La Shonen Jump está cambiando, abriendo sus puertas a nuevos autores, y buscando a las estrellas que marcarán el futuro de la publicación. Con ese propósito Sueisha ha dado la oportunidad de debutar a nivel internacional a distintas firmas desconocidas en los últimos años. Así nacían obras como "My Hero Academia", o "The Promised Neverland". Pero en ese grupo de nuevos iconos no solo había espacio para la disección. El manga histórico se abría paso con "Kimetsu no Yaiba", una obra respaldada en el folclore japonés que heredaba lo mejor de "Rurouni Kenshin", y de "Saraiya Goyou" para traducirlo al efectivo lenguaje del shonen más clásico.
Pero no lo hacía siguiendo tropos y clichés, no al menos tal y como se podría esperar. Koyoharu Gotouge le aplicaba al producto su propio sello personal; Un tono más oscuro que bordeaba lo gore, y un arte increíblemente personal. Ambos pilares sobre los que se ha ido apoyando para labrarse todo un puesto de prestigio en las listas de ventas japonesas. Ante ese panorama, y la progresiva internacionalización de su alcance -licencias en otros países-, era solo cuestión de tiempo que un estudio de animación pusiera la vista en ella.
Dos años después de tocar el pasado japonés con "Katsugeki/Touken Ranbu", el equipo de ufotable volvía a recoger la katana esta vez para mirar más atrás. El estudio responsable de la saga Fate/Zero se enfrentaba a su reto más complicado de los últimos años. A intentar cumplir las altas expectativas que arrastraba la adaptación de una de las obras revelación de la Shonen Jump. ¿Lo han conseguido? Si bien los distintos adelantos promocionales no dejaban del todo claro cuál sería el acercamiento artístico al particular universo de Gotouge, todo ha comenzado a encajar cuando la sangre se ha vertido sobre la nieve.
Como ya viene siendo habitual en este tipo de adaptaciones, ufotable opta por la opción segura. Podrían haber arrancado distanciándose de las viñetas para implantar un sello propio, pero en cambio deciden apegarse todo lo posible al manga. Y el resultado no podría ser más positivo. Estamos ante un anime que no demuestra conformismo a la hora de traducir elementos y situaciones, yendo siempre un paso más allá. Sí, la historia se mantiene sin apenas cambios –al menos por ahora-, pero eso le da la oportunidad al estudio para brillar en las fortalezas propias de la animación, y para lograr la misma intensidad emocional que alcanza el manga.
Presentar a Tanjirou Kamado como un chico responsable, amable y sensible era un paso indispensable para posteriormente poder dibujar su personalidad. Cierto es que para los lectores del manga esta exposición se puede hacer algo tediosa, pero la fórmula de Gotouge no necesitaba cambios para seguir funcionando. ¿Cómo? Presentando a un protagonista con el que es fácil empatizar. Un joven que ante la ausencia de una figura paterna se hace responsable de cuidar a todos sus hermanos y a su propia madre. El carácter de Tanjirou está forjado a fuego en un Japón árido y cruel.
En ese sentido el trabajo de ufotable con los fondos era crucial para poder preparar el giro narrativo sin perder fuerza en el proceso. Y no nos equivocamos al decir que aquí entregan uno de sus mejores trabajos. Lo consiguen haciendo un uso puntual y bien implementado del CGI, y optando por una paleta ocre que contrarresta con la pureza del blanco imponente de la nieve. Tanjirou está solo en una naturaleza imponente y la materialización misma del mal; Los demonios (鬼). No se puede negar que la introducción de estas criaturas resulta algo previsible, pero el estudio lo compensa traduciendo el impacto de las viñetas en terror visual.
“No tenemos una vida fácil, pero somos felices”, asegura el joven pocos minutos antes de que su visión del mundo cambie para siempre. “Pero la vida puede cambiar como lo hace el tiempo. Se mueve y sigue adelante”. "Kimetsu no Yaiba" se apega a la máxima del Saṃsāra empujando a todos sus personajes a evolucionar para alcanzar un estado de existencia más perfecto. En este caso sin embargo el ideal del renacimiento -reencarnación para el budismo- es prácticamente inalcanzable. Para los que caen en manos de los demonios, rendidos ante la injusticia de esa vida, y para los jóvenes que se convierten en cazadores. Tanjirou sin embargo no tiene elección.
Por encima de la profundidad de los paisajes, o de la adaptación tan fidedigna del dibujo de Gotouge, donde realmente brilla ufotable es en la construcción de las motivaciones del protagonista. Su dolor, manifestado a través de la muerte de la familia, pronto da paso a una resiliencia que ni siquiera Giyu es capaz de tumbar. Una fuerza que nace de la venganza, pero que pronto se convierte en amor hacia Nezuko. Tanjirou está dispuesto a romper las normas de su propio mundo para acabar con el determinismo que le ha empujado a las tinieblas. A luchar siempre a contracorriente.
"Kimetsu no Yaiba" no se esconde a la hora de apoyarse en los tropos más clásicos del shonen –protagonista con una misión de venganza, entrenamiento, elementos fantásticos, poderes y habilidades-, pero su ambición va más allá de ser un simple entretenimiento trufado de acción y diálogos grandilocuentes. La solidez que Haruo Sotozaki demuestra en la dirección, los trazos tan atractivos de Akira Matsushima, y la elegante banda sonora de Yuki Kajiura ponen las bases de un anime dispuesto a demostrar que el shonen todavía tiene mucho que ofrecer. Pero no desde el ‘qué’, sino desde el ‘cómo’.
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