Hay un buen número de videojuegos de conducción que perduran en nuestra memoria, bien sean por la carga nostálgica que conllevan o por el hecho de que conforman un nombre con el estandarte de leyenda por bandera. El caso es que aquellos jugadores que crecieron conduciendo su vehículo por circuitos, carreteras o ciudades, ven en algún momento de su vida como las opciones para hacer un juego de coches son infinitas. Si Rocket League supuso una sorpresa dentro del mundo de la conducción por mezclarlo con un deporte como el fútbol, mezclar la conducción con la brutalidad de la sangre chorreando en la pantalla ya fue un disparo en la cabeza. Carmageddon logró que una gran parte de la juventud deseara subirse a lomos de sus particulares vehículos para sembrar el caos atropellando a pijos que vuelven de la compra, ancianas con andador o gurús de la comida.
Han pasado veinte años y todos hemos cambiado, la industria por supuesto también. Las brutalidades que hemos visto a lo largo de este año superan con creces lo ofrecido por Carmageddon en su pasado. Cuando la saga ha intentado remontar el vuelo, ha sido machacada debido a sus innumerables fallos de diseño. Es en este 2016 cuando Carmageddon: Max Damage ha intentado paliar el dolor sufrido con la anterior entrega, confiando en Stainless Games para hacer un juego correcto y con el que contentar a la gente. La respuesta al dedicarle unas horas al título es clara y de corta extensión: así no se hacen las cosas.
Cuando te enfrentas a un título de las características de Carmageddon: Max Damage, sabes de sobra qué te vas a encontrar. El título ya de por sí es un sinónimo de brutalidad extrema, de competitividad, de sangre que decore nuestro parabrisas. Buscas en él diversión, adrenalina y quemar rueda como un cosaco mientras tus rivales se transforman en chatarra digna de desguace. Cuando te montas en el coche con el objetivo de hacer tus primeros pinitos en el juego, te das cuenta de todo: no consigue la diversión y satisfacción que sí obtenías con el juego original. La razón parece resultar simple: se han conformado con querer hacerlo correcto, con no ir más allá.
En el término de la jugabilidad, Carmageddon: Max Damage ofrece carreras de seis vehículos en las que los modos determinan cómo se gana una partida. Destrozar a nuestros enemigos hasta que queden listos para ser chatarra procesada, mediante atropellos mortales a los peatones o ganando una carrera, las posibilidades se presentan diversas pero con algún que otro fallo que determina por claudicar un mal control del vehículo que manejemos. Bien es cierto que si la saga nunca se ha sostenido por una jugabilidad correcta en el control de nuestro coche, siempre ha podido manejarse en diferentes situaciones. El ejemplo más claro de que la práctica hacía el talento en anteriores ocasiones era con los derrapes; una persona podía tirarse carreras enteras para dominar esta técnica, pero al final lo acaba logrando como un campeón. En Carmageddon: Max Damage es una verdadera tortura intentar manejar un coche que se conduce mal, se siente inestable y apenas puedes lograr aunque sea a reconducirlo al circuito en cuestión. Este problema se hace soportable en algunos de los modos de juego, pero a la hora de competir por ganar una carrera se convierte en un auténtico dolor de cabeza. Ahí, en el momento que te das cuenta de cómo funcionan los coches en este título, empiezas a ver truncada toda esperanza de ver resurgir la saga que tantas y tantas horas nos otorgó en el pasado.
Si bien las carreras son un auténtico castigo terminarlas, los demás modos aunque funcionen bien son sosos y apenas aportan diversión y dinamismo al juego. Para empezar con mal pie, sólo hace falta pararse a comentar la duración de las pantallas de carga. Carmageddon: Max Damage es un título que requiere inmediatez por el caos y la destrucción, un videojuego que pronuncia la rapidez por ponernos a conducir esos bichos de metal tuneados. Cuando por fin te pones manos a la obra con el título, te encuentras ante un circuito que está bien planteado como mapeado pero que se olvida de lo importante: de la jugabilidad, de hacer sentir al jugador que se está divirtiendo y lo está pasando bien.
Si en el caso de nuestro coche el manejo es terrible, la IA de los pilotos enemigos decide que no nos sintamos solos. Con la competitividad reducida a un nivel nulo, en el título se dan casos en los que la IA perfectamente podría destrozarte y sin embargo se queda parada esperando a ser derrotada por ti, abandonando toda lucha por competir para ganar. Da la sensación en todo momento de que estamos combatiendo contra enemigos con el motor gripado, con las ganas de vencer nulas, con una especie de depresión que les impide ser pilotos grotescos y competitivos. Es un fallo tremendo en un juego de conducción no añadir dificultad competitiva, puesto que hasta en los niveles más altos estos fallos son altamente notables.
Todos estos fallos de jugabilidad acaban por enfadar al usuario, y más cuando uno se da cuenta de lo largo que es el juego, de la personalización que tiene y de la variedad de escenarios que nos ofrece. En el caso de lo primero podremos diseñar los diferentes coches que desbloqueamos en el modo carrera como nos plazca, añadiendo diferentes piezas que hagan a nuestro coche una auténtica bestia en la competición. En el caso de lo segundo es donde más enfada: los escenarios en su concepto de competición resultan agradables, están bien diseñados debido a la gran cantidad de ítems que tenemos para destrozar a nuestros enemigos y para colmo, convencen a la hora de recorrerlos. ¿De qué sirve todo esto cuando una jugabilidad lo estropea? Exacto, no sirve para absolutamente nada.
Si en lo jugable resulta que Carmageddon: Max Damage no cumple con lo esperado, en lo técnico resulta más negativo que positivo el resultado. Se podía comprobar desde un primer momento que gráficamente es probable que quedase demasiado arcaico, que sus modelados estuvieran poco trabajados, y a nivel general se puede decir que así ha sido el veredicto final.
He hablado anteriormente de lo bien planteados que estaban los mapas si nos centramos en la jugabilidad, pero en términos de apartado gráfico queda resuelta la duda prontamente sobre su calidad. Las estructuras dan la sensación de no estar trabajadas, de infundir el concepto de que están colocadas a partir de texturas hechas en un par de días de trabajo. Por otro lado podremos observar también una dejadez visible en los movimientos de los viandantes y en su poco interés por huir del despropósito que estamos haciendo: hasta en cualquier Grand Theft Auto la gente lucha más por su vida que en este Carmageddon: Max Damage.
Por otro lado resulta alentador encontrarnos con un videojuego que disfruta de estabilidad en sus FPS: se mantiene constante y además ofrece el frenetismo que el videojuego necesita. También se tiene que valorar positivamente el saber solucionar los problemas que habían tenido anteriormente con Carmageddon Reincarnation en cuanto a bugs y demás problemas técnicos.
Había un gran número de personas que confiaban en que este título resultara una vuelta de tuerca para aquello que nos ofrecieron hace unos años. Esa bestia que paseaba por el asfalto con el objetivo de destrozar y hacer divertir a miles de jugadores en todo el mundo, se ha convertido en un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas.
Carmageddon: Max Damage compone un alma en el que se encuentran unas cuántas cosas buenas sepultadas por un montón de problemas que son imposibles de obviar. Las maneras empleadas en este título han vuelto a ser desastrosas debido a los problemas ya relatados anteriormente. Unas carreras que invitan más a desconectar tan pronto como se pueda del título, que a seguir quemando rueda y viendo la sangre volar por el aire. Tendremos que seguir esperando a una resurrección de la saga.
eeee
Una pena que no haya salido un juego a la altura de las circunstancias :/
Me fastidia que se haya abandonado el género de los Destruction Derby y Carmaggeddon y solo queden juegos apresurados, indies o el Burnout. ¡Yo quiero esa destrucción de vuelta!