Seis años después de comenzar la pesadilla la serie se enfrenta a sí misma intentando justificar un paseo por el infierno casi injustificable. "Ataque a los titanes" afrontaba su tercera temporada con la promesa primero de derrocar a la monarquía y desmontar sus tóxico sistema propagandístico, y segundo con la misión de desvelar el secreto del sótano de Grisha; ese macguffing que incitaba a Eren a emprender su viaje, y que siempre había servido como pretexto para que Wit obrara narrativamente a su antojo.
El teatrillo de mentiras y cliffhangers había funcionado increíblemente bien, pero la historia debía superar su punto de inflexión más importante. El episodio 19 de la tercera temporada venía a dar respuesta al secreto del laboratorio con un pasaje nostálgico por la infancia de los protagonistas, y un mensaje alentador de cara a las nuevas generaciones supervivientes. Y todo ello orbitaba en torno a una sorpresa que muchos no han sabido valorar en su justa medida.
Este artículo solo contiene spoilers del anime. Todas las referencias presentes en el manga no aparecen incluidas en la reflexión.
¿Tanto tiempo esperando para una simple fotografía? Lo que encuentra primero Mikasa y después el resto de supervivientes en ese doble fondo escondido bajo el suelo de la estancia resulta ser un simple objeto. Un artilugio que requiere del espectador cierta capacidad analítica para comprender las implicaciones contextuales que arrastra de cara al devenir de la adaptación. Algo que se puede desconstruir en dos dimensiones ciertamente diferenciadas.
Por un lado encontramos la implicación más rápida y directa, lo que tiene que ver con el pasado de Grisha y las tribulaciones narrativas que Wit había ido tejiendo en torno al ambiguo pasado de Eren. La fotografía muestra a su padre de joven junto a una niña. Este elemento novedoso de guion se ve posteriormente ampliado en una secuencia postcréditos que pone nombre a los personajes y los contextualiza en un nuevo escenario.
Hablamos de Grisha y de su hermana pequeña Faye. Lo más impactante sin embargo no son ellos. Lo que realmente desgarra la naturaleza del universo de Isayama es el lugar donde se encuentran; una ciudad ajena al mundo interior de las murallas, en el que el mangaka parece trazar paralelismos claros con los guetos de la Segunda Guerra Mundial. Murallas interiores, estética de principios del XX, y un símbolo distintivo que recuerda inevitablemente a la discriminación racial contra la comunidad judía.
"La humanidad no se extinguió ahí fuera". Las palabras impresas por Grisha en el reverso de la fotografía abren la ventana a la parte crucial de la revelación. No se trata tanto de conocer el origen del padre de Eren, sino de comprender que la monarquía no era la única mentira impuesta para maquillar el pasado. Erwin tenía razón al afirmar que los libros de historia estaban manipulados con algún tipo de intención. Que no todos murieron fuera de las murallas.
El aparato propagandístico perfila un estamento superior de origen desconocido con el que tendrá que lidiar "Ataque a los titanes" en su futuro. Y lo tendrá que hacer normalizando lo que ahora se convierte en un nuevo universo lleno de posibilidades. Aquí entra en juego el aspecto simbólico más determinante de la revelación, si lo aproximamos desde una perspectiva narrativa.
"Esto no es un dibujo. Se llama fotografía", la respuesta de Levi ante la actitud naíf de Eren es una metáfora directa al espectador. A la sensibilidad emocional a la que había sometido el anime a todos aquellos que metían un pie en su universo. La ausencia intencionada de información lograba multiplicar el efecto de los sacrificios, y daba preponderancia máxima a los mensajes inspiradores de los supervivientes. Pero también desdibujaba inteligentemente el mundo de Isayama
Los titanes y la humanidad. Ese maniqueísmo simplista contrastaba de forma intensa con el matiz de grises infinitos con el que el mangaka construía a sus personajes, y daba forma al fuerte componente moral y ético de la historia. La fotografía entra en acción no solo como un punto de inflexión para la trama, sino también como un cambio de paradigma. Wit rompe diegéticamente la serie con un elemento ajeno a la cronología ficticia en la que se ambientaba.
Las implicaciones de combinar tecnologías de distintas épocas en un mismo punto de la historia son múltiples, y no han sido pocas las obras literarias y cinematográficas lo han explorado en el pasado. Choques culturales, civilizaciones arrojadas a entenderse en una jerarquía natural y desigual de poderes, y en última instancia, inestabilidad. "Ataque a los titanes" ahora abraza conceptos inéditos sin terminar de soltar el poder simbólico que posee la mentira. Todo lo que espera ahora es dolor.
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