El mundo de la ciencia suele dejarnos con sucesos que pasan a convertirse en momentos históricos por las condiciones en las que se producen, pero lo cierto es que esto no solo tiene que ver con los nuevos descubrimientos e inventos que salen a la luz, sino también con ciertos eventos del pasado. Y es que en esta ocasión vamos a hablar del caso de un inventor que creó una máquina que hoy en día utilizan millones de personas, pero acabó muriendo en la pobreza por un giro tráfico del destino.
Étiene Lenoir, nacido en Bélgica, fue uno de esos inventores que podrían haber cambiado el mundo sin saberlo, pero fracasaron a causa de su falta de visión comercial. Estamos hablando de un genio loco que inventó el primer motor de combustión del mundo en el año 1860, el cual llamó inicialmente motor de gas por aquello de que utilizaba gas alumbrado para funcionar.
El invento era revolucionario en todos los sentidos: en una era donde solo existían los motores a vapor, Lenoir diseñó uno que era mucho más práctico en todos los sentidos. Y es que no solo se trataba de un invento de dimensiones mucho más pequeñas, sino que también era menos aparatoso que aquello a lo que la gente estaba acostumbrada por aquella época.
Y es que, teniendo en cuenta que Étienne Lenoir consiguió crear algo que se sigue utilizando hoy en día por parte de millones de personas (básicamente, cualquiera que tenga un automóvil que haga uso de uno de estos motores), hablamos de alguien que debió hacerse rico, ¿no? Pues nada más lejos de la realidad.
Si bien es cierto que Lenoir es considerado como el creador del primer coche impulsado por un motor de combustión interna (dado que consiguió instalarlo en un carruaje rudimentario de tres ruedas). hoy en día es conocido como aquel pobre diablo que pudo hacer mucho dinero, pero al que le faltó visión de negocio.
La información que hay registrada sobre Lenoir (según lo recogido en la enciclopedia británica) apunta a que este último no fue capaz de proteger su motor de combustión ante otras copias que comenzaron a surgir en el mercado, lo cual hizo que se involucrase en varios juicios sin resolver que drenaron lo poco que había conseguido ganar con el invento. Y es que, por otro lado, Lenoir no supo comercializar su motor de combustión de forma atractiva, lo cual evitó que se convirtiera en multimillonario.
Tanto es así que el propio gobierno francés (Lenoir se mudó a Francia cuando era joven) le otorgó una pensión vitalicia en los últimos años de su vida como gesto de reconocimiento a su figura; aunque bien es cierto que no esto no supuso un cambio muy significativo en la economía del inventor.
¿Qué os ha parecido esta historia? Es evidente que estamos ante otro de esos casos que demuestran que, por muy buenas ideas que tengas, no valdrán de nada si no sabes venderlas bien y encontrarles un público objetivo que esté dispuesto a comprarlas. La ley de la oferta y la demanda en su estado más puro.
NOTICIAS RELACIONADAS