El contexto lo es todo, y la detective de Marvel no lo tenía especialmente fácil para desviar la atención de su entorno. Ni tampoco difícil. "Jessica Jones" debía soportar la pesada carga de las cancelaciones de todas las series de Netflix, pero lo hacía partiendo de una situación privilegiada. A diferencia de "The Punisher" o "Daredevil", la tercera temporada de la ficción liderada por Krysten Ritter sí conocía su condición de desenlace antes de comenzar a fraguarse. Nada de artimañas narrativas o ambigüedades climáticas intencionadas. Un final con tono de final para cerrar el paso de las mallas por la plataforma ¿Lo consigue?
Tras una segunda temporada algo descafeinada en la que la protagonista se perdía por las tribulaciones familiares de su pasado, y abandonaba casi por completo el tono noir que la había elevado hasta el estrellato, Melissa Rosenberg decide caminar de espaldas. Desechar todo el ornamento innecesario que había transformado su experimento televisivo en un tortuoso pastiche de serie b, para intentar volver a delimitar quién es y qué es su protagonista. El cambio de tendencia es notable, y casi todo lo que no funcionó el año pasado ahora sí parece encajar con fluidez en la trama que propone la ficción. Ahora bien, su problema más flagrante y reiterado se enquista.
Esta crítica ha sido realizada en base a los primeros ocho episodios de la temporada cedidos por Netflix. NO CONTIENE SPOILERS.
Para generar cierta continuidad antes del desenlace la showrunner recoge más que nunca lo construido en los últimos episodios, mientras alude de forma constante a eventos pasados durante los primeros compases de la nueva temporada; Jessica lidia con la muerte de su madre, Trish va aprendiendo a ser una heroína con sus nuevos poderes, Hogarth combate su enfermedad, y el resto del elenco administra sus propios conflictos dejándose llevar por la inercia del relato. La elipsis temática que separaba la primera y la segunda temporada aquí deja paso a una suerte de puente narrativo que convierte la despedida en una secuela epílogo de actitud reconciliadora.
No solo con sus propios personajes, ahora más sencillos y diferenciados que nunca, sino también con el espectador. "Jessica Jones" nació como una serie de detectives aderezada con breves pinceladas de superhéroes, y eso es precisamente el motto que quiere adoptar antes de decir adiós. La trama se ralentiza para abrir paso a un relato noir que recuerda más a "La ventana indiscreta" que al correcalles de fuegos artificiales por el que discurrió la segunda temporada. ¿Cuál es entonces el problema? Que no hay ningún punto hacia el que canalizar todo ese trabajo estético y formal. Los 13 episodios sirven para cocinar a fuego lento una de las problemáticas más complejas que ha manejado el universo televisivo de Marvel, pero su consumo se hace muy indigesto.
Rossenberg apela al carisma de un reparto que nunca ha sido especialmente interesante para suplir la falta de arrojo del guion. Sí, la fachada dura y áspera de la detective escondía un trasfondo personal turbulento muy rico en interpretaciones, pero todo lo que lo acompañaba eran simples bocetos narrativos de algo sin desarrollar. La tercera temporada quiere generar interés sobre Hogarth, Erik, o incluso Cassie -quien tiene gran protagonismo durante el primer episodio-, pero no propone ningún aliciente para invertir en dicha proposición. Las escenas transcurren sin ningún tipo de impacto, dejando discurrir unos eventos que se mueven más horizontalmente que hacia adelante en un efecto insoportable de infinitud.
Arrojados a un destino inevitable, los guionistas de la serie parecen renunciar a cualquier tipo de innovación, dejando que la serie finalice su recorrido sin corregir y ni mejorar lo que presentó en su primera temporada. Claro que las sensaciones son similares, pero la aportación de los nuevos episodios al conjunto de la saga es prácticamente nula. Ni la presentación ambigua y engañosa del villano -ya lo habíamos visto en Kilgrave-, ni la deconstrucción del héroe plasmado en el binomio Trish-Jessica, son alicientes suficientes como para generar interés de cara al desenlace final.
¿Y cuál ese adiós? Al término del episodio 8 -el último que nos ha proporcionado Netflix-, la trama se encuentra en un punto más que favorable para alcanzar un clímax narrativo satisfactorio, pero la inversión para llegar hasta ahí es desorbitada. Se requiere mucha paciencia para sobrevolar durante más de cinco horas los mismos temas en busca de una resolución que nunca llega. Una siempre ha renegado de su papel como heroína en la sociedad, la otra quiere ocupar dicha posición pero no sabe cómo. El tira y afloja es constante mientras el guion trata de llamar la atención haciendo uso de diálogos manidos y escenas de acción blandas.
"¿Cuántas victorias necesitaré para redimirme de ti?" La pregunta de Trish va dirigida hacia Jessica, hacia sí misma, y hacia un espectador estoico. Esta tercera temporada debía recoger todo lo construido durante la saga para confluir en un desenlace satisfactorio y coherente. "Jessica Jones" sin embargo decir seguir caminando hacia adelante ignorando su contexto, proponiendo nuevas tramas y personajes intrascendentes, y desaprovechando una situación única para empaquetar uno de los periodos televisivos más importantes de la historia de Marvel. El continuismo es adecuado para intermezzos. Este no lo era.
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