Han pasado ya casi tres años desde el estreno de "Batman V Superman", y muchos todavía no perdonan que Warner Bros. se emborrachara de ambición perdiendo el foco de lo que había construido hasta ese momento. La saturación de personajes en pantalla es algo que se ha repetido durante los últimos años en no pocas ocasiones –"Justice League" es otro ejemplo- y que aunque parecía haberse resuelto con la llegada de Walter Hamada y de directores como James Wan y Patty Jenkins al DCEU, el problema persiste en televisión. "Titanes" llegaba como la respuesta al ya fallecido universo de Marvel en Netflix, y sin embargo comete los mismos errores que el gran crossover de la competencia.
La serie que ha dado inicio en Estados Unidos a DC Universe, la nueva plataforma de streaming de la compañía, peca de ambición desde su misma concepción. En vez de escoger a un solo personaje para ir construyendo desde abajo, -Marvel Studios en "Iron Man"- Greg Berlanti, Akiva Goldsman, y el propio Geoff Johns optan por adaptar una historia muy popular, pero repleta de personajes que todavía no habían sido presentados en pantalla. Dick Grayson, Starfire, Doom Patrol, Rachel Roth, Batman, Robin, Hawk, Jason Todd, son demasiados los nombres que se condensan en una serie que apunta en todas direcciones.
Si bien "Los Jóvenes Titanes" fue todo un fenómeno en la década de los 80, su traslado a televisión no logra mantener la magia y originalidad de la obra de Mary Wolfman y el maestro George Pérez. Warner obvia por competo la situación actual de su naciente universo, e intenta saltarse varios escalones tropezando con la misma piedra que Netflix ya intentó sortear en "The Defenders". El tono oscuro, y los diálogos menos trascendentales y snyderianos que en el pasado del DCEU crean un producto final que consigue distinguirse lo suficiente del Arrowverse como para sustentarse como placer culpable.
Si bien en todas las promociones del estudio antes del estreno se apuntaba a un protagonismo claro de Dick Grayson (Brenton Thwaites), lo cierto es que la historia solo recurre a él en la recta final de la temporada. Aquí el verdadero centro de atención es Rachel Roth (Teagan Croft), sus dilemas internos, y las consecuencias de sus poderes. "Titanes" parte del encuentro fortuito del detective Grayson y la joven Roth, quien tras perder a su madre a manos de un misterioso asesino, vaga por las calles de la ciudad en busca de ayuda. El encuentro de ambos los obligará a afrontar su pasado, y mirar al futuro sin olvidarse de quiénes son.
Grayson por un lado se verá forzado a retomar su identidad como vigilante, mientras que Roth tendrá que aceptar la maldición de sus poderes. Una fuerza maligna que predice la llegada del demonio y la oscuridad al mundo. A pesar de que a lo largo de su vida siempre la habían tratado como a una carga de la que deshacerse, la joven encuentra en Grayson primero, y posteriormente en Starfire (Anna Diop) y Beast Boy (Ryan Potter), después, la familia que nunca tuvo. Unos “bichos raros” que la entienden y comparten su carga en un viaje repleto de conspiraciones, enemigos inesperados, y más de una sorpresa. Quizás demasiadas para una serie que intenta establecer un nuevo universo.
Si hubiera que definir "Titanes" con un solo calificativo, ese sería “irregular”. Aunque en Estados Unidos los espectadores pudieron ir digiriendo cada episodio semana a semana, la serie ha llegado con su temporada al completo a Netflix dejando en evidencia todas las carencias y fallos del guion. Y es que tras un comienzo bastante sólido del que se empieza a sacar partido a la interesante relación paterno filial entre Dick y Roth, la serie empieza a perder el norte. Los personajes se van agolpando sin aportar nada, cortando el ritmo, e impidiendo el desarrollo de los protagonistas.
La saturación de tramas no sería un problema si la calidad de las mismas fuera constante. "Titanes" sin embargo peca de una irregularidad acuciante que lastra todo el clímax final. El road trip que proponen los guionistas se siente más como una historia alargada artificialmente que podría haber sido resuelta de forma mucho más rápida y efectiva. Sí, es cierto que sus 11 episodios son inferiores a la mayoría de temporadas de las series Marvel, pero ni aun así logra huir del insufrible relleno.
Y los problemas de la serie no terminan en el contenido; llegan hasta la forma. La reminiscencias a Snyder son más que evidentes gracias a un tono oscuro que afecta tanto a la fotografía general –muy apagada- como a las localizaciones –lluviosas- y el vestuario de los protagonistas. El pesimismo de la trama principal, y el carácter gótico de Roth, se traducen con efectividad en un universo visualmente bastante atractivo. Algo que hace del todo incomprensible el tono desenfadado y ligero de los diálogos. Johns y compañía llegan incluso a introducir chascarrillos que generan más bochorno que risas.
Pero si hay algo realmente esperpéntico eso es su apartado visual. DC pasa la brocha dejando una de las facturas más mediocres que se recuerdan en el género. El presupuesto destinado a la producción conduce a que personajes como Starfire, muy dependientes del CGI, parezcan cromas andantes. A ello se suman ciertas escenas horribles que rompen por completo la inmersión, y un vestuario que en determinados personajes parece sacado de un circo. Las menciones honoríficas van para la propia Starfire y su peluca, para Beast Boy, y por supuesto, para Cliff de Doom Patrol. Más y más irregularidad.
"Titanes" sin embargo consigue ser más que la suma de sus partes. DC termina sacando adelante una serie que, con sus muchos fallos, entretiene. Y eso es mucho más de lo que se puede decir de otras tantas ficciones televisivas de la compañía. No revoluciona el género, ni alcanza la cuotas de calidad de propuestas como "Daredevil", pero sí sirve como un pasatiempos más que decente. Algo que quizás no sea suficiente para encender la mecha de un universo al que ahora le esperan otras tantas series.
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