Estoy seguro de que a muchos de vosotros os ha pasado. Muchos lo admitís y otros tantos os lo guardáis bien adentro, y no os culpo por ello. Cuando vi hace unas semanas que el E3 había sido oficialmente cancelado (no la versión presencial, esa ya estaba claro que este año no iba a funcionar, sino la edición online también) me inundó un torrente de sensaciones.
Por un lado resultaba lógico, poco a poco las empresas que manejan el cotarro en el mundillo del videojuego se han ido desvinculando de la feria y cada vez eran más las que organizaban sus propios eventos por separado. Por otro, siento que estamos perdiendo algo muy valioso que va mucho más allá de lo práctico. Estamos perdiendo... ¿valor emocional? Ya no sé ni lo que estoy diciendo.
Lo que sí sé es que los días que giraban en torno al E3 eran una fiesta para mí. LA fiesta, si os soy sincero. Cada año me reunía con mis amigos más cercanos y organizábamos una LAN party que duraba todos los días que se alargara el evento. Enterrados entre partidas de Age of Empires II, bolsas de Doritos y latas de Monster. No eran los días más saludables del año, está claro, pero sí los más especiales. Salir de aquella burbuja tan solo significaba poner el cronómetro otra vez para contar los días que quedaban para el siguiente.
Y es que estamos a día 24 de mayo cuando estoy escribiendo estas líneas y recuerdo que estas fechas eran sin duda las más especiales de todas. Los días en los que poco a poco el tren del hype nos colocaba en sus vagones. Los días en los que las mariposas del estómago comenzaban a despertar y hacer de las suyas, revoloteando por doquier.
Tengo la enorme suerte de poder decir que yo estuve ahí para verlo morir. Gracias a Areajugones pude ir a Los Ángeles y cubrir el E3 2018, el que yo considero último E3. La experiencia como os podéis imaginar fue espectacular, pero no creáis que lo disfruté más que viendo las conferencias desde mi casa. Y es que esa creo que es precisamente la magia del E3. Era, Sergio, era. Esa era la magia del E3. Todavía no lo he aceptado del todo.
No tengo ninguna duda de que la mejor parte del E3 no eran las conferencias en sí, sino todo lo que ocurría a su alrededor. Los minutos de antes. Las porras con los amigos para predecir qué se enseñará y qué no. Dejando volar la imaginación. Ah... qué días más felices.
Y son días que echo de menos. Pensaba que no, que habría aceptado tras varios años ya que el E3 es algo del pasado y que no va a volver. Que la industria está avanzando en una nueva dirección. Además, ¿qué mejor que tener los anuncios de videojuegos repartidos a lo largo del año? Ahora ya no está todo concentrado, sino que constantemente estamos recibiendo nuevas revelaciones y actualizaciones de juegos ya anunciados.
Pues no. Por algún motivo con esta nueva dinámica siento que esa emoción se ha perdido. Al menos en parte. No sé si estoy hablando antes de tiempo y finalmente tendremos un verano increíble repleto de conferencias y anuncios que me trasladen de vuelta a aquella época antes de la pandemia, pero sinceramente no lo creo. Hay que tener fe, seguro que lord Doritos no decepciona con su Summer Game Fest. Tampoco sé si estoy solísimo en esto o vosotros también echáis de menos aquella época pasada. Yo ya os he abierto mi coraçao, ahora os toca a vosotros. 🙂
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