Cuando terminé Dune en el cine, me quedé con una sensación muy rara: lo primero que pensé es que la película no me había gustado, pero acto seguido analicé lo ocurrido en la pantalla y descubrí el motivo por el cual las expectativas quedaron por encima. Es fácil: me has dividido un libro en dos películas, y el final de la primera tiene un cierre anticlimático, frío. Utilizas casi dos horas para presentar personajes, veinte minutos para comenzar a plantear la acción, y das un chasquido y te despides hasta dentro de, como mínimo, dos años.
Denis Villeneuve, al menos para mí, no acertó al dividir Dune en dos películas (mi compañero, en su crítica, cree que sí), pero él al menos acaba de explicar por qué tomó esta decisión:
Cuando vi la versión de Dune que David Lynch dirigió en los 80, tuve la sensación de que hacía falta más de una película para contar la historia que recoge el libro de Frank Herbert, pero ahora pienso lo contrario. Eso sí, soy consciente de que muchos han salido tan contentos con el resultado final que quizás soy yo el problema.
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