El éxito de Ghost of Yotei ha reavivado la llama del interés por los videojuegos de corte oriental. No solo por su ambientación, sino por su capacidad de capturar una sensibilidad muy particular: la relación entre la violencia, belleza, espiritualidad, historia y mito. Esto no es solo un tipo de experiencia cualquiera, sino que no se limita al exotismo y busca transmitir una filosofía del mundo, una manera de entender el sacrificio, la muerte y la redención a partes iguales.
No obstante, Ghost of Yotei no surge del vacío. En los últimos años, varios videojuegos han demostrado que la estética oriental puede ser mucho más que un telón de fondo; puede ser el corazón de una obra maestra. Desde los místicos templos ennegrecidos de China hasta los parajes del gigante durmiente o duelos espectrales en Oriente Medio, la industria ha vivido una verdadera consolidación de esta corriente. A todo esto, surge la pregunta de muchos jugadores: ¿habrá o hay otro juego del mismo calibre que Ghost of Yotei que pueda destronarlo o al menos igualarlo?
La respuesta rápida es sí, pero con matices. El título de Sucker Punch tiene una valoración de 86/100, una nota para nada mal si tenemos en cuenta el tiempo que ha pasado de una entrega a otra y las novedades añadidas. Ahora bien, todavía hay más juegos de corte oriental que merecen la pena después de Ghost of Yotei.
Sekiro es una cicatriz en la cara. FromSoftware decidió reinterpretar el Japón feudal del periodo Sengoku desde su lenguaje más característico: la dificultad como elemento narrativo. Si bien es un tema que se ha hablado mucho en los últimos, meses, no entraremos en debate. En Sekiro, morir no es un castigo, sino una enseñanza para el aprendizaje; y cada combate es una coreografía que tenemos que seguir al pie de la letra, una donde la precisión sustituye a la fuerza.
Su ambientación, aunque roza lo sobrenatural, está fuertemente anclada en la brutalidad del Japón feudal, entre clanes, guerras internas y la llamada del deber. La forma en la que combina el folklore con la dura realidad convierte cada duelo en una meditación sobre la mortalidad y la paciencia. Donde Ghost of Tsushima te invita a sentir el honor, Sekiro te obliga a ganártelo.
Antes de que Nioh 2 refinara la fórmula, el original sentó las primeras bases del resurgir del Japón feudal por parte de Koei Tecmo. Con William, un samurái extranjero como protagonista, el Team Ninja creó una aventura que combinó una historia real, como la invasión de Tokugawa, la era Azuchi-Momoyama, con mitología ficticia de los yokai, los demonios del país nipón.
El equilibrio entre ese rigor histórico y el ambiente de fantasía épica funcionó correctamente. Su sistema de combate fue exigente y requería de precisión, por lo que puso el listón alto para el resto de juegos de su generación. A día de hoy, rejugar Nioh es entender de dónde continuó toda la ola de amor por el antiguo Japón.
Era inevitable: Ghost of Tsushima sigue siendo el referente absoluto del Japón feudal en los videojuegos modernos. Si he dicho que Sekiro es una cicatriz en la cara y Nioh una carta de amor, el juego de Sucker Punch es un poema, pues logró lo que pocos estudios occidentales habían conseguido: capturar la verdadera esencia estética y espirituales de una cultura que estaba muy lejos de ser cercana a la suya. El resultado fue un viaje de sacrificio y redención donde cada paisaje, cada duelo bajo la lluvia, y cada sakura parecía cargada de un sentido lleno de poesía.
Con una ambientación que recrea la invasión mongola de 1274, este título se ha convertido desde el primer día en un tributo de amor al cine de Akira Kurosawa y a la filosofía del bushido. Su libertad narrativa y jugable, su dirección artística y su banda sonora hicieron que incluso el sistema de combate tuviera un peso emocional. A día de hoy, sigue siendo un espejo donde se miran todos los juegos ambientados en el famoso Japón feudal.
Estos tres juegos son los mejor valorados de Metacritic en los últimos años, y aunque Sekiro es el más valorado incluso por encima de Ghost of Yotei, la hasta ahora bilogía histórica de Sucker Punch merece mucho la pena ser jugada. No la hacemos de menos, al contrario: nos ha gustado tanto en Areajugones que le hemos dedicado este artículo temático. Pero si te has quedado con ganas de más, aún no hemos terminado, pues repasamos los otros juegos más destacables basados en la historia de Asia, ya sea Japón o China.
Team Ninja anunció no hace mucho la tercera entrega de una de sus sagas más populares desde PlayStation 4 y Xbox One: Nioh 3. El estudio lleva años perfeccionando la fórmula de Nioh, que bebe mucho tanto de los juegos de FromSoftware como de los RPG de acción más conocidos. Nioh 2 representa la cúspide de esa fórmula. Situado en pleno periodo del Sengoku, este juego mezcla la guerra civil con la mitología japonesa, haciendo convivir samuráis históricos con espíritus demoníacos, los yokai, en una ambientación tan agresiva como hermosa.
Su combate es vertiginoso en lo técnico: requiere disciplina, reflejos y conocimiento de las armas que portas. Aun cuando la fantasía se impone sobre la historia, el tono, la vestimenta y la arquitectura, sigue manteniendo ese toque a sabor feudal al final del paladar. En un mercado saturado de experiencias guiadas, Nioh 2 sigue siendo una de las mejores compras que se pueden realizar.
La serie Yakuza siempre ha sido sinónimo de caos urbano y humor excéntrico, pero Like a Dragon: Ishin! lleva a sus personajes al siglo XIX, durante el turbulento Bakumatsu. El resultado es una reinterpretación descarada pero apasionante del Japón histórico.
El título convierte figuras reales, como Ryoma Sakamoto, en protagonistas de un drama de lealtades, corrupción y esperanza revolucionaria. Su mezcla de comedia, melodrama y acción mantiene la esencia Yakuza, pero con un contexto histórico vibrante. Es el contrapunto perfecto al estoicismo de Tsushima o Sekiro: una visión más humana, imperfecta y vivaz del cambio cultural.
Si el Japón feudal es el hogar del honor, la China mítica es el refugio del espíritu. Black Myth: Wukong no solo ha sido una de las mayores sorpresas del panorama reciente, sino también una declaración de principios: la mitología oriental puede alcanzar el mismo grado de espectacularidad y profundidad emocional que las grandes epopeyas occidentales. Basado en el clásico Viaje al Oeste, el título del estudio Game Science convierte la leyenda del Rey Mono en una meditación sobre la divinidad, la mortalidad y el destino.
Con una dirección artística sublime, animaciones fluidas y un sentido casi religioso del detalle, Wukong es el puente perfecto entre lo histórico y lo espiritual. Su combate, preciso y elegante, bebe tanto de Sekiro como de la ópera china, mientras que su narrativa utiliza el mito para hablar del peso del pasado y de la búsqueda interior. Más que un juego, es una reafirmación cultural: un recordatorio de que Oriente también sabe construir sus propias leyendas universales.
Ubisoft llevaba más de una década flirteando con la idea de ambientar su franquicia en Japón, y por fin lo ha hecho realidad. Assassin’s Creed Shadows se sitúa en el periodo Sengoku y permite encarnar tanto a un samurái como a una shinobi, ofreciendo dos perspectivas sobre el mismo conflicto.
Lo que hace especial a Shadows es su ambición: recrea templos, aldeas y castillos japoneses con una precisión visual impresionante, y promete un equilibrio entre historia, sigilo y combate más táctico. Si Ghost of Tsushima fue poesía, Assassin’s Creed Shadows aspira a ser su crónica histórica.
Omega Force ha construido un imperio a base de caos controlado, y Dynasty Warriors Origins promete revitalizar su legendaria fórmula de un héroe contra mil enemigos. Aunque su enfoque principal es la China de los Tres Reinos, su parentesco con Samurai Warriors y su estilo visual lo sitúan cerca del imaginario japonés tradicional.
Esta entrega moderniza la experiencia musou con un apartado técnico más ambicioso y un tono más épico. Es la reinterpretación del mito oriental en clave de espectáculo: menos contemplación, más catarsis.
La última obra de Team Ninja cambia el acero por el humo de la pólvora. Ambientado a mediados del siglo XIX, Rise of the Ronin retrata el final del periodo Edo, cuando el Japón tradicional empezaba a abrirse al mundo occidental. Aquí, el samurái clásico convive con armas de fuego, ideologías liberales y la decadencia de un sistema que se derrumba.
Con un enfoque más narrativo y un mundo abierto, Rise of the Ronin mezcla historia y ficción con una fidelidad que es digna de mencionar. Su mayor mérito radica en capturar un momento de transición cultural: el conflicto entre el honor antiguo y la modernidad inevitable. Es el retrato del fin de una era, y lo hace con la solemnidad de una despedida.
Samurai Warriors 5 retoma las grandes batallas del periodo Sengoku desde una perspectiva estilizada, casi de anime histórico. En su interior laten los conflictos entre Oda Nobunaga, Mitsuhide Akechi y los grandes clanes del Japón en guerra.
Con un rediseño artístico más colorido, pero sin perder la fidelidad histórica, esta entrega rejuvenece la saga sin sacrificar su ADN estratégico. Es el lado más accesible de la historia japonesa: un torbellino de acción y carisma que acerca a nuevos jugadores al Japón feudal.
Aunque centrado en la China de la dinastía Ming, Wuchang: Fallen Feathers comparte con el Japón feudal un ADN estético y filosófico muy similar. Su tono sombrío, su diseño de escenarios y su reverencia por la mitología asiática lo emparentan directamente con los títulos japoneses de corte histórico.
Este soulslike destaca por su ambientación melancólica y su aproximación más introspectiva al mito. Mientras Nioh abraza la furia, Wuchang respira decadencia. Es un reflejo oscuro de esa misma espiritualidad oriental: la lucha constante contra el deber, el destino y los dioses.
Si Ghost of Tsushima fue un homenaje, Trek to Yomi es la ofrenda completa. Su estética en blanco y negro, su montaje cinematográfico y su ambientación minimalista evocan directamente el cine de samuráis clásico. Cada plano parece cuidadosamente diseñado para rendir tributo al lenguaje visual de los años 50.
Aunque su jugabilidad es sencilla, Trek to Yomi triunfa como experiencia audiovisual y emocional. Es breve, pero su uso del silencio, la lluvia y el contraste entre vida y muerte lo convierten en una pieza de arte en movimiento. Un poema jugable sobre el sacrificio.
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