Se ha estrenado la última serie del creador/productor de moda, Ryan Murphy. Diseñador de varias series exitosas como Nip/Tuck y Glee. Sin embargo, es en las series de miedo donde ha encontrado su verdadero filón, en especial la antología de American Horror Story. Ha conquistado al público gracias a su capacidad para mezclar hábilmente el terror, lo gótico y lo bizarro. Hoy vamos a proponer cinco razones por las que merecen la pena para ver Grotesquerie.
El sello Ryan Murphy que ha convertido sus series en eventos-espectáculos. Un autor que tiene una habilidad sibilina para incomodar al espectador. Parte de situaciones superficiales que van generando malestar a medida que se adentra en la exploración profunda de la psique humana, tejiendo una red de maldad en la que una vez entras no puedes escapar. Sus guiones sólidos, se alejan de lo existencial para indicarnos que lo grotesco es parte intrínseco de este mundo, aunque no lo queramos ver. Un creador irreverente y que siempre esta innovando en sus maneras de hacer sentir escalofríos al público. Aunque a veces no logre alcanzar las expectativas, es un autor que casi siempre logra ser estimulante.
Un detective y una monja investigando sobre crímenes macabros ya es un buen punto de partida para los amantes del suspense. Ryan sabe dotar de profundidad a sus historias. Nos presenta unos personajes repletos de dudas, miedos e inseguridades, a los que arroja a las hogueras más siniestras para que se enfrenten a sus problemas personales. Una trama que siempre es capaz de evolucionar hacia los lugares más insospechados, un lugar donde las preguntas y las respuestas nunca son fáciles de encontrar, ni de digerir. Sus argumentos siempre hacen saltar por los aires las normas y convenciones sociales, redefiniendo la palabra realidad.
Como decíamos al principio, lo grotesco es el hilo que mueve el mundo, una idea que subyace en cada plano de las series de Ryan Murphy. Las tinieblas del ser humano encarnan unos dilemas filosóficos que se trasladan al exterior que les rodea, gracias a unos paisajes lúgubres que distorsionan la realidad. Una fotografía que deforma la percepción de lo que vemos, unas secuencias que atraen lo repulsivo, aquello que intentamos ignorar pero que forma parte de la cotidianidad de la condición humana. La música se integra como un elemento perturbador más que no permite la relajación. La atmósfera visual, el espacio y la iluminación son cruciales para Murphy, ya que a través de estos elementos crea la sensación constante de opresión. Y sobre todo, que siempre logra plasmar escenarios que difuminan los límites entre la realidad y las pesadillas.
El uso del lenguaje es brillante, teniendo la destreza de jugar a retorcer las frases, unas palabras que siempre encuentran la oscuridad que se esconden tras los gestos. Diálogos enrevesados que buscan la metáfora como forma de ideología. Esto añade una capa oculta de significado a las conversaciones, lo que obliga al espectador a estar atento e incluso a hacer constantes reinterpretaciones. La densidad del discurso fortalece la narrativa, creando un ecosistema bidireccional entre los personajes, mostrando sus defectos y miedos, y los espectadores, que pueden interpretar sus motivaciones. Gracias a estos diálogos bien ejecutados, Ryan Murphy consigue encontrar el equilibrio entre lo simbólico, lo narrativo y lo grotesco, siendo la pieza central que sostiene el interés en sus series.
No suele cortarse Ryan Murphy a la hora de mostrar sus crímenes en pantalla. Unos asesinatos que resultan bastantes perturbadores, en muchos casos similares a los que puedes ver en estas 5 películas de terror, con imágenes atroces que te hacen remover el estómago. Para ello, utiliza dos puntos bien elaborados, la puesta en escena y la fotografía. Una puesta en escena que siempre arriesga a la hora de mostrar personajes desmembrados y mostrarnos las barbaridades que se pueden hacer en la piel humana. Y una fotografía sombría, que nos enseña que la tensión es más efectiva al entrar por los ojos. La violencia arrasa con cualquier emoción positiva, para dejarnos solos y desamparados frente a la maldad absoluta.
En definitiva, aunque a veces las series de Ryan Murphy puedan pecar de pretenciosas, es de alabar su ambición técnica. Siempre busca desconcertar al espectador, transformando sus pensamientos en piezas de puzle que descolocar. Historias abstractas, grotescas y lúgubres que intentan mantener una estructura sólida, con la que mantener el interés lejos de los clichés sobre la historias de terror.
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