Hay veranos que dejan huella. Y hay historias que, en apenas veinte minutos, logran destapar emociones profundas que muchos arrastramos desde la adolescencia. Casi septiembre, el segundo cortometraje de Lucía G. Romero, es una de esas historias. Un retrato íntimo y potente que ha convertido a esta joven directora barcelonesa en una de las voces emergentes más interesantes del cine español actual.
Estrenado en la 75.ª edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, Casi septiembre fue seleccionado en la prestigiosa sección Berlinale Shorts, donde optó al Oso de Oro al mejor cortometraje. También fue nominado al Teddy Award, premio que reconoce las producciones de temática LGTBIQ+. La recepción fue cálida y entusiasta, con aplausos tanto para la dirección como para el trabajo actoral y la sensibilidad del guion.
La historia sigue a Alejandra, una adolescente que vive con su familia en un camping costero. Mientras sus padres trabajan en el chiringuito y ella se encarga de cuidar a sus hermanos pequeños, Alejandra se escapa por las noches para encontrarse con turistas en encuentros furtivos. La rutina cambia cuando conoce a Amara, una chica que despierta en ella un deseo distinto, más sincero, más íntimo. La relación entre ambas no solo abre la puerta a una posible historia de amor, sino también a la aparición de un trauma oculto que Alejandra ha tratado de enterrar.
Lo que más llama la atención de Casi septiembre es su capacidad para narrar con sutileza y verdad. No hay grandes discursos ni giros dramáticos forzados: hay miradas, silencios, gestos contenidos. Romero maneja los tiempos con una madurez poco habitual en una cineasta de solo 25 años, graduada por la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña), y con apenas dos cortometrajes a sus espaldas. Su anterior trabajo, Cura sana, ya fue premiado en Berlín con el Oso de Cristal a Mejor Corto Generation 14plus en 2023.
El reparto de Casi septiembre aporta una autenticidad que refuerza el tono realista del cortometraje. Ana Barja interpreta a Alejandra con una mezcla de fuerza y vulnerabilidad que conmueve. A su lado, Isabel Rico da vida a Amara con una ternura contenida, que aporta equilibrio y calidez a la tensión emocional de la historia. Completan el reparto Salim Daprincee, Mar Casas Font y Ninoska Linares Aranda, en papeles más breves pero no menos significativos para construir el mundo en el que se mueve la protagonista.
Uno de los grandes aciertos de la película es su mirada femenina y empática sobre temas como el deseo adolescente, el consentimiento, la precariedad familiar y la carga mental de las jóvenes cuidadoras. A través de una puesta en escena naturalista y una fotografía bañada por la luz del Mediterráneo, Lucía G. Romero consigue que el espectador entre en la piel de Alejandra sin filtros ni artificios. El camping se convierte así en un escenario simbólico: un lugar de tránsito, a medio camino entre la niñez y la adultez, entre el refugio y el riesgo.
¿Qué significa “casi septiembre”? Quizá sea la metáfora perfecta de ese momento en el que el verano se apaga, y con él, la inocencia. Un punto de inflexión en el calendario emocional de una adolescente que aprende, a la fuerza, a poner nombre a lo que le duele.
Casi septiembre no es solo un cortometraje sobre el despertar del amor o la identidad sexual. Es, sobre todo, un retrato honesto del peso que muchas adolescentes cargan en silencio. Y es también una prueba más de que el cine español tiene nuevas voces dispuestas a contarnos las cosas que importan.
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