En los videojuegos más puramente japoneses ligados al arcade, siempre ha existido una praxis que consiste en crear una comunión perfecta entre tres elementos: el entorno, la música y la simpleza en sus mecánicas. No es algo que no saquemos en conclusión tras jugar a videojuegos de la talla de Patapon o de la magnífica saga Pikmin y, por supuesto, tampoco es baladí afirmar que LocoRoco pasa por este filtro tan agradable tanto de ver, como de jugar. Fue de los primeros juegos en PSP que alcanzó cierta fama fuera del continente nipón, y ahora, con un lavado de cara, se ofrece a los jugadores de PS4 para mostrar la faceta de lo que ya nos hemos encargado de nombrar antes.
Algo que hacía grande en su día a este LocoRoco, era que a priori parecía complejo, pero luego se portaba con una simpleza admirable. LocoRoco fue un indie antes de que este término se extendiera en el mundo del videojuego, y hoy en día se torna con dicha palabra por su arriesgado sistema de jugabilidad, que, de primeras, se tornaba un tanto extraño por unas mecánicas que no se habían visto apenas en los videojuegos.
Para entrar en situación, prosigamos con la principal mecánica que posee el título. LocoRoco es un juego que oscila entre las plataformas y el universo arcade. En dicho título, el jugador deberá manejar a unos diminutos seres que dan nombre al juego usando los botones L y R de nuestro mando para dos opciones; saltar obstáculos es una de ellas, pero la principal y la rara avis del juego, es la de inclinar los ejes del escenario a nuestro favor para seguir avanzando en un mundo no exento de peligros. Armados desde un principio con la ayuda de un solo LocoRoco, el videojuego nos irá dotando en un mismo nivel de más LocoRoco con los que, dependiendo de la situación, deberemos separar a través de un simple toque de botón al círculo, para así sortear sitios estrechos por donde no podemos colarnos. ¿La razón? Un solo LocoRoco equivale a un círculo pequeño, pero estos particulares seres aumentan de tamaño cuando devoran unas flores repartidas por el escenario, por lo que, de un momento a otro, seremos partícipes de que nuestro pequeño LocoRoco se ha convertido en una bola inmensa a la que ya le cuesta moverse correctamente.
Resulta verdaderamente atractivo el observar cómo están organizados los niveles, y es que, aunque algunos no tengan un atractivo visual tan fuerte, hay otros que dejan al jugador sorprendido por su capacidad creativa. Ver a los LocoRoco como corren río abajo en su forma de miniatura, observar cómo se mueven en una corriente de aire, o el simple hecho de moverse en algunos puntos del mapa, es probablemente de lo más bonito que se puede observar en un videojuego, sin exagerar. Cuando la grandiosidad al moverse de estos seres, se juntan con el apartado musical, es cuando da lugar una de las praxis que mejor ejecuta el título. Desde un primer momento se nos muestra a los LocoRoco como unos personajes con una habilidad vocal envidiable y a medida que vamos jugando sus niveles—ambientados con sus propios cantos— nos damos cuenta de que lo comentado era una realidad. Ejecutadas en un idioma totalmente ficticio, las melodías que suenan en los niveles no se olvidan con facilidad y resultan ser de esos apartados sonoros que, por mucho que lo intentes, no logras que salgan de la cabeza.
Es de aplaudir el hecho de que, en muchos de los escenarios, la comunión entre sonido y jugabilidad estén perfectamente integradas; el nivel basado en la jungla africana del segundo mundo nos pone la melodía de fondo, pero además se permite el lujo de poner pequeños obstáculos que suenen como determinados instrumentos como, por ejemplo, un xilófono. Esos pequeños detalles hacen grande a un videojuego que, si bien es divertido jugarlo, tiene muchas facetas que son maravillosas y muy atractivas.
Ahora bien, si nos preguntamos qué incluye de reto LocoRoco más allá de sortear obstáculos y jugar con el tamaño de los LocoRoco, se reduce a la incursión de algún que otro enemigo que absorberá a nuestros pequeños amigos llamados Mojas. Bien es cierto que hay otros peligros como pinchos y la incursión de otros enemigos de menor importancia, pero los Mojas son los más característicos y, por supuesto, los que más problemas nos darán. Si queremos rizar el rizo, otro desafío y complicación que puede incluir LocoRoco, es la recolección de todos y cada uno de los coleccionables esparcidos en el nivel. No es tarea fácil debido a que dichas áreas suelen estar ocultas a la vista, siendo solo adivinadas por saltar sobre una pared que a priori parecía normal, pero luego solo resulta ser un pasadizo secreto. Dichos coleccionables no van más allá de conseguir música y decoraciones para una casa que tenemos a nuestra disposición fuera de lo que es la historia principal, donde también podremos jugar a minijuegos para conseguir estos elementos decorativos.
Si ya nos centramos en qué ofrece LocoRoco: Remastered en lo novedoso, podemos decir que más allá de poseer la opción para verlo en movimiento a 4K, los cambios son simples detalles. Entre ellos tenemos la opción de escuchar a los LocoRoco y sus particulares canciones a través del altavoz del DualShock.
Más que como remasterización, este LocoRoco: Remastered funciona a la perfección como un título que vuelve a mostrar sus virtudes y, por desgracia, algún que otro defecto como el tener que guardar manualmente y estar acordándote de hacerlo para no lamentarlo en tu siguiente partida.
Es un lanzamiento que viene como anillo al dedo a aquel que no conozca del título, que no sepa de su diversión, de ver auténtica poesía visual, y de, en definitiva, olvidarse por un momento de géneros que siempre guardan entre sí clichés. No sé si LocoRoco es único, pero sin lugar a dudas, es complicado encontrarle parecido con otro título.