insatisfacción pretendida. La misma que Davis y el resto de mujeres padecen en sus propias carnes. Si hay algo especialmente que agradecer a McQueen, es el hecho de dibujar a unos personajes femeninos fuertes, que no atienden a correcciones ni clichés, y que gracias a la mano de Flynn, respiran realismo por sus cuatro costados. No son valientes ni aguerridas porque el guion lo demande, lo son porque aunque la vida las golpea una y otra vez, se van levantando cada vez más fuertes. Los diálogos, perfilados hasta cortar, y los silencios sostenidos, crean un vals de dramatismo en el que las protagonistas luchan hasta el último aliento.
A este delicado caramelo Fox le pone un envoltorio de lujo. Consciente del potencial que tiene ante la Academia, el estudio viste a la producción de una fotografía apagada, unos efectos especiales discretos, y una banda sonora casi pasajera. Los elementos que convierten a cualquier película en candidata para los Oscars están ahí, y en este caso además acompaña un contenido elegante que juega con el espectador y lo lleva hacia donde quiere en cada momento. Sin flaqueza, y tras una carrera ascendente, McQueen vuelve a superarse por cuarta vez, demostrando que por mucho que cambie su registro, siempre sabe imponer su vocación en cada propuesta.
No es una película de superhéroes, ni tiene grandes artimañas visuales, pero lo que propone lo hace de manera soberbia. Hollywood necesita más películas como estas, más historias que saquen a relucir lo mejor del cine, y que demuestren que el drama thriller puede sorprender incluso valiéndose de tropos y soluciones gastadas. Porque lo importante no es el qué, sino el cómo, y ahí este film arremete con solvencia. A pocas semanas para que termine el año, sí, ya se puede decir que "Viudas" es una de las mejores cintas de todo el 2018.
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