Aunque han pasado 6 largos años ya desde que Blizzard lanzó la primera edición del juego, su buena acogida y la política de expansiones de la compañía ha permitido extender su recorrido en el mercado hasta el 2018. Casi todas la comunidad había podido probar la maestría y el arrojo que los chicos del estudio habían puesto en la tercera entrega de su saga Hack'n'Slash, pero todavía faltaba un pequeño escalón, quizás el más importante. Si bien el título ha ido ganando en contenido y diversión tras cada expansión y actualización, su llegada a Nintendo Switch de Diablo III: Eternal Collection era quizás el paso más importante del juego desde que llegó por primera vez al mercado.
Como todo juego de Blizzard, Diablo III se entendía que había nacido para la arquitectura de PC. Llevarlo a las consolas ya fue complicado, y dejó por el camino más de una crítica por parte de la comunidad. ¿Era un simple movimiento comercial? Puede ser, pero el resultado se tradujo en un apoyo masivo de los usuarios de consola, y en un empujón crucial para seguir manteniendo con vida uno de los productos más exitosos de la compañía en toda su historia. La llegada de Diablo III: Eternal Collection solo respondía a la necesidad de completar un ciclo en el que el título no ha dejado de mejorar. Con la consola de Nintendo el juego sigue siendo el mismo producto, pero además gana una dimensión completamente distinta inherente al hardware japonés.
La semana pasada tuvimos la oportunidad de pasar una hora probando la nueva versión para Nintendo Switch, y para sorpresa nuestra, las sensaciones fueron increíblemente positivas. La base jugable de Diablo III había sido llevada ya casi hasta sus límites, pero las propias características de la consola nipona abren un mundo de posibilidades. Ya otros estudios han tenido que pasar por el aro de Nintendo para adaptar sus títulos, y en este caso Blizzard lo ha hecho con la veteranía que atesora tras varias décadas transformando la industria, y con el respeto y cariño que siempre ha mostrado por sus jugadores. Lo que llega a las tiendas el próximo 2 de noviembre es la versión más perfecta de lo que en su momento ya se consideró una obra maestra.
Dejando de lado la jugabilidad en la que entraré a continuación, lo que primero salta a la vista es, por supuesto, el contenido que incluirá esta nueva versión. Diablo III: Eternal Collection recibe este nombre tan pomposo no por una razón caprichosa, sino porque es la edición más pulida y completa que se puede y podrá hacer del título. Esta vez nos llega un juego que arrastra todas las mejoras de parches incluidos en las últimas consolas, así como las dos expansiones; Reaper of Souls, y Rise of the Necromancer. Como novedades nos encontramos con una skin de Ganondorf para las clases Bárbaro y Cruzado, un retrato con la imagen de la Trifuerza, y una mascota en forma de Cuco. Como veréis Zelda estará presente de alguna forma en el infierno de Blizzard, pero ni siquiera él es capaz de eclipsar la novedad más jugosa de esta versión.
El modo cooperativo local es el motivo más importante que puede convertir a Diablo III: Eternal Collection en una compra interesante para los poseedores de la híbrida de Nintendo. Durante nuestra partida pudimos jugar con otros tres jugadores, incluidos nosotros, en una misma sala, cada uno con su propia consola. La forma de llegar hasta aquí era muy sencilla e intuitiva –como bien saben hacer los japoneses-, y el rendimiento del juego durante el gameplay era increíblemente sólido. A este ecosistema de consolas además también cabe la posibilidad de que se unan más jugadores vía online, así como que uno de los presentes juegue en modo Dock, mientras el resto lo hacen en modo portátil.
Se nota el esfuerzo y los recursos que ha depositado Blizzard a la hora de acomodar su título a lo que a todas vistas es lo más novedoso de la edición. Durante la hora completa de juego que puedes ver parcialmente sobre este texto, no nos encontramos ni un solo lag, ni una desconcexión, ni ningún bug extraño. La respuesta entre consolas era muy rápida, y podías ver en tiempo real como tu personaje se movía de forma paralela en una y otra pantalla. Con todo ello el estudio no ha querido relajarse, dando la posibilidad de unirse una partida ya empezada en caso de que la conexión falle. Nosotros ya nos encontramos con varias clases hechas, y con unos perfiles algo "leveleados", pero eso no impidió que las sensaciones durante la partida fueran increíbles. Sí, es cierto que el apartado gráfico llega algo resentido ya después de tantos años, pero las mecánicas y el feeling con la consola entre las manos sigue siendo el mismo que en cualquier otra plataforma de sobremesa.
Todo lo que ya implementaron las versiones de PlayStation y Xbox están aquí presentes; las habilidades están asociadas individualmente a cada uno de los botones de la consola, con la posibilidad de crear una configuración totalmente personalizada. El menú –de disposición circular- donde nos equipamos y gestionamos las habilidades se mantiene intacto, y la sensación de movimiento sigue siendo tan particular como ya se vio años atrás. Nada en este sentido sorprende, en tanto que sigue funcionando igual de bien. Lo que sí consigue el modo cooperativo local es transformar por completo el juego en equipo. Ponerse de acuerdo para conseguir un objetivo, o para ir hacia algún sitio en concreto es tan sencillo y rápido como hablarlo con el compañero.
Ahora bien, a pesar de las buenas impresiones que nos llevamos, hay que matizar cierto margen de mejora en la versión temprana que pudimos probar. Teniendo en cuenta que Diablo III: Eternal Collection no llegará a las tiendas hasta el próximo noviembre, le hecho de no contar con las voces totalmente dobladas no era preocupante. Blizzard nos aseguró que el día del lanzamiento el infierno abrirá sus puertas con los deberes hechos. Nintendo Switch recibirá un título que ya no genera tanto ruido como antaño, pero que viene por enésima vez pisando muy fuerte.
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