La fotografía puso todas las miradas sobre la deriva tan particular que estaba tomando su carrera. Daniel Radcliffe se convertía el centro de la conversación en redes sociales el pasado año por una instantánea en la que portaba dos pistolas y lucía pijama estrafalario por las calles de Londres. Se trataba de nada más y nada menos que "Guns Akimbo", el nuevo insulto al decoro de Jason Lei Howden, el conocido cineasta del panorama independiente que en 2015 ya había probado su atrevimiento con la salvaje "Deathgasm". Hace dos años este director unía piezas para confeccionar un proyecto con mismo espíritu, pero estrellas de calibre internacional. Una cinta decidida a hacer homenaje a la violencia de los videojuegos adaptando las mismas formas y lenguajes que estos.
No hablamos de una adaptación de este medio -género con un historial lastimoso-, sino de una producción que desde las parcelas propias del Séptimo Arte, intenta trasladar unas formas previamente cedidas del cine a los píxeles. El héroe de "Harry Potter" vuelve a recuperar esa vertiente indecorosa que ya mostró en la polémica "Swiss Army Man", para meterse en la piel de Miles, un trabajador de una empresa de títulos para móviles que en su tiempo libre se dedica a torear a los trols de Internet, y a sumar puntos en el juego online más popular del momento: Skizm. Este, sin embargo, no se mueve en los límites de los ceros y unos, y ahí es donde está la clave de la película.
Balas y steampunk
Lei Howden traslada el shooter más visceral de los ochenta al mundo real, tejiendo un universo futurista en el que la realidad aumentada y los dispositivos digitales se han convertido en la base de la sociedad. Mantiene modas en ropa y estilos arquitectónicos en edificios para no despegarse de referencias reconocibles, pero moderniza todo lo demás. En un contexto así, Skizm puede funcionar sin romper la coherencia ni la suspensión de incredulidad. ¿Un juego en el que personas reales se matan siguiendo la lógica de las consolas? ¿Retransmisiones en directo a nivel internacional? Todo encaja dentro del universo flexible que propone "Guns Akimbo". Incluso su disparatada trama principal.
El karma le da en la cara al personaje de Radcliffe cuando una peligrosa mafia se cuela en su casa y le solapa -literalmente- una pistola en cada mano. Desde ese momento tendrá dos opciones: o morir directamente al negarse a jugar a Skizm, o acatar órdenes y enfrentarse a una máquina de matar. Enfrente tendrá a Nix, una de las jugadoras más exitosas y poderosas de todo el ranking; una joven convertida en mercenaria a sueldo que se dedica a asesinar jugadores sin ningún tipo de escrúpulo. Samara Weaving sujeta este papel tan agotador con la misma o incluso más pasión que el protagonismo de "Ready or Not".
Con ella el cineasta manifiesta una intención evidente en buscar el contraste. Y es que, aquí se repite un esquema que parece estar convirtiéndose en tendencia. El del binomio formado por el protagonista masculino, torpe y estúpido con el que es fácil empatizar, y la mujer carismática, aguerrida e independiente. Weaving y Radcliffe son una extraña pareja que se balancea entre el amor y el odio dejando una gran química en escena. Liderando además intercambios tanto de balas como de palabras que ayudan a mantener el interés en un visionado psicotrópico.
Pastillas sin freno
Esta premisa, resumida en un par de párrafos, viene a ser plasmada en apenas unos pocos minutos en pantalla. Lei Howden no desea recrearse en su universo, sino darle un uso muy particular; vomitar un estímulo tras otro al espectador durante una hora y media de persecuciones y escaladas violentas. Ahora bien, el cómo termina siendo más importante que el qué. El secreto del cineasta es Doom, el shooter que marcó las bases del género durante las décadas posteriores, y que en esta cinta es el pilar sobre el que oscila fotografía, planos, secuencias e incluso diálogos. Sí, pese al aparente dramatismo de la trama, la película es una potente pastilla de vulgaridad, comedia negra y subversión de lo correctamente político.
Es fácil pensar en "Ready Player One" como propuesta hermana en lo visual, pero la producción preestrenada en Sitges va mucho más allá del conservadurismo comercial que destilaba Spielberg en aquella adaptación. Lo que sí comparte con el pastiche de easter eggs es la sensación de fatiga que termina generando con tanto ruido y elementos en pantalla. A consecuencia, las risas y el interés por lo que sucede se va inevitablemente disipando de cara a un desenlace, que, por suerte, no tarda mucho en llegar. Normal que las sensaciones finales que deja el metraje sean de lo más efervescentes. ¿Dónde está el poso? Lei Howden consigue parir otro entretenimiento gamberro que desaparece tan pronto como termina. Que no deja tras de sí más que momentos anecdóticos y detalles superfluos.
Conclusión
Y ni con todo ello podemos hablar de "Guns Akimbo" en tono negativo. No porque sea perfecta -ya he mencionado sus muchas aristas-, sino porque optimiza al máximo sus puntos fuertes y no se toma en serio en ningún momento. Pocas películas logran hablar de manera tan honesta e intensa al espectador como lo hace esta. Sus efectos especiales -fluorescentes-, su universo steampunk -frenético-, y su banda sonora -inconformista- recubren con neones lo que ya es de por sí un alucinógeno difícil de asimilar. Radcliffe ya no vuela en escoba, pero está decidido a seguir haciendo magia. Y si es en bata y con dos pistolas en mano, pues mejor.
El director de la irreverente Deathgasm rinde un salvaje homenaje al shooter más visceral con un viaje psicotrópico por la comedia negra. Radcliffe sujeta esa borrachera con dos pistolas en mano y mucha capacidad para empatizar con el espectador.
El apartado artístico y los efectos especiales
Ritmo desenfrenado y constante
Múltiples referencias a Doom y los shooters de vieja escuela