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Portátiles

Tenemos más consolas portátiles que nunca pero yo sigo echando de menos algo intangible que parece que no volverá

Lo que aportaba antes una consola portátil no lo encuentras hoy en día.

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Vivimos en la generación de las portátiles y, sin ir más lejos, acabo de probar durante unas semanas la nueva ROG Xbox Ally. Todos estos dispositivos tienen algo en común: ofrecen la experiencia de tener un PC, con su libertad y posibilidades, en la palma de la mano. Con esta consola, he podido jugar desde un título indie que tenía en mi biblioteca de Steam desde hace varios años hasta los nuevos lanzamientos de Xbox Game Pass. Sin embargo, lo que echo de menos de las consolas portátiles es justo lo contrario a lo que ofrecen estas nuevas máquinas.

Las portátiles sin alma

A nivel técnológico, soy el primero que pone en valor a estos dispositivos, capaces de mover casi cualquier juego del mercado en formato portátil. Hace unos años, esto nos parecería pura brujería, algo por lo que muchos pagarían mucho dinero. Precisamente, fue una gran parte del éxito de estas primeras portátiles, como Steam Deck, que apelaban a la idea de jugar en ese formato a cualquier juego que pudieras tener en tu televisión o PC de sobremesa. Una maravilla.

Pero ninguna ha conseguido enamorarme como lo hiciera en su día aquella fabulosa Game Boy original (ya me siento viejo), o las posteriores iteraciones de Nintendo. Soy un fan absoluto de PSP y PS Vita, y ojalá PlayStation trabajara en una nueva portátil en los próximos años. También me hubiese encantado que la idea de una Xbox portátil cuajara... pero no de la manera en que esperamos. Yo no quiero una portátil que me permita jugar a los mismos juegos que ya tengo en mis consolas de sobremesa, quiero una portátil como esas Game Boy o Nintendo DS: que tengan alma propia, que tengan un propósito de existir más allá de permitir jugar a cualquier título del mercado en formato portátil.

Yo siempre suelo jugar en el sofá de casa, con la televisión. Incluso con Nintendo Switch y Nintendo Switch 2, gran parte de mi tiempo lo dedico al modo sobremesa, cediendo el modo portátil a momentos puntuales como viajes. Igual que he sentido, durante estas semanas junto a ROG Xbox Ally, que estaría mucho más a gusto disfrutando de esos juegos en mi televisor con la Xbox Series X encendida. Sin embargo, todo cambiaría si estas portátiles fueran únicas y aportaran un valor por sí mismas.

Con la familia Game Boy y la familia DS, Nintendo dio en el clavo. Separaba sus juegos en su consola de sobremesa y en su consola portátil, y ambas eran diferentes, cada una con sus características y títulos. Las limitaciones que tenían las consolas portátiles respecto a las consolas de sobremesa eran su punto fuerte, aunque suene contradictorio, ya que permitía a los estudios que expresaran sus ideas en obras diferentes, siempre dentro de este marco delimitado. Las limitaciones, en el mundo de los videojuegos, son positivas: si en cualquier portátil pudiésemos mover hasta el motor gráfico más potente del mercado (como ocurre ahora), ¿qué sentido tienen? Ninguno, más allá del simple hecho de poder utilizarse en ese formato.

Echo de menos los juegos portátiles de verdad

Porque todavía recuerdo con cariño los Mario en 2D de las portátiles de Nintendo, por ejemplo, o los mejores Pokémon de la historia, cuyos píxeles siguen enamorando... porque las limitaciones de las que hablaba también permiten que la expresión sea diferente. Mira cualquier juego de Game Boy Advance, por ejemplo, y dime si no tienen una belleza especial. Ese tipo de apartados artísticos se han perdido con el paso de los años, ya que buena parte de ellos nacían debido a las limitaciones que encontraban en el hardware. Pero eso no impedía que las grandes mentes de la industria no consiguieran sacar petróleo de ellas.

Game Boy Color tuvo un diseño transparente

Incluso el concepto híbrido de Nintendo nacido con Switch difumina el valor del formato portátil. Sí, seguimos teniendo los juegos de la compañía japonesa y seguimos pudiendo disfrutarlos como con sus portátiles de antaño... pero ya no encontramos esa diferenciación con la que convivimos durante años, ni esa búsqueda de experiencias diversas para adaptarse a las características de cada máquina. Incluso Sony, que siempre quiso despuntar en lo técnico con sus portátiles, aprovechaba esta limitaciones y particularidades. Ahora, sin embargo, las portátiles son simplemente cacharros que cumplen una función, pero que no aportan emoción.

La ilusión que me hacía encender cada una de mis Game Boy no se compara a lo que he sentido encendiendo una ROG Xbox Ally o cualquiera del resto de portátiles actuales. Que los juegos sean los mismos en todas las plataformas y formatos no es bueno para los jugadores ni para la industria. Y este es un debate que se podría extender hasta lo artístico: si en lo visual se continúa buscando el realismo, perderemos estilos de expresión, porque todo seguirá un mismo patrón, todo será aburrido. ¿Dónde quedarán los píxeles y la genialidad de los creadores para aprovechar las limitaciones creando algo bello, si cada vez hay menos limitaciones?

En definitiva, echo de menos las consolas portátiles, porque lo que encuentro ahora en el mercado no lo son. Son máquinas que me permiten jugar en formato portátil a los mismos juegos que tengo en mi consola de sobremesa o PC. Yo quiero que vuelvan las portátiles con alma, únicas, con desarrollos pensados estrictamente para ellas, con sus limitaciones y sus ideas propias. Tenemos las mejores portátiles de la historia a nivel técnico en nuestras manos... pero creo que son las peores que jamás hemos tenido.

Redactado por:

Más de 10 años en medios digitales, especializado en videojuegos y entretenimiento. De pequeño me metí dentro de una tubería con Mario y acabé en Shadow Moses. Desde entonces sigo por allí.

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