''Inspirado en sucesos y personajes históricos. Esta obra de ficción ha sido diseñada, desarrollada y producida por un equipo multicultural de diferentes creencias religiosas''. Este es el enunciado que recibe la misión de acoger nuestra llegada a Assassin's Creed III Remastered, como ya es costumbre en la saga. Y, si bien su contenido puede pasar desapercibido ante nuestros ojos (quizás porque nos hemos acostumbrado a verlo y cada vez causa menos impacto), creo que refleja de una forma clara y concisa la filosofía que existe detrás de la franquicia: elaborar proyectos mastodónticos en los que se plasmen diferentes perspectivas a la hora de tratar aquellos temas que subyacen en una época histórica concreta.
También lo veo como un intento por parte de la propia Ubisoft de darle algo de visibilidad, por pequeña que sea, a su intención de que la serie sea flexible en lo que propone. Una adaptación a los nuevos tiempos que culminó con el lanzamiento de Assassin's Creed Origins tras largos años de polémicas y críticas hacia una saga cuya evolución parecía haberse quedado congelada en el tiempo. Sin embargo, es bien sabido que, para poder llegar al final del camino, hay que dar varios pasos previos. Unos pasos que, a menudo, ni siquiera son valorados con el entusiasmo suficiente pero, sin los cuales, Assassin's Creed no sería lo que es ahora.
Cada saga tiene un mártir; una entrega que se sacrifica quedándose a la sombra a costa de que sus hermanas recién llegadas se lleven los aplausos y las palmaditas en la espalda. Y es que Assassin's Creed III es, tal vez, recordada como una de las entregas más irregulares de la franquicia. No obstante, su existencia es crucial para que la propiedad intelectual de Ubisoft sea lo que es ahora. Precisamente, porque aportó nuevas ideas que ya forman parte del ADN de la serie. Algo que he podido notar con más nitidez gracias a la remasterización de la que hablaremos aquí. Una revisión que sirve, entre otras cosas, para recordar que, aunque Assassin's Creed III no sea la entrega más reconocida, eso no quita que su legado siga vivo en las más recientes.
Una de las sensaciones generales que con más fuerza se ha instalado en mi cuerpo al jugar a Assassin's Creed III Remastered es una incómoda interferencia entre las innovaciones que plantea y las mecánicas que la saga arrastraba desde sus inicios y que comenzaban a sentirse algo envejecidas. Una de estas, específicamente, es el sistema de combate, una de las características más criticadas de la serie y, por ello, uno de los cambios más cruciales que ha experimentado en los últimos juegos de la franquicia.
Los enfrentamientos en Assassin's Creed III Remastered se ejecutarán mediante un sistema por el cual podremos defendernos, realizar ataques a un enemigo fijado, y llevar a cabo contraataques. Un conjunto de elementos que se siente realmente bien cuando vamos acabando con los enemigos de manera fluida pero que empieza a perder interés por su repetitividad. Sobre todo cuando empezamos a darnos cuenta de que la profundidad que podría alcanzar queda relegada a un sistema de reflejos: ante este símbolo sobre este enemigo, tienes que reaccionar pulsando este botón. Algo que resta inmersión, además, por la premisa ya conocida de que cada uno de nuestros rivales esperará amablemente su turno para ser despachado. Una situación que, quizás, se presente como un sacrificio de cara a mantener la espectacular soltura con la que podremos ir acabando con ellos pero, al fin y al cabo, una fluidez que se siente impuesta y apenas demanda habilidad por parte del jugador.
Hablando del control, uno de los ejes centrales del mismo tiene que ver con que nuestro personaje realizará los movimientos de parkour de manera automática si mantenemos apretado el gatillo derecho. De tal manera que el proceso de escalar fachadas y saltar por tejados se automatiza para que el jugador experimente estas acciones de manera tan intuitiva como le resulta al protagonista dado su entrenamiento. Sin embargo, es un comando que, al estar situado en el mismo botón que también se utiliza para correr, genera una serie de situaciones puntuales que rompen con la filosofía ''Be water, my friend''. Como, por ejemplo, aquellas en las que nuestro protagonista se encarama a una valla lateral de forma innecesaria mientras persigue a un objetivo a toda velocidad.
Y es que esas pequeñas asperezas que empañaban en cierta medida las virtudes reales de esta entrega no solo se limitaban a sus mecánicas sino al contenido secundario que se muestra en el juego. Bajo la no siempre acertada filosofía de ''más es mejor'', Assassin's Creed III Remastered propone un contenido secundario protagonizado por misiones y encargos menores que no suponen una gran aportación al conjunto del juego. Y, lejos de referirme a que este contenido como algo puramente negativo, mi intención es transmitir la oportunidad desaprovechada que surgiría si, en lugar de emplear grandes esfuerzos en plagar el mapa de tareas poco inspiradas, se hubiera enfocado más en crear una menor cantidad de contenido que sí tuviera un peso real en la aventura.
Tal y como decíamos unas líneas más arriba, Assassin's Creed III introdujo elementos tan imprescindibles para el esqueleto actual de la saga que hasta la siguiente entrega basó gran parte de su jugabilidad en un elemento que este presentó con soltura: las batallas navales. Una mecánica en la que debemos hacer frente al viento y a las olas al mismo tiempo que posicionamos nuestro barco para tratar de hundir el resto. Algo que fue concebido con tal acierto y puntería desde el inicio que Ubisoft dedicará un título basado única y exclusivamente en este elemento: Skull & Bones.
Pese a ello, las aportaciones de esta entrega no se limitarían a estos enfrentamientos marítimos dado que introdujo elementos que se han integrado tan bien en la saga que a veces erramos al pensar que han estado ahí desde el origen de la misma. Elementos tales como la posibilidad de hacer parkour en la naturaleza: trepar por arboles, rocas y movernos con soltura por ambientes rurales. Y, si bien es cierto que, en anteriores juegos de la saga, ya existían zonas similares entre ciudades, es en esta tercera entrega numerada donde dejan de ser un lugar de paso para cobrar la misma importancia que las propias urbes. Algo que se logra no solo gracias a esta nueva forma de desplazarnos por estos parajes sino gracias a la implementación de un sistema de caza que les añade una nueva capa de interés.
La caza en Assassin's Creed III Remastered se muestra más profunda y creíble. Aquí, no se limita a acertar con una flecha al primer animal que se nos pase por delante sino que atrapar una presa requerirá algo más de ingenio y estrategia. Para ello, el juego pone a nuestra disposición una serie de herramientas que nos permiten ser más inteligentes que el animal que queremos atrapar como, por ejemplo, trampas y cebos o, sin ir más lejos, la posibilidad de asaltarlos desde las alturas sin que se percaten de nuestra presencia. Todo ello para lograr que esos espacios silvestres estén llenos de vida y tengan un verdadero atractivo, aumentando las cotas de ambición de la saga por crear mundos más creíbles.
Hay algo en la franquicia de Ubisoft que logra opacar esas pequeñas asperezas de las que hablábamos y las relevan a un segundo plano. Una especie de magia que tiene que ver con esa sensación de que verdaderamente estamos ahí, caminando por sus bosques y sus abarrotadas ciudades. Assassin's Creed III Remastered nos transporta a la segunda mitad del siglo XVIII. Concretamente, al germen de la revolución de independencia de las colonias americanas en el que tendremos que impedir una nueva trama de los templarios. Y es que la compañía gala no hizo una excepción con esta entrega y supo ofrecer unos escenarios que miman cada elemento definitorio de la época al detalle. Sus personajes, sus eventos y el diseño de niveles confabulan para que olvides el mundo real y sientas la brisa veraniega en la cara al atravesar un bosque plagado de vegetación, o que sientas el frío en los pies al cruzar las concurridas calles nevadas de una Nueva York colonial.
Y, como es costumbre en la saga, Ubisoft aprovecha para tratar de reflexionar sobre ciertos temas asociados a la época que intenta representar, siendo en este caso el pacifismo: la idea principal que sobrevuela tácitamente la trama. Sin embargo, las reflexiones que realiza el título sobre la guerra se quedan a medio camino. Algo que se refleja en una historia que plantea conflictos humanos para luego no ahondar demasiado en ellos, lo cual, probablemente, se deba al hecho de que el desarrollo del protagonista de la aventura, Connor, no alcance toda la profundidad que el personaje podría guardar en su interior. Aun así, no puedo dejar de pensar en que esta sensación no sea culpa directa de este, sino que su superficialidad surja de una comparación inevitable con otras figuras de la saga altamente carismáticas. Es decir, no sé si los sentimientos encontrados que me surgen con respecto a la figura de Connor nacen de él o de que vive a la sombra de uno de los personajes más destacados de la serie: Ezio Auditore.
Más allá de esto, la historia de nuestro personaje suele atrapar en muchos de sus momentos. Después de un inicio de la aventura algo lento, la sucesión de misiones principales va presentando eventos que resultan estimulantes a nivel argumental y que nos permiten ser partícipes de actos vandálicos históricos como, por ejemplo, arruinarle la merienda a los ingleses participando activamente en el famoso ''Motín del té''. Una serie de elementos de realidad que coquetean con la trama ficticia y megalómana de Abstergo, el Animus, el fin del mundo y Desmond Miles. Así, resulta agradable notar cómo el juego es capaz de intercalar estas dos tramas sin que ninguna interfiera ni interrumpa el ritmo de la otra, logrando que se solapen de forma natural.
Esta revisión de la entrega original no sólo centra su atención en introducir unos cambios en el apartado técnico que acerquen este capítulo a algunos de los estándares modernos. Así, a las mejoras con respecto al sistema de iluminación, los modelos de los personajes o la resolución de algunas texturas, Ubisoft Barcelona ha introducido pequeños reajustes en algunas mecánicas jugables que convierten a Assassin's Creed III Remastered en un juego más pulido de lo que era.
En primer lugar, se han llevado a cabo una serie de variaciones en el sistema de economía in-game que existe en el juego (mediante el que podremos mejorar nuestra base de operaciones y obtener diferentes recursos para potenciar nuestro barco y herramientas) que hace que resulte mucho más verosímil que en la versión original. Además, cuenta con una serie de añadidos en las herramientas de las que dispondremos, así como en los entornos por los que nos moveremos (como la inclusión de arbustos en los que escondernos, por ejemplo) que harán el sistema de sigilo más profundo y satisfactorio. Todo ello impulsado por una serie de modificaciones en los menús que aparecen dentro del título que propician que sean más intuitivos y manejables para el jugador.
Al mismo tiempo, es preciso mencionar que esta versión remasterizada incluye todos los contenidos descargables que fueron lanzados para la entrega original. Entre ellos, destacaría la interesante expansión que recibe el nombre de ''La tiranía del rey Washington'', la cual aporta un giro ficticio al plantearnos una situación en la que el presidente enloquece y comienza a llevar a cabo todo tipo de fechorías. Una retahíla de añadidos que dan empaque a esta revisión y que Ubisoft Barcelona ha querido rematar incluyendo también en ellauna versión remasterizada de Assassin's Creed III: Liberation, la entrega lanzada originalmente para PlayStation Vita.
Como decíamos antes, esta edición incluye también Assassin's Creed III: Liberation Remastered, el juego que acompañó el lanzamiento de la entrega principal saliendo en la extinta portátil de Sony en el año 2012. Una aventura que nos situará en la piel de Aveline, una asesina que se dedica a combatir la esclavitud en las colonias francesas y españolas. Y, si bien es cierto que posee una estructura jugable muy similar a lo visto en la franquicia, propuso en su día una serie de pequeñas mecánicas que no se han vuelto a ver en ella y que, quizás, los que sean más aficionados de la saga de Ubisoft quieran redescubrir.
Sin embargo, se nota que esta entrega fue concebida como un acompañamiento secundario a Assassin's Creed III. En primer lugar, porque la ambición con la que Ubisoft recreó el escenario que nos ofrece se antoja algo menor, lo cual se refleja en la idea de que es mucho más reducido y está algo más vacío que en el resto de títulos. Algo que, seguramente, se deba a las posibilidades técnicas de la consola para la que fue lanzada originalmente, la cual ofrecía unos márgenes de acción más estrechos que el resto de plataformas.
Hay un gran sector de la comunidad que se encuentra en contra de las versiones remasterizadas; una consideración que, en parte, puedo llegar a entender. No obstante, creo que ofrecen una oportunidad única tanto a los que no disfrutaron de la entrega en la que se basan como a los que quieren redescubrir sus virtudes. En este caso, Ubisoft Barcelona ha querido proporcionarnos la ocasión de revisitar una de las entregas más infravaloradas de la franquicia. Algo que logra aportando una remasterización que no se queda sólo en lo técnico sino que centra parte de sus esfuerzos en reajustar algunos detalles jugables, los cuales surgen de un trabajo que se nota y se hace visible conforme juegas al título.
Al final, al haber terminado por segunda vez Assassin's Creed III, me resulta más evidente que la franquicia sí que ha ido cambiando con el paso del tiempo. Un cúmulo de añadidos y variaciones que puede que hayan ido apareciendo de forma lenta o que resultasen más sutiles de lo que deberían pero que, al fin y al cabo, estuvieron ahí todo el tiempo. Ubisoft tiene entre sus manos una saga todoterreno que puede asimilar lo que le echen y no dar nada por sentado. Algo que hace honor a la principal premisa del credo: ''Nada es verdad, todo está permitido''.