Las descomunales incógnitas que se esconden en la parte más oscura del desmesurado cosmos obliga a nuestra mente a interpretarlo desde los extremos. Principalmente para reducir la complejidad de lo que está intentando comprender y evitarnos uno de esos malos ratos que se pasa cuando fuerzas mucho el cerebro y empieza a sangrarte la nariz. Es por ello que el género de la ciencia ficción tiende a polarizar sus temas hacia los polos: bien pueden desarrollar sus ideas desde un punto de vista más existencialista donde nos colocamos a nosotros mismos como un grano de arena dentro de un vasto desierto o, por otro lado, intentar reducir a lo absurdo las inimaginables claves del universo a raíz de un avispado sentido del humor. Y, precisamente, Journey to the Savage Planet es una de esas extravagantes obras que se vale de ambos caminos para dar con una propuesta única.
La obra debut de Typhoon Studios se postra como una experiencia que busca dar una respuesta a esa inherente inquietud humana por adentrarse en lo desconocido o, dicho de otra manera, como una que es consciente que la mayor virtud de una aventura reside en los parajes y las criaturas que se cruzarán en nuestro camino. Es por eso que os queremos invitar a ajustaros los trajes espaciales y acompañarnos en las siguientes líneas por una de esas travesías que serán difíciles de olvidar.
Hacia el infinito, pero entre risas
Tal y como ya mencionábamos en nuestras primeras impresiones del juego, Journey to the Savage Planet es uno de esos títulos que entiende que, aunque sea una apuesta arriesgada, hacer uso del sentido del humor dentro de un videojuego puede sumar puntos al cómputo global. Sobre todo porque, en caso de que sus bromas y chistes sean oportunos, esta dirección de diseño puede solaparse con suma facilidad al fin último de los videojuegos: hacernos pasar un buen rato. Y, precisamente, los chicos de Typhoon Studios han dado en el clavo al dotar a su obra de una serie de giros cómicos que buscan sacarle brillo al lado más irónico del universo.
Comenzando por su punto de partida: Journey to the Savage Planet nos pone en la piel de un empleado de la cuarta mejor empresa que dedica sus esfuerzos a la carrera espacial para embarcarnos en un viaje donde lo bello se mezcla con lo grotesco; donde los rincones más remotos de la galaxia no pueden escapar de la imbecilidad humana; donde las más profundas inquietudes por descubrir más sobre el lugar que ocupamos en el cosmos se pervierten a través de una sátira hacia el capitalismo más vacío y absurdo. No obstante, que la gran intención de Journey to the Savage Planet por haceros reír no os engañe, dado que la obra de Typhoon Studios esconde su mayor virtud en otro apartado.
De dónde venimos y hacia dónde vamos
Una vez que has jugado un puñado de horas a Journey to the Savage Planet y has sembrado una distancia suficiente entre tu situación actual en el juego y el tutorial (bien sea en solitario o en la compañía de algún amigo gracias a su opción online cooperativa), es cuando empiezas a darte cuenta de que el título genera con sumo acierto una sensación de aventura durante cada segundo que recorres los suelos de sus escenarios. Principalmente porque Typhoon Studios ha conseguido dar con una experiencia plagada de elementos por descubrir y cuyo ritmo está lo bastante bien medido como para que la sensación de estar ante algo novedoso resulte bastante frecuente. Esto es, en definitiva, una muestra rotunda de que Journey to the Savage Planet entiende que, en ciertas ocasiones, el viaje debe ser mucho más grande que la persona que lo protagoniza.
Empezando por un sistema de escaneo de todo aquello que nos encontremos en el planeta en el que aterrizamos para poder registrar su fauna y su flora y conocer más sobre la vida que lo habita, Journey to the Savage Planet se postra ante nosotros como una aventura con una personalidad marcadamente contemplativa. Y con esto no nos referimos a que esta se encuentre exenta de esos momentos de acción que sirven para dar un impulso de adrenalina a lo que hacemos en el juego, sino a que esto último juega un papel secundario en una obra que sabe que su mejor actor es el mismo escenario que nos acoge entre sus montañas, acantilados, templos alienígenas y bosques de inverosímiles vegetaciones.
La verdad está ahí fuera
En un ejercicio de contención que demuestra que un buen diseño nace de que los elementos que lo conforman estén bien implementados y no de intentar abarcar más de lo posible, Journey to the Savage Planet ofrece una estructura jugable tremendamente efectiva para la sensación anteriormente descrita que quiere conseguir. De esta manera nos encontramos con un título que esconde tras su fachada de metroidvania una estructura más o menos lineal que ha sido ideada para eliminar toda distracción posible de la ecuación. Es decir, aunque en Journey to the Savage Planet podamos ir desbloqueando mejoras para abrir nuevas zonas, el camino que seguiremos durante la aventura será más o menos recto. Y esto último, en lugar de presentarse como algo que denotaría una falta de ambición en otros casos, sirve para lograr que las áreas más escondidas que vayamos encontrando brillen aún con más fuerza; algo que se extrae de la idea de que, al presentar un diseño menos laberíntico que otros títulos del género, todo rincón ha sido cuidado con la gracia suficiente como para que merezca la pena descubrir lo que esconde en sus adentros.
¿Pero cómo hace Journey to the Savage Planet para incitarnos a visitar aquellos territorios que no forman parte de la ruta principal? Aquí es donde entran en juego los sistemas jugables que propone el título, los cuales vuelven a entremezclarse con el diseño de niveles en un magistral conjunto donde un elemento depende del otro. De esta manera, la obra de Typhoon Studios nos permite ir desbloqueando ciertas herramientas que nos serán útiles para avanzar por un nivel o para hacer frente a los enemigos que lo habitan, pero el giro está en que muchas de estas herramientas se consiguen a través de la fauna y la flora que aparece por los mismos escenarios. Por ejemplo, para poder crear un asidero al que agarrarnos con nuestro gancho deberemos recoger unas semillas que solo crecen en zonas concretas del planeta que estamos intentando de descubrir.
Esto último genera una inteligente experiencia de progresión en la que los avances que desbloqueemos en la jugabilidad vendrán dados por aquellos pasos que demos hacia nuevas zonas, lo cual se traduce en la idea de que cada área contará con recursos sumamente útiles para poder sobrevivir a los desafíos que se nos pongan por delante. No obstante, el sistema de progresión también se ve representado en otros dos sistemas que, de nuevo, vuelven a depender del mismo diseño de niveles: un sistema en el que desbloquearemos mejoras para el traje y nuestras herramientas a base de minerales que extraeremos de ciertas zonas y, en segundo lugar, un sistema de rangos que aumentaremos al ir llevando a cabo desafíos muy concretas en nuestra ruta.
Y hablando de desafíos, no existe buen planeta hostil que se precie sin las correspondientes criaturas que lo habitan y que intentarán darnos la bienvenida a su territorio al intentar matarnos agresivamente. Es aquí donde Journey to the Savage Planet presenta alguna que otra aspereza que demuestra que su sistema de combate es el componente menos prioritario de su conjunto global de ideas. Y si decimos esto es por un sistema de control que se nota que no ha sido creado con la idea en mente de ponernos ante situaciones caóticas o, dicho de otra manera, que no se encuentra todo lo ajustado que podría. Es justo aquí donde Journey to the Savage Planet no termina de rematar a la perfección el 100% de sus situaciones, dado que existen algunos casos en los que la ocasión requerirá de nosotros una habilidad que el sistema de control no nos puede ofrecer. Tanto es así que habrá ciertos momentos en los que la frustración que llegue a nosotros al morir dentro del juego no encontrará una justificación total en nuestras propias acciones y, por tanto, hará que esta sensación aumente intensamente en según qué contextos.
No obstante, el sistema de combate de Journey to the Savage Planet también se vale del mismo elemento que el resto de apartados del juego para lograr mantenerse en pie: la sensación de descubrimiento. Y es que cada criatura que nos encontremos en nuestro viaje contará con algún que otro punto débil al que podremos sacarle partido para ganar ventaja en los enfrentamientos. Lo cual se traduce, una vez más, en la idea de que hasta los encontronazos funcionan en concordancia a lo que el juego de Typhoon Studios quiere transmitir desde el principio.
Conclusión
Journey to the Savage Planet se vale de ideas ya vistas en otros títulos para encumbrar un sistema de exploración que se yergue como el protagonista de la obra. Con una jugabilidad tan familiar como efectiva, los chicos de Typhoon Games han demostrado ser conscientes de que lo realmente satisfactorio que ofrece el universo es la posibilidad de descubrirlo; que nuestra mente fue diseñada como una máquina insaciable de conocimientos y que obtiene toneladas de placer al hacerse con un puñado de nuevas ideas.
Con un ejercicio de diseño que demuestra que, en ciertas ocasiones, es mucho más positivo partir desde lo pequeño hacia lo grande, Journey to the Savage Planet es una obra que entiende que no hace falta desplegar un ambicioso derroche de conceptos y mecánicas para poder transmitir un mensaje claro: el viaje ha de ser más importante que el viajero.
Journey to the Savage Planet es un título cuya mayor virtud es la de fomentar en el jugador una sensación de descubrimiento constante. Tanto su jugabilidad, como su diseño de niveles y su trama se encuentran orientadas a impulsar la experiencia más fundamental que debe existir en toda aventura que se precie: aquella que nos transmite la sensación de que, en ciertas ocasiones, el viaje ha de ser más importante que el viajero.
Diseño artístico
Diseño de niveles
Sistema de progresión
Sistema de combate
La sensación de descubrimiento estará presente durante toda la aventura
Los escenarios son lo bastante variados como para mantener su interés
El sistema de progresión marca de forma efectiva el ritmo de la aventura
Posee un sentido del humor que suma puntos al cómputo global
Cuenta con un sistema de control algo desafinado para ciertas situaciones
Crecí rodeado de naturaleza y campos de trigo, pero con la cabeza llena de historias sobre dragones y planetas lejanos. Después me hice psicólogo para poder fascinarme con las historias de los demás.