Intentar aislar al cine de su papel como agente social es imposible. Entendido como un espacio de creación, el medio puede servir para representar modelos de perfección a seguir, sueños idealizados, o locuras estrambóticas. Es por ello que se le presupone una cierta responsabilidad pedagógica, o al menos una aversión a la propaganda más tóxica. A "After", la última adaptación teen de una saga de libros juveniles de éxito le da igual todo eso. Sabe lo que quiere y no tiene problemas en escudarse tras "el fin justifica los medios".
Basado en la exitosa saga de novelas de Anna Renee Todd, la película nos lleva de nuevo de viaje por la vida de dos adolescentes peleados con el mundo; La de Hardyn Scott, el chico rebelde de turno cuyos sentimientos prefiere esconder bajo una capa de masculinidad mal interpretada, y la de Tessa Young, una joven recién salida del nido que busca entender la vida alejada de la sobreprotección obsesiva de su madre. "After" se aproxima al cine teen heredero de la nueva ola crepuscular, haciendo uso de todos los clichés propios de una relación romántica juvenil. Pero no termina de abrazar la vena comercial.
Si bien propuestas como "Bajo la misma estrella" o "A tres metros sobre el cielo" reinterpretaban al Cupido más naíf desde la actualización del cuento clásico, Susan McMartin se queda en un terreno sádico más cercano a lo visto en "50 sombras de Gray". No hablamos de las mismas cotas de erotismo -enfocado al público femenino de todas las edades- pero sí de un cierto tono melodramático que consigue separar a la película de la brocha gorda de Hollywood. La guionista demuestra su habilidad para tejer relaciones maternofiliales creíbles (es responsable de la serie "Mom") para plantar una base en torno a la protagonista sobre la que posteriormente Jenny Gage despliega los valores -más o menos cuestionables- de la novela.
¿Cuál es el problema de la directora debutante? Gage intenta seguir la estela de Renee Todd intentando hacer pasar la relación entre los protagonistas como una versión moderna del Elizabeth-Fitzwilliam, pero la desnudez que ofrece el celuloide la empujan a cubrirse las espaladas con un estilo más cercano al de la saga de los vampiros. De nada sirve que tanto ella como él sean ávidos apasionados de la literatura clásica, si en torno a su historia caben más clichés y frases manidas que romanticismo apasionado. De hecho, "After" malinterpreta el amor adolescente como atracción sexual aproximándose al mundo teen desde una mirada condescendiente.
Mientras Tessa vive en su propio imaginario una de esas historias idealizadas de príncipes y princesas, Hardyn se dedica a teñir el romance de misoginia y machismo. Son dos fuerzas contrarias con un gran poder de sugestión para el público al que va dirigida la película, al que Gage solo se termina agarrando por el lado carnal. El mensaje así que pretende construir la novela queda manchado de un retrato simplificado y manido del amor entre jóvenes. Y lo que es peor, deja tras de sí un rastro de moralidad muy peligrosa para un público en edad de buscar referentes. Pero el problema de "After" no termina en su retrato heteropatriarcal de las relaciones. Como película tampoco tiene demasiado que ofrecer.
El reparto carece de la expresividad y presencia necesarias para empacar una historia de tal carga emotiva. Y eso que Gage se esfuerza una y otra vez en buscar la conexión con los protagonistas mediante los primeros planos y las miradas sostenidas. Es ahí donde Josephine Langford deja su mayor impronta, y poco más. Las miradas de la joven son ciertamente hipnóticas, pero su par no es capaz de hacerles frente, quedando en muchas situaciones varado entre lo atónito y la estupidez. La película se sostiene en la filosofía de “mostrar y no contar”, algo que logra gracias a la actriz principal, pero cuando el foco se aleja, el teatrillo se descubre como un telefilm de domingo por la tarde.
Personajes sin desarrollar, escenas torticeras y una exposición general que pide a gritos volver al silencio y la intimidad de la pareja. Da la sensación de que tanto la madre de Tessa, como los amigos de Hardyn, solo sirven de adorno o pretexto para el único interés de la película. Y claro, no se puede desarrollar una cinta de una hora y media solo navegando por el mar del pavo. La irregularidad es un elemento que no tarda en aparecer, y que va socavando más y más la experiencia hasta llegar a un desenlace abrupto que termina cerrando el viaje de la manera más poéticamente absurda.
No se puede decir que "After" sea una mala película simplemente por ceñirse al género teen. John Hughes y su cine heredero han demostrado que es posible construir historias creíbles y emocionantes sin caer en el reduccionismo o los tropos. Quizás sea por la inexperiencia de la directora, o por la limitación interpretativa del reparto, pero es imposible salir del cine soñando con vivir un amor así. ¿El público demanda este tipo de historias? Sí, pero no de cualquier forma.
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