La única receta viable para perfeccionarse y corregir errores es encontrar la identidad propia. Ser autoconsciente no es una cualidad fácil de alcanzar, ni mucho menos de gestionar. Pero "Dragon Ball Heroes" nació con un propósito claro, y una Toei Animation más complaciente que nunca. El fanservice debía pasar ciertos filtros que ahora Fuu se encarga de administrar en una suerte de torneo abierto a todo tipo de libertades creativas.
El antagonista principal de la serie se ha convertido en una suerte de juez ajeno a la diégesis del escenario principal, que está permitiendo al estudio romper el ciclo vicioso de poder creciente, para abrir las puertas a un Torneo de Poder edulcorado. No hay reglas ni instalaciones, pero la lógica que sigue su juego maquiavélico responde al mismo propósito por el que los fans siguen la producción; entretenimiento directo. Sin grandes complicaciones narrativas, y con cierta dedicación nostalgia respecto al lore de Toriyama.
No importan ni las incoherencias narrativas, ni el despropósito que desprende cada evolución del sistema jerárquico de poderes y transformaciones. Todo se queda sustentado en la tiranía de un narrador omnisciente que juega a ser el dios de su propio mundo. Y claro, en un contexto así, Toeipuede combinar sus elementos a placer para encontrar la sinergia de fanservice más óptima. En esta ocasión Hearts continúa adherido a su papel de macguffing para servir de cebo a varios combates con bastante interés.
Por un lado el de Goku contra el propio enemigo principal, por otro el de Piccolo y Número 17 contra Kamin y Oren -ahora enfrentados en una lucha más equilibrada y con más proyección a futuro-, y por último la de Trunks y Vegeta frente a Zamasu. Encuentro este último alimentado por el morbo que arrastra las conclusiones dejadas por el propio arco de "Dragon Ball Super". Sin embargo ninguna de estas peleas son el verdadero núcleo del episodio 12.
Utilizados como simple pretexto y relleno, todos estos guerreros pronto dejan paso al combate en el que Toei ha depositado más recursos y esfuerzos en esta ocasión. Metal Cooler recupera el protagonismo perdido durante los últimos episodios para zanjar una de las chinas que el equipo de producción llevaba arrastrando a nivel narrativo desde el inicio del nuevo arco. ¿Qué hacer con Cumber? Superado ya por los rivales actuales, este personaje representaba un obstáculo sin ningún tipo de aportación. Pero sorprendentemente el estudio logra sacarle partido con una decisión estelar.
Si ni sus habilidades ni sus motivaciones suponen ya ningún interés, lo más factible pasa por convertirlo en fuel para la inflación de poder. Cumber es solo un hombre de paja al servicio de Golden Metal Cooler. Sí, por fin el hermano de Freezer alcanza el estado perfecto de su raza en un movimiento que insufla tensión desde dos ámbitos distintos; acercando al fan del anime principal a esta producción con conceptos presentes en aquella serie, y dotando de capacidad operativa a un personaje que por sus características estaba destinado a ser irrelevante de cara a la resolución de la trama principal.
Puede que la aparición de este villano no alcance las cuotas de impacto presentes en "Dragon Ball Super", pero su transformación cumple a la perfección su objetivo. Toei contiene la respiración para regalar unos pocos minutos de animación realmente notables. La tasa de frames se abre a una fluidez que no termina de abrazar el sakuga, pero que sí sobresale por encima de la mediocridad inherente a una serie promocional de este tipo.
Y así una semana más "Dragon Ball Heroes" consigue imbuirse de un tono ocioso increíblemente efectivo, sin asfixiar la fórmula. La nueva posición de Fuu como espectador externo de la acción, y la transformación final de Hearts en lo que parece su antesala para pasar al combate, sirven un aperitivo más que prometedor para todos aquellos que solo buscan una píldora de entretenimiento blando. ¿Quién tenía los días contados?
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