Análisis The End Is Nigh
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ANÁLISIS

Análisis The End Is Nigh

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La industria de los videojuegos ha crecido y sigue haciéndolo a pasos agigantados. Los juegos que más se venden son obra de cientos, si no miles, de profesionales altamente cualificados; las discusiones acerca del alcance del videojuego como medio llegan a todos los sectores; y, en general, hay veces que llegamos a perder la perspectiva de que esto son "solo" videojuegos. Sin embargo, gracias al auge de la industria independiente y la variedad de creadores, también nos encontramos con propuestas que dejan de lado estas cuestiones para crear obras más clásicas, enfocadas claramente al apartado jugable y con un objetivo bien definido: divertir.

Y aquí es donde, entre otras muchas figuras, Edmund McMillen ha logrado hacerse un nombre y labrarse una reputación que le precede. Y no es para menos, pues este diseñador independiente nos ha brindado algunos de los títulos más divertidos de los últimos tiempos como son Super Meat Boy y The Binding of Isaac. Ambas obras destacan por dejar de lado elementos comunes en los videojuegos modernos y centrarse sobre todo en ofrecer un apartado jugable sobresaliente. Es por ello que no extraña ver la expectación que ha causado The End Is Nigh, lo nuevo de Edmund McMillen y Tyler Glaiel que se anunciaba hace apenas unas semanas. ¿Queréis saber qué nos depara en esta nueva obra? Pues preparaos para el fin del mundo porque comenzamos nuestro análisis de The End Is Nigh.

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El fin está cerca

Edmund McMillen se caracteriza por ofrecer obras con una temática muy oscura; y The End Is Nigh no es una excepción. En este título nos ponemos en la piel de Ash, una de las pocas cosas que han quedado vivas tras el apocalipsis. Nuestro objetivo como este pequeño ser sin demasiada forma es el de recorrer el devastado mundo en que nos encontramos para poder recolectar trozos de seres vivos y construir un amigo. Sí, es tan turbio como parece; pero lo peor es que en nuestra aventura podemos ir recogiendo escurridizos tumores que nos ayudarán llegado el momento.

Pero, como siempre, la historia no es tan simple como parece y a medida que avanzamos en el juego vamos conociendo a determinados personajes y viajando entre diferentes épocas. En este sentido, The End Is Nigh es bastante similar a las anteriores creaciones de Edmund, en donde la historia (si es que puede llamarse así) nos guía a través del juego estándar, pero se diluye en acontecimientos de los más extraños cuando vamos descubriendo secretos y mundos extra. De esta forma, el juego logra no solo resultar relativamente interesante, sino suscitar cientos de teorías de los muchos fans con los que cuenta alrededor del mundo. Y eso, añadido a los diferentes finales que podemos encontrar, hacen de la obra un misterio que, por el momento, no tiene solución.

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El sucesor de Super Meat Boy

Desde el momento en el que The End Is Nigh fue anunciado como un juego de plataformas, fueron muchas las dudas que asaltaron a los fans de las creaciones de Edmund. No se llama Super Meat Boy 2, así que suponemos que es algo diferente, ¿verdad? Pero, espera, es un juego de plataformas del creador de uno de los mejores títulos del género, así que algo de su esencia tiene que tener, ¿no? Lo cierto es que, tras haberle dedicado un buen puñado de horas, la mejor respuesta es definirlo como el sucesor de Super Meat Boy.

The End Is Nigh retoma el plataformeo más clásico de Super Meat Boy, pero cambia por completo las premisas. En esta ocasión nos olvidamos de contadores de tiempo y, en general, este elemento no cobra un papel central como sí lo hacía en la obra con la que Edmund saltó a la fama. En The End Is Nigh la clave está en la precisión de nuestros saltos, en saber cómo llegar a donde debemos llegar y en hacerlo con un timing y una precisión prácticamente perfectos.

En cuanto a las mecánicas, de nuevo nos encontramos una obra que apuesta por la simplicidad, reduciéndolo todo a un par de acciones. Podemos saltar, agarrarnos de salientes, caer con fuerza y deslizarnos entre rocas con una pequeña separación; eso es todo. La complejidad, como ya ocurría en Super Meat Boy, la incluye el diseño de niveles, que nos obliga a combinar de forma precisa estas acciones a las cuales tenemos acceso. En este sentido, a pesar de que las propuestas son muy similares, The End Is Nigh consigue marcar una gran diferencia con Super Meat Boy a través de las mecánicas. El cambio de los saltos en las paredes por esta opción de agarrarnos a bordes hace de esta una obra bastante más lenta, encajando genial con las propuestas y logrando que se sienta, a pesar de su innegable parecido, como un videojuego muy distinto.

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Pero donde mayor es el cambio y más se palpa la evolución de The End Is Nigh es en el mapeado. El avance lineal de superar un nivel y no repetirlo hasta querer obtener una mejor marca se cambia por un sistema más complejo en el que, como si de un metroidvania se tratara, tendremos que volver atrás y repetir niveles para desbloquear todo lo que nos ofrecen en forma de tumores y secretos. No aprendemos nuevas habilidades a medida que avanzamos, pero sí se nos explica el funcionamiento de algunas, abriéndonos los ojos y haciendo que nos demos cuenta de cómo se llegaba a aquel saliente tan sospechoso de hace 6 niveles. El mapeado en sí se divide en mundos conectados entre sí que cuentan con 15 o 20 niveles cada uno, dándonos la opción de hacer un viaje rápido al comienzo de todos ellos.

Pero el toque de la casa, la rejugabilidad que no puede faltar en un juego de Edmund, lo ponen los coleccionables que nos encontramos. Cada uno de los niveles del juego cuenta con un tumor que podremos recoger. A medida que vamos recogiendo estos tumores se nos abren puertas a determinadas zonas secretas en las que encontrar cartuchos, que resultan ser otro de los coleccionables. En casi todos los mundos nos encontramos con al menos un cartucho; y si bien los tumores nos abren puertas, los cartuchos nos desbloquean pequeños minijuegos que, a efectos prácticos, son nuevos mundos algo más cortos que los habituales pero con normas especiales (y una estética retro realmente chula). Y por si todo esto fuera poco, en cada mundo hay zonas secretas en las que conseguir megatumores (packs de 5 tumores) y algunos personajes con los que charlar. Desde luego, por contenido no se va a quedar corto The End Is Nigh.

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Marca de la casa

Todo esto suena apetecible, pero, ¿y si ahora os digo que los controles fallan, que el diseño de niveles es repetitivo y que el juego no se deja jugar? Sería una pena, ¿verdad? Bueno, lo cierto es que, por fortuna, la realidad poco tiene que ver con esto. Si algo destaca en los juegos de Edmund es que, independientemente de que sus premisas puedan gustarte o no, el apartado jugable sobresale por todos lados; y The End Is Nigh sigue esa misma estela.

En este nuevo título se nos exige realizar saltos muy precisos, de forma rápida y sin apenas margen de error. Gracias a Dios (o más que a Dios, a los creadores del juego), los controles de The End Is Nigh vuelven a responder como ya lo hacían en Super Meat Boy: a la perfección. Desde el comienzo la sensación es buena, no tardamos en acostumbrarnos a las mecánicas y todas ellas responden a la perfección, haciendo que nos sintamos plenamente culpables de cada una de nuestras muertes. Tal vez uno de los pocos peros que le podamos poner a lo nuevo de Edmund esté aquí; a pesar de que los controles funcionan a la perfección, en determinados saltos que requieren engancharnos directamente a un saliente el juego no ofrece suficiente feedback visual para saber si estamos demasiado cerca o demasiado lejos de dicho saliente. A base de hacerlo y practicar terminaremos por acostumbrarnos, eso es cierto, pero a nosotros nos ha faltado ese pequeño detalle que permita, desde un principio, saber si el salto es bueno o no.

Por su lado, el diseño de niveles vuelve a tener una calidad abrumadora, sacando provecho del potencial de las mecánicas de las formas más retorcidas y diabólicas que os podáis imaginar incluyendo edificios que se caen, plataformas que se rompen, gas venenoso en el que apenas duramos unos segundos y un sinfín de detalles que le dan variedad a la experiencia jugable. Además, gracias al hecho de poder volver atrás con la experiencia de los mundos más avanzados, muchos niveles son, en realidad, dos niveles distintos. Que cómo es posible, os preguntaréis; pues bastante sencillo (de imaginar, que no de hacer), simplemente la experiencia de jugar una pantalla de derecha a izquierda es completamente distinta a hacerlo en sentido opuesto. Una de esas pequeñas genialidades que hacen de The End Is Nigh la maravillosa obra que es.

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¿Y la dificultad, qué pasa con ella? Pues, como no podía ser de otra manera, The End Is Nigh es un juego dificilísimo. Es como Dark Souls pero en plataformas (no, es broma, no tienen absolutamente nada que ver). Al igual que ocurría en Super Meat Boy, la muerte y la frustración están integradas como un elemento más del juego. Morir es algo normal, algo que haremos mucho, algo que será de utilidad para aprender y, sobre todo, algo con lo que el juego consigue retarnos y mantenernos pegados a la pantalla durante horas. El diseño del videojuego está hecho con esto en mente y por ello, para evitar resultar extremadamente tedioso, los niveles son cortos (apenas requieren unos pocos saltos) y las reapariciones instantáneas. Hay frustración, por supuesto, pero el juego está tan bien hecho que ningún objetivo se antoja imposible, y aunque hayamos muerto 100 veces en la misma pantalla, seguiremos con la idea de que el próximo intento será el definitivo.

En resumen, a nivel jugable The End Is Nigh es lo que las mejores previsiones de una secuela de Super Meat Boy podrían vaticinar. Un juego que no solo se limita a ofrecer más de lo que ya nos gusta, sino que apuesta por una fórmula que, aunque resulte similar, incluye pequeños cambios que tienen un impacto fuerte sobre la jugabilidad. Y lo mejor es que todos ellos, en conjunto, funcionan como un todo que resulta tremendamente adictivo. The End Is Nigh logra jugar con la frustración, el fracaso y el enfado para hacernos auténticos yonkis de lo que propone.

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Bendito fin del mundo

En su apartado visual, The End Is Nigh apuesta por una estética bidimensional en la que se diferencia con claridad qué es el fondo y qué es el escenario como tal. Todo el juego luce un estilo bastante simple pero que, a la vez, resulta realmente agradable a la vista. A pesar de no ser ningún derroche de calidad técnica, los diferentes detalles del escenario y la variedad entre los distintos mundos por los que avanzamos, hacen del juego una pieza visualmente muy atractiva.

Pero la joya de la corona está en la música. Si bien es cierto que los efectos sonoros no son demasiado llamativos, The End Is Nigh cuenta con una de las mejores bandas sonoras de los últimos años. Todos los temas que la componen son arreglos de música clásica. Entre muerte y muerte en los niveles más duros podemos encontrarnos tarareando temas como la Danza Macabra de Saint-Saëns, la Obertura 1812 de Tchaikovsky, o En la Gruta del Rey de la Montaña, de Grieg, entre muchas otras. Es extraño lo bien que encajan estos arreglos de temas tan conocidos en esta obra con una ambientación y estética tan peculiares.

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A nivel de rendimiento, el juego es exactamente lo que esperamos, una obra que no exige nada a nuestros PCs, sin tiempos de carga y totalmente pulida. Si queremos hablar de duración, nos encontramos en una encrucijada importante; el juego como tal, sin niveles extra ni secretos, se puede completar en apenas un par de horas (de hecho, un logro es hacerlo en menos de hora y media), pero como siempre, la profundidad va mucho más allá y lo que el juego dura depende mucho del jugador, pero al menos 20 horas están garantizadas.

Una nueva obra para enmarcar

En definitiva, Edmund McMillen lo ha vuelto a hacer. The End Is Nigh es una nueva obra de esas que merecen la pena enmarcar. La arrogancia con la que está hecho este juego, que busca suscitar enfado y frustración en el jugador, me sorprende tanto como me agrada al ver que el resultado es, seguramente, clavado a lo que las mentes tras estas obras habían planeado. Un videojuego que presenta de forma simple sus mecánicas y utiliza un diseño de niveles tan retorcido como alucinante para exprimir todo el potencial y poner a prueba nuestras habilidades. Una fórmula que, aderezada con un diseño artístico excelente y una banda sonora candidata a cualquier premio que pueda existir, nos brinda un videojuego que enamora.

Es difícil buscar algún resquicio del que tirar del hilo para criticar a The End Is Nigh, y es que incluso en su dificultad reside una forma de guiarnos que consigue hacernos ver que el objetivo es posible. Tanto si sois fans de los juegos de plataformas como si no, me es imposible no recomendaros este videojuego. Edmund McMillen ya es un sinónimo de calidad y The End Is Nigh no defrauda en absoluto; un título que nadie se debería perder.

Redactado por:

Videojuerguista, lector y cinéfilo desde que tengo uso de razón. Hablo de videojuegos, cine, series o lo que me dejen. Incondicional del RPG clásico, lo indie y el wéstern. Me gustan los números y puedes encontrarme con una raqueta en la mano.