Cuando un videojuego se presenta con la etiqueta de "del director de BioShock y System Shock 2", es difícil que no consiga despertar en nosotros algo, aunque sea simplemente curiosidad por ver qué tiene entre manos una de las principales mentes tras estos shooters ya casi de culto. Y ese es el caso de Void Bastards, el nuevo videojuego del estudio Blue Manchu, cuya cabeza visible es Jonathan Chey. Con una personalidad de este calibre detrás, ¿quién puede resistirse a asomar la mirada?
Void Bastards es un videojuego independiente que busca mezclar dos mundos, aparentemente, antagónicos. El shooter en primera persona más clásico de obras como System Shock o BioShock se mezcla con elementos del roguelike más moderno para apostar por una obra capaz de gustar a los fanáticos de un lado y de otro. Pero, ¿cuál es el resultado de esta mezcla? ¿Consiguen Chey y su equipo ofrecer una obra a la altura de las expectativas? Acompañadnos en nuestro análisis de Void Bastards para descubrirlo por vosotros mismos.
Void Bastards basa sus mecánicas jugables en el shooter en primera persona con toques de sigilo. En cada nave que visitamos, tenemos que avanzar para recoger algunos recursos y piezas clave para continuar, abriéndonos paso bien a base de tiros contra todo lo que se mueva o de forma más sutil, utilizando el sigilo para tratar de pasar inadvertidos. En este aspecto es donde más se nota la herencia de los trabajos previos de Chey, y es que el diseño de niveles está perfectamente construido para ofrecer las dos opciones. Sin embargo, escoger una u otra no es tanto elección del jugador como imposición del juego, como veremos más adelante. Pero, antes de proseguir, hemos de remarcar que el gunplay de la obra se nota algo descuidado, lo cual es lógico porque Void Bastards no deja de ser una obra independiente, pero igualmente se habría agradecido una mejor sensación de disparo.
Estas mecánicas de shooter en primera persona, no obstante, no resultan el núcleo del videojuego, sino una herramienta con la que construir otras partes de la obra como la supervivencia. Matar enemigos no es un objetivo, es un medio; el objetivo es sobrevivir. En nuestro periplo por el espacio, necesitaremos munición, comida y combustible, sin los cuales nos veremos a la deriva, hambrientos, indefensos e, inexorablemente, derrotados. Debemos escoger las naves que queremos abordar en nuestro camino por el espacio, sopesar los riesgos y las recompensas y tomar, de acuerdo a ello, decisiones que marcan el rumbo de nuestra aventura. Y, aun así, moriremos.
Pero Void Bastards no es un roguelike como tal, en el que la muerte significa comenzar desde cero. Los elementos sirven a un propósito que veremos más adelante, pero no están ahí para ser el centro de la obra. No es Enter the Gungeon o The Binding of Isaac: Void Bastards es un roguelite en el que la progresión se mantiene y en donde apenas se castiga el fracaso. La aleatoriedad en las naves, los diferentes personajes que manejamos y las complicaciones imprevistas de nuestra aventura no están para que exploremos varios caminos desde el principio, sino para que nuestro camino no sea una autopista.
Void Bastards es un shooter roguelite con supervivencia. Pero no va de disparar, de empezar partidas desde cero ni de sobrevivir; va de sobreponerse a los obstáculos del camino, va de no estar cómodo en ningún momento. Como diría el pintor Bob Ross, en este juego no cometemos errores, solo "pequeños y felices accidentes".
Desde el principio, el juego es bastante claro con sus mecánicas y objetivos, permitiendo que nosotros podamos escoger un camino a seguir con una idea bastante buena de qué demonios está ocurriendo. Sin embargo, el videojuego comienza a lanzarnos inconvenientes cada instante. De repente, la nave que pretendíamos abordar para conseguir comida tiene un tipo de enemigo más difícil, o las luces apagadas y apenas vemos más que a unos metros de nuestro personaje, o está plagada de peligros como desperdicios nucleares. Todo ello sirve para que, constantemente, estemos obligados a replantearnos nuestra estrategia. Debemos ir haciendo cambios sobre la marcha y estos "pequeños y felices accidentes" son lo que realmente le da emoción y variedad al videojuego. Las opciones que la obra nos ofrece no están para que nosotros decidamos cómo abordar cada situación, sino para que el propio videojuego pueda obligarnos a abordar dos situaciones iguales de forma completamente distinta.
Pero lo mejor de todo es que, con un centenar de armas a nuestra disposición y una variedad increíble de enemigos, la cantidad de estrategias que tenemos (o, más bien, que el videojuego tiene) a nuestro alcance es enorme. Debemos aprender los patrones de los enemigos, los efectos de nuestras armas e incluso a sacar provecho de lo que a priori eran desventajas (como las luces apagadas o los desperdicios nucleares que comentaba anteriormente). Y hacerlo resulta realmente satisfactorio. Además, como la penalización por morir es prácticamente nula, el propio videojuego nos insta a experimentar, a descubrir por nosotros mismos qué funciona y qué no.
Y, para que nunca sintamos que estamos atrapados, casi todas las exploraciones peligrosas tendrán como recompensa un material que nos permitirá construir algo nuevo, ya sea un aparato para buscar ciertos materiales, un arma, una granada o simple munición. De esta forma, Void Bastards resulta realmente dinámico. Tras cada minuto que pasa, el juego es capaz de sorprendernos para que el siguiente paso en nuestro camino nunca sea tal y como nos esperamos.
Si hay algo que destaca y que es capaz de dotar a Void Bastards de muchísima personalidad desde un principio, es su apartado artístico. Todo el videojuego tiene una estética de cómic con una paleta de colores que mezcla algunos tonos realmente oscuros con neón para crear un contraste que hace de la obra una maravilla visual. El mismo contraste se produce entre elementos tridimensionales del entorno y los enemigos y efectos bidimensionales que nos encontramos. En general, Void Bastards resulta tremendamente espectacular a nivel visual, y ofrece una de las obras más llamativas, en este aspecto, de todo el 2019.
La cantidad de contenido y variedad de situaciones que Void Bastards es capaz de presentar hace que las aproximadamente 13 horas que nos ha durado su campaña principal se hagan incluso cortas. No llega a caer en la sensación de repetición y, a medida que avanzamos, las situaciones se van volviendo más bizarras. El hecho de no tener una curva de aprendizaje tan dura como la mayoría de roguelikes del mercado también ayuda a que estas primeras horas sean mucho más satisfactorias; pero, sin embargo, constituye otro de los puntos negativos del videojuego, y es que una vez completamos esta campaña, el título no incita a hacer mucho más. Lejos de los roguelikes puros, Void Bastards tiene un principio y un final que, aunque disimula con algunos modos extra, sigue siendo un final; la rejugabilidad es muy limitada y las sorpresas caen una vez acabamos esta excepcional campaña.
Void Bastards es un videojuego absolutamente divertido y genial durante las horas que dura su campaña principal. La estética de cómic, tanto en medio de los combates como en las cinemáticas, le dota de una personalidad que la jugabilidad no desperdicia. Un juego que se centra en los problemas, en tenernos incómodos y buscando soluciones estratégicas, en donde debemos ser flexibles y adaptar nuestro plan a lo que la situación requiera para poder seguir adelante.
Con todo ello, Void Bastards resulta una de las sorpresas más agradables de todo el 2019. Tal vez no haya hecho mucho ruido y tenga fallos en el gunplay, pero la calidad de la propuesta de la obra de Blue Manchu es innegable y, desde luego, tanto los fans del roguelike como de los shooter clásicos pueden disfrutar mucho de esta espectacular propuesta.