La utilización de Humor Amarillo como chiste interno entre amistades, familiares o compañeros de clase y trabajo fue una máxima que resultaba casi imposible de evitar, ya fuera por sus comentarios, sus personajes o determinadas situaciones que hacían que gran parte del país se tronchara de risa con el programa nipón.
No era si no de esperar que, tras un buen rato hablando del programa con cualquier persona, tras esperar impaciente con una sonrisa maligna la caída del siguiente participante o la aparición del mítico Chino Cudeiro, no existiese algo dentro de nosotros que dijera “yo quiero estar ahí, quiero participar”, de la misma manera que quien más y quien menos intentó convencer a sus padres para que hablase con el alcalde del pueblo y presentarse al Grand Prix. Pero ni una cosa ni la otra sucedía y todo resultaba una diversión a medio gas de la cual no éramos partícipes al cien por cien, si no solo como meros espectadores que se quedaban embobados repitiendo los capítulos, grabándolos y conociendo el golpe exacto donde los protagonistas caían en las míticas zamburguesas.
Fue por eso que a pesar de que existieron variantes para la superación de obstáculos y pruebas en el mundo de los videojuegos—recuerdo especialmente tardes de verano en casa de un amigo jugando al primer ‘Dorito’s Crash Course’—, la llegada de ‘Fall Guys’ supuso decir con todas las de la ley que íbamos a participar en un Humor Amarillo—o Takeshi’s Castle si lo preferís—donde la frustración estaba asegurada a la par que una diversión sin medidas.
La inspiración en el mítico programa ha sido una de las grandes bazas para que el título de Mediatonic se haya convertido en un auténtico fenómeno de masas y sea el vicio constante de muchos jugadores. La inmediatez con la que podemos empezar una partida y que nos lleve en volandas a un recorrido totalmente aleatorio hasta la posibilidad de alzarnos como campeones resulta vital para hacer partícipe al jugador de que puede cumplir aquel sueño que no pudo cumplir en la vida real, para demostrar de que, efectivamente, podía ser una persona arrolladora, una cosechadora de victorias en aquellos programas.
Es también de menester, decir que el recorrido azaroso al que nos enfrenta ‘Fall Guys’ resulta una auténtica declaración a que no vale solo con conocerse unos cuantos mapas, si no que conocerse los recovecos, cada rincón, cada paso por absurdo que parezca, puede sumar puntos para que lleguemos a tener entre nuestras manos la ansiada corona. La corona actúa en ‘Fall Guys’ como una representación de la lucha, del esfuerzo, de utilizar el dicho de “más vale maña que fuerza” que más de un jugador no termina de entender con sus empujones y agarrones.
Pero si bien el premio es la lucha por el esfuerzo, algo a lo que enseña constantemente ‘Fall Guys’ es a aprender, a saber que salvo la utilización de la maldad por medio de otros jugadores, las derrotas suelen ser más que justas porque nosotros mismos hemos errado y hemos obtenido nuestro castigo, tal como en una prueba de habilidad. Este castigo está penado con la derrota, pero también está premiado con un aprendizaje que, en algunas ocasiones, puede sernos inútil para la siguiente partida; de nada sirve ejecutar una estrategia en el nivel Rock n’ Roll si el otro equipo actúa mejor, nosotros la pifiamos con nuestra estratagema o nuestro equipo no nos ayuda a prosperar. En el título hay un premio constante que es el de la astucia y el de saber adaptarse a cada situación, a aprender y desaprender constantemente y tomarnos cada maratón hacia la meta como un nuevo sol que amanece y del que somos testigos.
La gran virtud que posee ‘Fall Guys’ es que con pocos mapas es precisamente la variedad de situaciones de la que hablábamos antes la que nos hace partícipes de volver a vivir experiencias nuevas en lugares que ya parecían recorridos y que teníamos perfectamente estudiados. Estas situaciones ayudan al jugador a que pase por diferentes estados, ya sea de enfado por una derrota provocada por otro jugador, frustración por haber vuelto a perder y no ganar la corona una vez más o el extásis porque una partida que empezó de forma horrible y donde entramos por los pelos a la meta, se ha convertido finalmente en nuestro paso a la gloria. En el título todo es posible y prima por encima de todo una diversión que se torna magia cuando lo juntas con una simpática ambientación y unos personajes que son graciosos y tienen personalidad.
Por mucho que aparezcan situaciones negativas en nosotros—a veces es inevitable—, Mediatonic consigue que siempre exista otra partida, siempre invita a que no veamos como nuestro personaje aparece seguido de la palabra eliminado o es expulsado de su enanísima cabina mientras los demás jugadores salen en verde. En el juego existe constantemente esa capacidad de superación de obstáculos que, en esta ocasión, es literalmente así. Existe esa constante lucha por soñar con el día en que llegarás el primero en la Montaña Majareta o que la lava no te zampara en el hórrido nivel donde tendremos que evitarla mientras sube sin fin a mojarnos nuestros frágiles cuerpos de goma. Siempre existe ese mensaje de "algún día llegarás a conseguirlo".
Algo maravilloso que se sucede en el juego es la concepción de la velocidad y es que si bien el jugador tiene que llegar antes que un determinado número de participantes a la meta, las prisas, como en otro de los famosos refranes del popular español, no son buenas consejeras. Cuando primas el ir a toda máquina sin pensar por dónde ir o qué hacer, el juego te suele castigar de una manera en la que constantemente te indica que debes reflexionar, parar y pensar tus movimientos con cautela. Cuando en el nivel de Esquiva y Cae o en De Puntillas solo avanzamos sin tener clara una estrategia, lo más común es que acabemos besando el suelo y el título siempre nos vuelve a dar una y otra oportunidad para tener claro que la mejor estrategia es no tenerla, pero eso no significa negarnos a pensar qué vamos a hacer para conseguir superar el nivel. La astucia e ir sin pausa pero sin prisa prima por encima de querer hacer todo a una velocidad endiablada.
Cuando éramos pequeños soñábamos con vivir multitudes de experiencias que nos hiciesen temblar de emoción y confiar en nuestro talento innato para superar las pruebas más complicadas y vencer cualquier obstáculo que se nos pusiera por delante. ‘Fall Guys’ ha permitido que muchos jugadores cumplan este sueño bajo un estilo como el del battle royale que centraba sus puntos fuertes en la utilización de armas y en los disparos y la precisión por encima de la habilidad, tranquilidad y conocimiento como ocurre en el título de Mediatonic.
‘Fall Guys’ ha sabido ocupar el mercado con una propuesta fresca, en un momento del año idílico para ello y eso a los jugadores les ha conquistado. La diversión que proporciona el título y las disparatadas situaciones que se suceden, hacen de ‘Fall Guys’ un lugar que invita a quedarse, a seguir viviendo experiencias y, en el caso de muchos—entre los que me tengo que incluir—a seguir ansiando esa corona que parece no llegar nunca.
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