La excusa del asesino profesional al que algunos viejos conocidos intentan amargarle el retiro no es algo que resulte precisamente novedoso ni original en el mundo del cine; pero si ya ha demostrado su eficacia a la hora de dar pie a obras articuladas en torno a la acción y el espionaje en numerosas ocasiones, ¿por qué no iba a servir a su propósito una vez más? Precisamente es esta la premisa de la que parte "Polar", la novela gráfica que sirve de referente para la adaptación cinematográfica homónima que Netflix trae a nuestras pantallas.
"Polar" es una novela gráfica obra del español Víctor Santos que ha sido capaz de llamar la atención por su marcado carácter minimalista, sin siquiera diálogos en su edición original, y un estilo artístico entre lo noir y lo gore. Y su salto fuera del papel llega sin escatimar en gastos de manos del director Jonas Akerlund, y contando en el reparto con nombres del calibre de Mads Mikkelsen o Katheryn Winnick. Sin embargo, su adaptación cinematográfica no alcanza la calidad de las novelas gráficas que le dan nombre y se queda a medias, como una especie de "John Wick" descafeinado que intenta suplir sus carencias con baños de sangre.
Aunque la premisa de la que parte "Polar" para dar pie a la acción no sea en absoluto original, la forma en la que se articula la narrativa en torno a la acción y el carisma de algunos de los personajes son suficientes para desligar esta adaptación de otras obras del género como "John Wick" o la saga "Bourne". Pero diferente no es necesariamente mejor, y aunque "Polar" es capaz de resultar en algunos aspectos una película incluso notable, el mal hacer de otros apartados mancha gran parte del trabajo.
Pero no todo es negativo. Si hay en lo que destaca la cinta es el papel de Mads Mikkelsen como Duncan Vizla, un asesino a sueldo al que sus jefes desean retirar antes de tiempo. Su actuación es digna de mención, pero inseparable de Vanessa Hudgens. En tándem es como mejor luce; con unas sensaciones entre ambos actores que son capaces de sostener a flote por sí solas toda la película. La relación entre Duncan y Camille se aleja de la clásica sexualidad para ofrecer un vínculo emotivo más fraternal, más centrado en un rol de padre e hija. Y resulta toda una delicia ver la evolución de este vínculo a lo largo de las dos horas de metraje.
Matt Lucas en el papel de Herman Blut, el cabecilla de los villanos de la historia, también consigue destacar por encima de la baja calidad media de la adaptación, resultando en un antagonista que sí hace honor a sus orígenes. El comportamiento, la actitud y una genial actuación hacen de Blut un personaje tan malvado como carismático. Un antagonista con un toque de locura y un tono muy exagerado que sientan de lujo a la película y dibujan un villano de cómic creíble.
Por desgracia, hasta aquí llegan las virtudes narrativas de "Polar". Quienes a priori resultan los principales antagonistas, un grupo de sicarios encargados del asesinato del protagonista, palidecen de carisma y no necesitan ni diez minutos para resultar molestos. Y lo peor es que su tiempo delante en cámara es bastante extenso durante la primera mitad de la película; centrada demasiado en presentarnos a este grupo que baila entre lo grotesco y lo lamentable. Por su lado, el resto de personajes secundarios se limitan a aparecer brevemente para imponer mucho en por lo visual que por su peso real en la narrativa, dejando como resultado un elenco extremadamente soso.
Uno de los detalles que más le pesa a esta adaptación es la de llevar al cine el minimalismo de la obra original. La narrativa visual en la novela gráfica que da pie a esta cinta es uno de los puntos clave. Sin embargo Netflix la deja a medio cocer. Es cierto que Duncan Vizla sigue siendo un hombre de pocas palabras y la acción es sustituta de muchos diálogos, pero lo es de forma completamente descerebrada. Más que usar la sangre y el sexo como medio de expresión, "Polar" usa estos dos elementos de forma gratuita y exagerada para tratar de enmascarar unas carencias narrativas que resultan demasiado obvias.
Tal vez lo único que pueda darle algo de sentido a toda esta violencia es que, al menos, resulta satisfactoria visualmente. Las coreografías de los combates y todas las escenas de acción están muy bien llevadas; rebosan la calidad que le falta al resto de la película. Nada tiene que envidiar en este sentido a obras como "John Wick", consiguiendo buen ritmo en los combates y evitando la sensación de repetición en los mismos.
"Polar" es una adaptación fallida, no tanto porque su calidad sea mala, sino porque no consigue en absoluto trasladar a las pantallas el espíritu de la novela gráfica que sirve como referencia. Lejos de homenajear a las aventuras de cómic del Kaiser Negro, la película se queda a medias como un John Wick descafeinado que intenta disimular sus carencias con mucha sangre y violencia completamente gratuita que no sirve a ningún otro propósito.
Si algo puede mantener esto a flote es la calidad de los combates y el genial dúo que forman Mikkelsen y Hudgens. Desde luego, no es de lo peor que hemos visto de Netflix en los últimos meses, pero es toda una decepción que una adaptación tan prometedora se quede en una experiencia tan intrascendente. "Polar" es realmente polar. Nos ha dejado literalmente fríos.
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