Dominar al personaje para confeccionar un mensaje propio, o dejar que la estrella moldee la historia de su adaptación. Aunque Hollywood parece haberse aficionado a los biopics (y sus dólares), las constricciones que impone un género así no terminan de dibujar una receta clara del éxito. Tan difícil es acertar como contentar a los seguidores del personaje escogido para bailar. Fox tuvo más suerte en la taquilla que entre la crítica gracias a la popularidad de Freddie Mercury, pero Paramount no parece haber querido confiar solo en el legado de su estrella. "Rocketman" es el biopic menos biopic de todos los vistos hasta la fecha, y precisamente esa es su principal ventaja.
No contento con solucionar la papeleta de Brian Singer en "Bohemian Rhapsody", Dexter Fletcher quería su propia película. Una producción no heredada y libre de polémicas que le permitiera demostrar el potencial de un genio con tantos claroscuros como Elton John. Con la experiencia adquirida de la cinta protagonizada por el inexpresivo Rami Malek, el cineasta saltaba a la colorida y brillante producción liderada por Taron Eggerton. Sin ningún respaldo, pero con la ventaja de conocer los fallos de una cinta de la que no podría separarse lo suficiente como para evitar las comparaciones.
¿Es mejor "Rocketman" que "Bohemian Rhapsody"? Pregunta trampa, pero necesaria para definir una cinta que abandona la comodidad narrativa en pos de sumergirse en el lenguaje musical. Que dice 'no' al despotismo comercial anclándose en la suspensión de la incredulidad. Fletcher confecciona un relato apoyado enteramente en las canciones, que busca abrir en canal a John sin caer en los reduccionismos propios de un guion adaptado. En ese sentido Lee Hall sabe bailar con el cantante al igual que ya lo hiciera casi dos décadas antes con Billy Eliot. No tanto por el esquema narrativo a recorrer, sino más por el corazón y la pasión que el guionista vomita sobre un libreto que destila realismo mágico por sus cuatro costados.
Desde los diálogos, pasando por la fotografía, hasta los propios números musicales, todo responde a la intención manifiesta de homenajear sin tomar partido en interpretaciones biográficas interesadas. La película no tarda en desmarcarse de los pasos que siguió el biopic de Queen, estableciendo un tono situado en sus antípodas; una reunión de alcohólicos anónimos sirve para que un Elton demacrado y derrotado por la realidad abra su corazón, reviviendo con imaginación y mucha nostalgia los momentos más importantes de su vida. Es el propio Egerton el que ejerce aquí de narrador omnisciente, combinando a placer realidad con imaginación, mientras el espectador se deja llevar por los grandes clásicos de la estrella.
La idiosincrasia, o quizás imagen, que el marketing ha querido vender de John durante toda su carrera condicionan la narración desde el minuto uno. Todo es exagerado, colorido y desafiante. Fletcher quiere saborear "Crocrodile Rock" y "Goodbye Yellow Brick" oliendo el fervor del escenario, pero también busca deconstruir a la figura trazando la ya conocida tiranía del éxito. No resulta extraño que la cinta comience sus pasos dibujando la triste y melodramática infancia del protagonista, para ir bebiendo de la fortuna que cosechó durante sus años de juventud, hasta terminar abrazando la demacre inherente al high standing de la farándula.
"Rocketman" quiere hacernos sentir miserables, conscientes de la crueldad con la que la vida trata incluso a las figuras públicas de más éxito. Pero no desea traducir eso en un mensaje final aletargante. Por sus formas y su vocación hacia el espectáculo, se puede intuir una vena positivista, sustentada en una música capaz de derrotar a cualquier escéptico. Ahora bien, no se debe confundir el tono burlesco del metraje con la condescendencia con la que "Bohemian Rhapsody" trataba a Mercury. "Rocketman" se toma todas las libertades que necesita para entretener, pero lo hace con honestidad y siempre de cara.
El edulcorante que rezuma la producción de Fox aquí es sustituido por un estilo directo y pasional capaz de traducir los pasajes de sexo y drogas en un retrato normalizado y objetivo del alma del cantante. Sí, John es homosexual, y sí, consumió estupefacientes durante un periodo de su vida, pero Fletcher no necesita taparnos los ojos para evitar el drama. Tantos los buenos como los malos momentos forman parte de esta producción, y de ese binomio no deriva un visionado manchado por contradicciones. Al contrario. Los momentos de mayor oscuridad contrastan con el vuelo al piano del Troubador Club, o el naíf "I want to love" de la promesa de 14 años.
De entre tanto vaivén onírico termina naciendo una película tan fresca como imprevisible. Que da siempre más de lo que pide, y que busca la satisfacción por encima del conformismo impuesto por Hollywood. "Rocketman" entiende la materia que trata, y la hace crecer desde dentro explotando en un festival catártico de metáforas vitales, curiosidades musicales, y secuencias absolutamente desbordantes.
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