Análisis The Red Strings Club: Ejercitando el músculo moral
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Análisis The Red Strings Club: Ejercitando el músculo moral

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Los seres humanos debemos gran parte de nuestro potencial intelectual al desarrollo de la tecnología por una simple razón: tener nuevos artefactos y métodos que nos ahorren tiempo y esfuerzo en algunas materias nos da la posibilidad de dedicar nuestra atención a otras más complejas, creándose así un círculo vicioso donde el cerebro encuentra desarrollo y una fuente inagotable de estímulos. Sin embargo, resulta paradójico comprobar cómo la tecnología puede llegar a avanzar más rápido en algunos campos que nuestra propia inteligencia. Algo que ha ido generando un gran debate en los últimos años sobre nuestra propia naturaleza, el cual, a su vez, ha dado lugar a una ética existencial que va encaminada a cuestionar en qué medida la tecnología afecta a nuestra propia condición y que, en esta ocasión, se encuentra representada de forma magistral en The Red Strings Club.

La última obra de Deconstructeam, la cual vio la luz originalmente para PC en enero del año pasado, ha sido lanzada recientemente en Nintendo Switch y, podemos decir con total seguridad, mantiene con soltura todas y cada una de sus bondades. Un título que posee en sus raíces un carismático carácter cyberpunk, el cual encuentra gran parte de su desarrollo en una serie de preguntas que dan lugar a una gran disparidad de opiniones, oscilando entre aquellas visiones tecnofóbicas que equiparan a la tecnología con un retazo perdido de la antigua brujería y aquellas miradas transhumanistas que creen que todo el tiempo que pase sin que el ser humano esté fusionado con una máquina es tiempo perdido. The Red Strings Club recoge ese debate, lo condensa y te lo planta en la cara para que puedas formar parte de él gracias a una aventura narrativa emocionante y a una intencionalidad claramente reflexiva.

De lo grande a lo pequeño

El género cyberpunk es uno de los que más literatura, filmografía y videojuegos han generado en los últimos años gracias a que proporciona una serie de universos de los que se desprenden temas que nos afectan como especie a muchos niveles. El melón que se abre al pensar en un futuro donde las corporaciones han tomado el control total de una sociedad decadente y opresiva es lo suficientemente grande como para que el debate que genera nunca termine.

Y es que, precisamente, la grandilocuencia del género puede llegar a ahogar a la propia obra por su complejidad. Algo que The Red Strings Club ha conseguido evitar con soltura porque, tal y como está dispuesto el juego a nivel artístico y narrativo, nos permite que toda esa riqueza global del género se despliegue a partir de momentos humildes. Es decir, la trama que se nos presenta en los primeros minutos del juego, en la que debemos resolver los misterios que esconde una poderosa corporación que ha desarrollado una inteligencia artificial sintiente y ultrainteligente, se va desarrollando gracias a las pequeñas interacciones que mantenemos con otros individuos del título, las cuales se apoyan gracias a una serie de ingeniosas mecánicas.

The Red Strings Club

Del videojuego al jugador

The Red Strings Club es, en parte, una aventura gráfica donde la exploración de los escenarios, la cual suele mostrarse como un elemento importante del género,  se echa a un lado para dar un peso casi total a la interacción entre nosotros y las personas que aparecen durante la aventura. La trama se presenta en una serie de escenarios estáticos donde no es el jugador quién encuentra elementos relevantes, sino que son los propios personajes los encargados de entregárnoslos, haciendo que nuestro papel sea el de interactuar con ellos con el objetivo de sacarles el máximo partido. De esta manera, se nos proponen unas mecánicas (de las cuales hablaremos un poco más adelante) que nos darán la oportunidad de gestionar la información que vayamos recogiendo de ellos, no sólo para orientar nuestro siguiente paso inmediato en una dirección u otra, sino para influir en la trama global en la que se basa la historia.

Lo interesante es que la forma en la que nos relacionamos con los personajes no solo nos traerá pistas y hará avanzar el argumento, sino que conforma los momentos en los que Deconstructeam aprovecha para plantear un debate moral sobre la mesa que se presenta de forma clara y directa. Una serie de diálogos que representan una buena parte de lo que ofrece The Red Strings Club y que van encaminados a generar una situación en la que el juego moviliza al jugador más allá de lo que solemos ver en el mundillo comúnmente: esa secuencia de ''ante este estímulo pulsa este botón''.  Aquí, lo verdaderamente interesante es que en esa secuencia se introduce un elemento altamente estimulante: antes de pulsar un botón, el jugador ha tenido que hacer un recorrido por lo que sabe y tomar una decisión propia, ejercitar su músculo moral antes de elegir la respuesta que quiere dar.

The Red Strings Club

Lo importante es que, gracias a la toma de decisión que hacemos al elegir una determinada respuesta en cada diálogo y no otra, el juego construye de manera magistral la sensación de que estamos ante una persona que podría ser perfectamente real, de la cual no siempre podremos predecir su respuesta y ante la que experimentaremos esa inseguridad que también se siente cuando tienes delante a alguien a quien acabas de conocer. Estas conversaciones nos pondrán, en cierta medida, al límite.

Sobre todo en el sentido de que ciertas opciones de respuesta que elijamos tendrán una repercusión real en la trama a medio y a largo plazo. Y, precisamente, en esta sensación de que tu manera de aproximarte a cada personaje influye realmente en lo que ocurre, es donde esa gestión de la información de la que hablábamos antes cobra especial fuerza.  Todo ello para generar una experiencia que cuenta con suficiente riqueza narrativa como para que, a pesar de que se despliegue en una serie de escenarios concretos, te ponga las cosas sumamente fáciles para que seas tú quién use su imaginación a la hora de entender el universo que hay fuera de las paredes entre las que sucede la acción.

The Red Strings Club

De lo sobremesa a lo portátil

Hablando de lo puramente jugable, The Red Strings Club introduce una serie de mecánicas que conformarán la segunda gran baza del juego y que se integran a la perfección con la intención narrativa del mismo. Desde preparar cócteles hasta hackear un ordenador por el método más infalible de todos: preguntando a diferentes personas por la contraseña.  Mecánicas que van siempre acorde a lo que ocurre y que van en sincronía con el tono del juego, al mismo tiempo que nos hacen más partícipes aún de lo que va ocurriendo en él y de las que podéis consultar más pinchando en el análisis que realizamos en su día del título para la versión del PC, con el objetivo de poder centrarnos aquí en cómo Deconstructeam ha adaptado la experiencia a Nintendo Switch.

Una versión de la que se podría afirmar sin dudar ni un segundo que se muestra tan digna como la experiencia original. Sus elementos se han traducido bien a la pantalla de Nintendo Switch, cuyas características portátiles se amoldan perfectamente a The Red Strings Club sin interferir en el ritmo ni en el impacto de lo que cuenta. Una situación que no hace más que reafirmar esa creencia de que la consola híbrida de Nintendo es un perfecto refugio para el sector independiente.

Sin embargo, es en el sistema de control donde se vislumbran las principales diferencias de esta versión y que, en ocasiones, generan algunas pequeñas asperezas en un título que presenta una experiencia redonda. Así, escogeremos las opciones de diálogo e interactuaremos con algunos elementos del escenario con un puntero que simula el que podemos encontrarnos en un ordenador. Un sistema que, aunque de primeras no suponga nada grave, puede llegar a resultar algo impreciso en ciertos momentos (sobre todo cuando preparamos cócteles), haciendo que algunas secciones se lleven a cabo de manera menos intuitiva que en la versión de PC. Aparte de esto, también podremos hacer uso de la pantalla táctil para realizar dichas acciones, lo cual se presenta como una herramienta adicional pero que en ningún momento llega a cobrar especial protagonismo.

The Red Strings Club

Conclusión

The Red Strings Club es un asombroso ejercicio de condensar todo un género en una propuesta que está tan bien diseñada que le basta con lo que propone para encumbrarse como una de las más imprescindibles para la consola. Su inteligentemente construida narrativa, sumada a la potencia del debate ético que plantea, crea una experiencia difícil de olvidar. No es extraño que tras haberlo completado por tercera vez (la primera fue en PC hace algo más de un año), aún me emocione con sus giros, me inquiete con sus preguntas y me acuerde de todos y cada uno de sus personajes, los cuales son los verdaderos protagonistas del juego.

Un ejemplo más de lo paradójico que resulta el hecho de que la frialdad de las máquinas nos haga plantearnos asuntos tan humanos, lo cual quizás se deba a que encontramos en ellas un reflejo de nosotros porque nosotros mismos las hemos creado. Una interacción que da lugar a debates sobre Dios, la propia existencia humana y la creatividad. Algo que The Red Strings Club tiene bastante presente: es importante que nuestra propia especie reflexione sobre lo que es porque, si en algún momento se llega a dar un futuro en el que la tecnología tome el control y, como en la cinta de Blade Runner estrenada en 1982, la inteligencia artificial tenga un lema tan atractivo como el de: ''Más humanos que los propios humanos''; más nos vale estar preparados para poder contraatacar con un eslogan igual de molón que el suyo.

Redactado por:

Crecí rodeado de naturaleza y campos de trigo, pero con la cabeza llena de historias sobre dragones y planetas lejanos. Después me hice psicólogo para poder fascinarme con las historias de los demás.