El videojuego ha llegado a ese momento de su existencia en el que empieza a trascender las barreras del espacio para el que fue concebido. Tanto el cine como el teatro traspasaron las funciones para las que en un principio se pensaron y pronto comenzaron a dotarse de matices y valores de todo tipo. No hay duda que cualquier producto cultural goza de la interpretación de miles de cabezas pensantes, y ahí es donde adquiere miles de colores, acordes y sensaciones. Experiencias es lo que van a buscar todos aquellos que se atreven a dar el paso de afrontar su tiempo libre como un espacio de reflexión, y Tequila Works con RiME nos regala la herramienta más poderosa para poder hacer volar nuestra imaginación.
Hablar de RiME es hacerlo del culmen de la industria española del videojuego. Significa la maduración de un estudio y un proyecto que ha pasado por cientos de manos, y ha recogido el olor de todos aquellos que han contribuido a dar color a esta aventura. No seremos nosotros ahora los que vengamos a poner en contexto el éxito que supone una producción como esta a nivel internacional. Y es que, cuando las cosas se hacen bien, funcionan. Tequila Works nos presenta a su creación más perfecta, que se lanza al vacío para atraparnos no en una historia más, sino en el reflejo mismo de nuestras vidas como jugadores.
Desde que el juego comenzó a dar sus primeras señales de vida, tras unos comienzo bien distintos a lo que sería finalmente el título, RiME lanzó sus premisas al aire. Lo importante en este título no son sus gráficos, ni sus mecánicas, ni si quiera su historia. Lo primordial que aquí expone Tequila Works es un conjunto de elementos que dan forma a una experiencia que se permite el lujo de intrigar y atar, de no desvelar nada. La sutileza es algo que está presente a lo largo de toda la partida, y ahí es donde precisamente está su fuerte. Porque RiME no te ofrece una experiencia manufacturada, te regala la oportunidad de asomarte a una ventana de interpretaciones y posibilidades en función de tu estado anímico y tu forma de pensar como jugador.
La historia nos pone en la piel de un niño, de edad desconocida, y nombre desconocido (¿para que los queremos?), que naufraga en una isla repleta de misterios que se antepondrán ante su camino. Eso es todo lo que nos ofrece el juego nada más comenzar la partida, y con lo que tendremos que ir progresando hasta casi el final de la aventura. Todo sirve de marco para situarnos en un punto del plano concreto y al mismo tiempo de pretexto para afrontar lo que está por delante. Una transición por una isla bañada únicamente habitada por unos cuantos animales, y otras tantas criaturas que solo tienen cabida en la mente de un niño. A partir de ahí deberemos ir superando distintos puzles y zonas de plataformeo para ir avanzando y descubrir qué es lo que realmente está ocurriendo. Porque si bien es cierto que todo transcurre dentro de una lógica que sirgue las normas de nuestro mundo, pronto iremos descubriendo que el entorno viaja con nosotros, evoluciona con el personaje y forma un todo orgánico difícil de discernir.
Es difícil catalogar RiME dentro de un género concreto, ya que en él tienen espacio tanto mecánicas de puzles de todo tipo (algunos que recuerdan al maravilloso The Witness), zonas de plataformeo que nos recordarán a los clásicos, y simples transiciones acompañadas de mágicas melodías. Todo se va intercalando de una forma muy natural y nos dará la impresión de no repetir nada. Tequila Works ha conseguido crear un viaje en el que, como tal, vamos creciendo, y nunca volvemos sobre nuestros pasos. Todo es una evolución, y aunque las mecánicas se pueden enumerar rápidamente, su aplicación y adaptación a la situación, hacen de ellas algo novedoso en todas las ocasiones. Eso permite que nos acostumbremos a las reglas que nos propone, pero que al mismo tiempo nunca sintamos que estamos jugando a un videojuego. De manera que podemos diferencias tres apartados claros que se funden e intercalan: Plataformas, puzles, y transiciones.
No es costumbre sentir cómo unas mecánicas se adaptan al devenir de una historia y no viceversa. En muchas ocasiones presenciamos títulos que cuentan con una narrativa vacía, disfrazada con unas cuantas secuencias y diálogos fútiles. Lo normal en estos casos es que estemos deseando volver a recuperar el control de nuestro personaje para seguir matando enemigos o llevar a cabo lo que sea lo que tengamos que hacer. En RiME ocurre justo lo contrario. Las secciones en las que tendremos que ir superando zonas solo suponen un obstáculo para saber qué vendrá después, con qué nos sorprenderá, o que sensaciones despertará en nosotros.
Teniendo claro esas premisas toca hablar de las plataformas, ese apartado que muchos títulos han olvidado y que otros han terminado por endulzar con tantas ayudas que no dejan de ser secuencias interactivas. Aquí saltar es una acción importante dentro de las posibilidades del personaje. Y es que nuestro protagonista solo contará con la posibilidad de rodar mientras nos desplazamos, saltar, y utilizar su voz. De entre todas ellas la de separarnos del suelo es la que más nos ayudará a superar ciertas zonas, que si bien no suponen una gran dificultad, a veces terminan de ser ligeramente engorrosas. Y es que RiME no pretende ponernos las cosas muy difíciles, sino que utilicemos nuestro recursos para encontrar las soluciones. Dentro de esa lógica todos los salientes son fácilmente identificables gracias a un brillo que los hace destacar. Siempre tendremos claro hacia donde tenemos que colgarnos o precipitarnos. No obstante en ciertos momentos notamos ciertos fallos en el control que nos hicieron caernos. En distintos lugares tendremos la sensación de que todo está medido al milímetro, y eso abre la vía para que tengamos que repetir varias veces algunas zonas, hasta superarlas por ensayo y error.
Otro pequeño impedimento que nos puede molestar es la cámara. Hay que dejar claro que su funcionamiento es excelente en la mayoría de las ocasiones, pero lo cierto es que a veces queda al desnudo. En pequeños pasillos, o cuando estamos en zonas oscuras pegados a las paredes puede jugarnos una mala pasada. La cámara acompaña al contexto, y si tenemos total libertad de control de nuestro personaje, esta actuará en consecuencia dejándonos controlarla con bastante precisión. En otros momentos se adaptará a las transiciones o escenas de fuerte emotividad, adoptando un movimiento automático que engrandece lo que vemos en pantalla. No obstante su uso está optimizado al máximo y junto a la música podemos decir que es uno de los secretos que dan el toque de excelencia al conjunto.
Los puzles en RiME son las trabas más importantes a la hora de avanzar. Comenzaremos teniendo que superar algunas zonas bastante sencillas y que solo sirven de exposición para las mecánicas que tendremos que utilizar más adelante. Podríamos dividir algunas de ellas para hacerlas más fáciles de explicar, pero lo cierto es que no tienen unas delimitaciones claras, y lo que en un principio parece una sucesión lógica de encrucijadas, pronto se torna en algo nuevo e inesperado. Cada puzle extrae algo del anterior para obligarnos a aprender, pero siempre manteniendo un elemento novedoso que nos obligará a utilizar nuestro ingenio e imaginación. Partiendo de eso, no hemos encontrado ninguno que nos haya supuesto una gran dificultad, aunque bien es cierto que a partir de cierto momento de la aventura, aparecerán factores inesperados que multiplican la complejidad de los mismos.
Las herramientas que iremos encontrando van desde simples esferas luminosas que deberemos colocar en lugares adecuados en el momento adecuado, llaves que conseguiremos por superar ciertas zonas y que nos darán acceso a lugares nuevos, bloques desplazables, e incluso nuestra propia sombra. La influencia de otros títulos aquí tienen un rastro importante, encontrándonos algunos puzles ambientales en los que tenemos que jugar con el plano subjetivo para hacer encajar formas, y otros en los que jugaremos con las sombras provocadas por nuestro propio cuerpo o elementos movibles del entorno. El otro pilar fundamental de este apartado son los objetos activables a través de la voz.
Antes ya hemos mencionado las pocas acciones con las que cuenta el personaje, y la más importante de todas ellas es el poder de la voz. Con un botón asignado para ello el protagonista alzará su voz interactuando con determinados objetos del entorno. Dependiendo de cuál sea este, la potencia y entonación será diferente. Desde un gran grito para activar algunas esferas luminosas que provocan efectos encadena, pasando por una intensidad media para encender las antorchas y candeleros del camino, hasta incluso un leve susurro si no hay nada a nuestro alrededor. El poder de la voz será la única arma con la que contemos para avanzar, y es que como ya afirmaron los propios desarrolladores, lo importante aquí es la isla y el jugador. Cualquier herramienta externa solo serviría para interrumpir esa conexión y romper la magia que consiguen con el diseño por sustracción que tan bien camuflado queda bajo su excelente apartado artístico.
El tercer pilar sobre el que se asienta RiME son sus transiciones, momentos en los que lo único que haremos será caminar o correr, pasando de zonas y haciendo progresar la narración. Es en estos momentos cuando la cámara y la música hacen su mejor trabajo consiguiendo escenas de una gran intensidad y que nos pondrán la piel de gallina en más de una ocasión. La historia del niño es la exposición de un viaje hacia la madurez, y la isla acompaña ese crecimiento personal con sus luces y colores. A pesar de que el juego se desarrolla únicamente en la isla, en ocasiones tendremos la sensación de estar en lugares completamente diferentes. Desde secciones apacibles y bañadas por la luz de las estrellas, hasta zonas más cálidas y violentas, u oscuras, húmedas y misteriosas. Es en esas transiciones donde sin palabras, y solo gracias al uso de la música el juego consigue atraparte en su universo.
RiME no sería nada sin su magistral banda sonora. Aquí David García consigue una de las mejores obras de toda su carrera con un repertorio de temas que se funden con cada elemento del universo y nos acolcha cada paso que damos. La música en el juego recoge todo el protagonismo que podrían tener unos diálogos o texto, para hacerse con el timón de la narración. Todo lo que ocurre es anticipado, conducido y acompañado por las dulces melodías de la banda sonora. Es el hilo conductor que da al conjunto la sensación de estar viviendo una auténtica aventura llena de epicidad y trascendencia, y que consigue despertar las notas necesarias en los momentos precisos para alcanzar la lágrima y la máxima atención. No hay duda de que los temas de RiME pronto se convertirán en un estandarte de calidad dentro del sector para los próximos años, y al igual que ya ocurrió en otros juegos como Journey, se graben a fuego en nuestra memoria.
Si lo que pretenden los chicos de Tequila Works es emocionarnos, con la música sobrepasan esas líneas. La banda sonora no es un elemento añadido a posteriori para acompañar a lo que sucede en pantalla, sino que el juego ha sido construido en base a unas melodías. Eso se siente cuando observamos cómo tanto las luces, la cámara y los escenarios van adaptándose a lo que oímos. No encontraremos ningún tema que cumpla la función de relleno, porque en ese sentido RiME también logra extender el lema "menos es más" hasta aquí, para solo incluir acompañamiento musical cuando este tiene un propósito para la historia y la narración. No obstante esta no podría funcionar por sí misma, y no sería lo mismo sin tener en cuenta el espectacular apartado artístico en el que se baña el título.
Dado que la lo que aquí es importante y tiene verdadero potencial es lo visual, el arte de RiME supone, junto con la música el secreto de su excelente conjunto. No es de extrañar que desde que se vieran las primeras imágenes y artes del juego, las críticas se centraran en alabar el trabajo de Tequila Works en este apartado. Es palpable la influencia de algunas corrientes artísticas clásicas e incluso películas o estudios de animación. La luz de Joaquín Sorolla, el color y naturaleza de Studio Ghibli, e incluso la fantasía de Jason y los Argonautas tienen su pequeño espacio aquí. No obstante el juego no da la sensación de ser un compendio de elementos diferenciables y unidos, sino que todo se complementa y funde en un resultado con personalidad propia y que lleva el sello del equipo artístico y de diseño.
Al igual que la banda sonora, el apartado visual cambia con nosotros, y evoluciona con la isla y con los sentimientos que la narrativa quiere expresar. Para lograrlo se vale del uso del color y la luz, dos elementos que encuentran un equilibrio perfecto en el que conforman un auténtico cuadro en movimiento. No mentimos cuando decimos que la potencia de las imágenes y paisajes de RiME no la habíamos visto nunca en videojuego antes, no al menos de la manera tan orgánica como la que lo hace este título. Las tonalidades de los colores e intensidad de la luz va evolucionando en función del ritmo de la narración, y tan pronto nos encontramos con entornos repletos de un intenso cromatismo, como pasamos a paisajes lúgubres y grises. De esa forma se consigue centrar nuestra atención sobre la isla y no sobre el personaje. Ambos conforman una sola entidad que junto al acompañamiento de la música y la satisfacción por la superación de obstáculos, insuflan un profundo sentimiento de inmersión.
A pesar de que la historia es la auténtica protagonista, en RiME también encontramos algunos objetos coleccionables. Hemos de decir que estos son los únicos elementos no diegéticos de la aventura, y que a pesar de estar implementados de una forma explícita, se integran del todo con el universo y la lógica que impone el juego. En ese sentido encontraremos desde distintos objetos característicos como un cerdo de juguete o un molinillo, una colección de fragmentos que conforman medallones distinguidos por zonas, piezas melódicas e incluso pequeñas herraduras con fragmentos de historia. A nivel argumental estas últimas son las que quizás guarden un mayor interés por aportar algo más que simple coleccionismo, ya que gracias a ella podremos ver algunas pinturas representantes de diferentes momentos de la vida del protagonista. No obstante debemos decir que no son imprescindibles para comprender la historia o tener una experiencia plena en cuanto a la narración principal.
La dificultad de encontrarlos es lo que dota a RiME de un ligero componente de rejugabilidad. Durante nuestra partida no fuimos capaces de reunir algunos de ellos, pero suponiendo que nos detengamos en cada zona para encontrarlos, podríamos estar hablando de unas 5 o 6 horas extras de juego. La mayoría de ellos se encuentran a simple vista, pero hay otros en los que deberemos usar todo nuestro ingenio para hallarlos, pudiendo incluso llegar a desesperarnos. No podemos asegurar ningún tipo de acontecimiento especial en el caso de conseguirlos todos ya que nosotros fuimos del todo incapaces de lograrlo, pero de ser así, supondría algo complementario y no esencial para la historia principal.
Es complicado hablar de un juego de estas características haciendo referencia a conceptos objetivos, pues RiME no consigue ser un juego excelso por elementos de esta clase. Tequila Works ha dado forma a un producto con vida propia, que se amolda a cada usuario y que supone una experiencia diferente cada vez que es jugado. Tanto la música como los escenarios trabajan en pos de la narrativa, la cual lleva todo el peso protagonista y es la responsable de despertar sensaciones. Mucho se ha comparado este título con otros de similar apariencia como los derivados del estudio de Fumito Ueda, y aunque el resultado que consigue y la composición que utiliza se basa en los mismos preceptos, el conjunto final es una entidad con personalidad y presencia propia.
Recomendar una clase de juego de este tipo es siempre algo polémico, pues partiendo de la base que se fundamenta en la subjetividad de las emociones, conseguirá diferentes resultados dependiendo del jugador. Algo que debemos recalcar es que RiME no pretende engañar a nadie, y desde un primer momento te invita a adentrarte en lo desconocido. Su duración no es muy prolongada pero sí más que suficiente para servir al propósito original de los creadores. No se siente un videojuego corto, y prolongarlo más allá de la decena de horas sería algo que solo iría en su detrimento. Todo esto esta beneficiado por su precio reducido y los elementos de rejugabilidad y matices anteriormente mencionados.
No hay duda de que RiME será un juego recordado durante mucho tiempo y su final dará que hablar en la comunidad y la prensa de forma recurrente. Lo que ha logrado Tequila Works con este juego marcará un precedente a futuro, pues no es habitual encontrarnos a alguien tan loco como para intentar explicarnos cómo funciona la magia de las historias bien contadas.