Existe una regla implícita que salta como un resorte en mi cabeza siempre que me siento a aclarar lo que quiero decir cuando tengo que transmitir algo sobre un videojuego en concreto: valorarlo por lo que es y no por cuánto se parezca a otros títulos ya conocidos dentro de la industria. No obstante, los sistemas que ofrece Valorant me han obligado a hacer una excepción por dos motivos. Primero porque sus inspiraciones en una obra concreta son muchas y muy claras y, en segundo lugar, porque estas se muestran de manera honesta al jugador: las virtudes de lo nuevo de Riot Games son lo bastante grandes como para no necesitar negar que reinterpretan mecánicas ya conocidas.
Mi primera sorpresa vino cuando, al ver los primeros gameplays oficiales del juego, Valorant mostraba alejarse mucho más de lo que pensaba de Overwatch para adherirse a Counter-Strike; dos títulos que emplean filosofías totalmente diferentes a la hora de encarar la misma experiencia competitiva, siendo el primero complicado de entender pero simple de jugar y el segundo justamente lo opuesto a esto último.
Habiendo jugado durante toda la tarde de ayer y bastantes más horas de la madrugada de las que jamás quisiera reconocer a Valorant, la sensación inicial con la que me quedaría sería justamente esa: lo nuevo de Riot Games es tremendamente sencillo de entender sobre el papel, pero realmente hardcore en el propio frente de guerra.
Y, si digo esto, es por la idea de que Valorant hace uso de sistemas que ya podemos ver en Counter-Strike y que, aparentemente, son bastante más simples de lo que luego llegan a ser: las compras de armas entre rondas, los mapas conformados por un conglomerado de pasillos estratégicamente diseñados, o los objetivos centrados en poner (o impedir, según el bando al que pertenezcamos) una bomba en un punto concreto del escenario.
No obstante, Valorant se guarda un as bajo la manga que hereda de la obra magna de Riot y de la maestría con la que la compañía lleva diseñando sistemas para esta última. Principalmente, porque lo que hace unas líneas era el shooter de Riot Games, pasará a convertirse gracias a esto mismo en el hero shooter de Riot Games. Lo vemos en los héroes y heroínas y en su diferenciación por roles dentro de la partida; lo vemos en la típica estructura de habilidad primaria, secundaria, de apoyo y definitiva; y lo vemos en la sinergia que surge entre los miembros de un equipo cuando estos hacen uso de alguna de ellas de forma coordinada.
Pero, en un giro de los acontecimientos que solo tienen lugar cuando esperas una cosa de un título y todo cambia radicalmente de una bofetada cuando lo juegas, Valorant demuestra que el equilibrio que presenta en un principio entre la mitad de los disparos y las armas y la otra mitad de las habilidades y las sinergias se acabará decantando por la primera: lo nuevo de Riot Games es un producto exigente en cuanto a puntería y en cuanto al manejo de las compras que hagamos entre rondas. Dejando así que las habilidades se vean relegadas a un segundo plano en las que estas se convierten en un recurso de apoyo más que en el motor de las confrontaciones.
Pero que esto último no os haga pensar que las skills de cada personaje no son decisivas en un duelo contra otros jugadores, dado que el mismo juego se encarga de transmitirte el gran valor que poseen estas en las partidas a través de una mecánica concreta: las habilidades poseen cargas que deberán ser compradas en la tienda al igual que ocurre con las armas; una sensación de utilidad que se potencia en gran medida conforme más juegas y más caes en la cuenta de que una misma habilidad cuenta con un amplio rango de usos: desde taponar un pasillo para confirmar una ofensiva de forma más segura hasta cubrir una huída de una situación peligrosa, pasando por ejercer cierto control sobre una zona concreta al ahuyentar a los enemigos del terreno.
La disposición jugable que Valorant ofrece a través de sus varios héroes y campeonas genera otra de las claves que lo define: los distintos personajes no cuentan con las mismas opciones ante una situación que será idéntica para todos ellos o, dicho de otra manera, cada agente ofrece una forma de jugar ligeramente diferente a los demás; aunque los números y las cifras que posee Valorant en cuanto al contenido que ofrece en este sentido se antojen algo escasos inicialmente (a pesar de que debamos tener en cuenta que esto es una beta cerrada).
17 armas divididas en 4 tipos, 10 agentes agrupados en 4 roles y 3 mapas son los 5 números que maneja Valorant en cuestión de contenido principal dentro de la beta cerrada; aunque bien es cierto que Riot Games ha querido adornarlos con los típcios sistemas de progresión que se resumen en la posibilidad de completar misiones diarias y de personaje para obtener recompensas de carácter puramente cosmético.
Si continuamos con la mirada alejada de las sensaciones subjetivas que Valorant genera en la parte más interna del pecho cuando logras asestar un tiro a la cabeza o completar una ronda al conseguir una coordinación perfecta con absolutos desconocidos y, por el contrario, mantenemos nuestra atención en los datos que son lo que son, cabe hacer especial mención al apartado técnico del juego. Sobre todo por la idea de que su sistema de sonido se encuentra especialmente diseñado para verse integrado con la jugabilidad en sí misma, el aspecto gráfico es lo bastante llamativo como para que los dibujados de sus personajes y sus mapas nunca pierda interés, y porque Valorant asegura los 60 frames estables en todo momento (llegando a muchos más en función de las especificaciones de nuestro PC).
Lo que podría haberse convertido en una obra que hace un uso demasiado obvio de los sistemas que ya encontramos en otro referente se transforma con cada partida en una propuesta competitiva que da un giro honesto a las bases bien establecidas de un género. Valorant cuenta con una enorme proyección de futuro gracias a las expectativas que genera en torno a lo que podría llegar a convertirse.
Aunque bien es cierto que esta beta cerrada ya nos ha servido para disfrutar durante un buen puñado de horas de esa experiencia tan atractiva que nace entre la reivindicación de nuestra habilidad y la frustración ante el fracaso; entre algo que se entiende a la perfección pero que es difícil de dominar; entre el suspiro de aire de alivio que emerge de nuestra boca al ganar una ronda comprometiva y el grito de frustración al perder una que ya estaba encaminada hacia el logro.
Lo único que tengo claro es que mis pulmones ya no saben que hacer cuando estoy jugando a Valorant, pero lo que mi cerebro sí sabe es que Riot Games ha dado con una experiencia profundamente honesta y que apunta a la dirección correcta. Pero cuando lo juegues tú apunta a la cabeza, siempre a la cabeza por lo que más quieras.
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