Hace ya casi 10 años desde que Red Faction Guerrilla llegaba al mercado de forma original para PC, PlayStation 3 y Xbox 360. Ahora que THQ Nordic está dándole una oportunidad a algunas de las franquicias que no tuvieron todo el éxito que debían durante la pasada generación, Red Faction Guerrilla parece uno de los mejores candidatos, ya que el videojuego pasó relativamente desapercibido en su momento y, todo sea dicho, personalmente es una de esas obras que, con sus aciertos y fallos, ofrecían una experiencia con un nivel de diversión que las hacía merecedoras de mucha más atención.
Por los motivos que fuera el juego no recibió esta atención y ahora, en pleno 2018, THQ Nordic ha aplicado la misma estrategia que con De Blob y Darksiders y ha querido traer la obra a la actual generación de consolas con algunos ajustes técnicos con los que buscar una segunda oportunidad para el videojuego de Volition. Pero, ¿sigue siendo merecedora de toda esta atención la obra 10 años después de su estreno? La respuesta corta es que no. Para la respuesta larga os invitamos a que nos acompañéis en nuestro análisis de Red Faction Guerrilla: Re-Mars-tered.
Antes de entrar a hablar de las novedades, pros y contras de esta reedición, merece la pena repasar qué es Red Faction Guerrilla y por qué afirmaba sin ningún reparo que en su momento merecía mucha más atención de la recibida. Este título es la tercera entrega de la saga Red Faction y la primera en llegar a las consolas de séptima generación. Si bien tiene enlaces y referencias a obras anteriores, lo cierto es que no es en absoluto necesario haber jugado a nada anterior para comprenderlo todo a la perfección.
La historia del juego es bastante simple, somos un minero cuyo hermano es asesinado por un grupo militar y nos unimos a Red Faction para hacer uso de la violencia y la destrucción más absurda para vengar la muerte de nuestro hermano y causar los mayores destrozos posibles en el grupo militar en cuestión. La idea de ser básicamente unos terroristas que luchan por el bien es algo que, ciertamente, me atrae bastante y se aleja del clásico esquema de soldado americano bueno frente a insurgente malo. Pero todo lo interesante se queda aquí y no se llega a profundizar en ello. La historia queda en segundo plano y es una mera excusa para dar pie a que destruyamos cosas.
Y ese es el punto central de Red Faction Guerrilla, la destrucción. El juego era todo un portento técnico en su estreno original y lo más atractivo era precisamente la posibilidad de destruir todo lo que nos encontráramos por el camino. Para matar a un enemigo, de hecho, suele resultar más efectivo acabar con un edificio hasta los cimientos y derrumbarlo todo que atacar al enemigo en cuestión. Y no lo voy a negar, hacer esto resulta tan satisfactorio como divertido y es el principal motivo por el que Red Faction Guerrilla consiguió conquistarme en su momento.
Sin embargo, el videojuego contaba también con importantes limitaciones jugables y, aunque destruir todo lo que encontrabas a base de martillazos era divertido, algunos detalles lastraban la experiencia de forma relativamente importante, como son unos controles toscos y animaciones más toscas de la cuenta. Precisamente por esto, porque el apartado más técnico era uno de los puntos flojos de Red Faction Guerrilla, es por lo que tenía bastantes esperanzas en esta remasterización que, con suerte, solventaría algunos de estos problemas y sacaría a relucir el placer de derrumbar edificios a martillazos. Pero, por desgracia, mis ilusiones eran en vano.
Red Faction Guerrilla tiene casi 10 años y, si hoy lo comparamos con los videojuegos que salían a la par, sigue siendo una obra bastante competente. Pero la versión remasterizada sale en pleno 2018 y, para juzgarlo, el contexto es el actual. Y si bien hay obras que por muchos años que pasen su calidad parece perdurar, a Red Faction Guerrilla los años le pesan mucho más de lo que esperábamos.
El hecho de que prácticamente todo el escenario sea destructible era sin duda alguna el mayor atractivo de la obra de Volition en su momento. Pero esto pierde buena parte de la gracia a día de hoy, en una industria en la que estas características están a la orden del día. En 2009 podríamos perdonar los fallos en el sistema de control porque la alocada jugabilidad hacía que pasase casi desapercibido y, a fin de cuentas, ¿quién quiere apuntar a un enemigo si puede tirar abajo el edificio en el que se encuentra? Pero el tiempo pasa y no lo hace en vano. Hoy en día, en una industria con obras como Just Cause 3, estos fallos se acentúan y la diversión de destruirlo todo se transforma rápidamente en frustración por un juego mucho más tosco de lo que recordábamos.
Y no me malinterpretéis, Red Faction Guerrilla sigue siendo una obra que a nivel jugable puede ofrecer unas cuantas horas de diversión y logra entretener a los fans de la acción más alocada y los mundos abiertos con su destrucción, las misiones y el sistema de moral que nos permite sacar nuestro lado más completista. El problema es que, a nivel jugable, la evolución de esta remasterización es muy escasa mientras que todo el contexto que la rodea y las obras que son su competencia lo han hecho a un ritmo vertiginoso. El mayor problema de Red faction Guerrilla Re-Mars-tered es que resulta muy difícil justificar su compra existiendo videojuegos que, siguiendo su estela, resultan mejores en prácticamente todos los aspectos.
A nivel técnico, como comentábamos, Red Faction Guerrilla ya resultaba una sorpresa corriendo en consolas como PlayStation 3 y Xbox 360. Es por ello que las esperanzas con esta remasterización estaban bastante altas. Sin embargo, THQ Nordic ha hecho un trabajo bastante leve en este aspecto y la mejoría resulta escasa. Sí, las texturas y la resolución han mejorado y eso hace que el videojuego se vea algo mejor, pero sigue sin estar a la altura de un videojuego de 2018.
El rendimiento es un punto a favor y es que, en PlayStation 4 que es la versión que hemos podido disfrutar, el videojuego apenas tiene caídas de frames y ha conseguido ofrecer un rendimiento muy sólido durante todas las horas que hemos estado disfrutando de la obra. Pero, de nuevo, esto es algo que ya ocurría en las consolas de la pasada generación y que, dados los escasos cambios técnicos, prácticamente era una obligación.
En general, Red Faction Guerrilla es un juego al que el paso de los años le ha pesado especialmente, no porque sea un mal videojuego, que no lo es, sino porque sus principales competidores han evolucionado a un ritmo vertiginoso durante estos 10 años y, a día de hoy, cuesta encontrar motivos para elegir la obra de Volition en lugar de las alternativas que hay en el mercado. Sin embargo, a pesar de esto, Red Faction Guerrilla Re-Mars-tered conserva la gran base jugable que hizo del juego original una experiencia, ante todo divertida.
Es cierto que la narrativa del juego flojea y que el control puede resultar tosco, pero si somos capaces de tolerar estos fallos y ser conscientes de a qué tipo de juego nos adentramos, la posibilidad de destruir todo el escenario a base de martillazos y explosiones pone sobre la mesa una propuesta jugable que no pasa de moda. Con sus pros y sus contras, la obra de Volition es realmente divertida, juguemos en 2009, 2018 o 2027.
Una remasterización que incluye cambios bastante pobres y un mercado con apuestas que siguen la estela de Red Faction pero lo superan en prácticamente todos los aspectos son los principales motivos para dejar de lado este videojuego; pero lo divertido de su gameplay bien puede proporcionarnos unas cuantas horas de entretenimiento simple y alocado. Por ello, en este caso, tendréis que ser vosotros los que sopeséis si merece la pena la inversión o no, ya que no me siento capaz de afirmar de forma rotunda si merece la pena o no.