Far Cry 6 es justo lo que necesitaba para volver a engancharme a la franquicia

No puedo evitar ponerme algo tenso al pensar en Far Cry 3. Es uno de los juegos que, siempre que me preguntan por mis títulos favoritos de la historia, sale a la luz inevitablemente. Pero, por otro lado, está clavada en mi corazón esa sensación de que nunca volveré a jugar algo así... y eso me jode más de lo que me gustaría. Culpa de esto último es cosa también de las circunstancias y la nostalgia: la primera vez que encendí mi PlayStation 3 con el juego dentro estaba en el primer año de carrera... y suspendí 7 de 12 asignaturas.

Mis padres habían venido a visitarme por navidad y tuve que verme obligado a ejercer un forzado papel de falsa responsabilidad haciendo como que estudiaba. Pero, en lugar de eso, la realidad era mucho peor para mí por aquel momento sin yo saberlo: me tiraba hasta las cinco de la mañana pegado al televisor con un ojo puesto en el juego y otro en la puerta. Por suerte no me quedé bizco, aunque parece ser que por aquel entonces lo prefería antes de que me hicieran cuestionarme qué cojones hacía la noche de antes de un examen despierto a esas horas. Y razón no les faltaba, pero me daba igual.

Mi amor por Far Cry 3 se extendió más allá de que me lo pasara por primera vez; sobre todo, porque decidí darle una segunda vuelta justo después de ver los créditos del final. Y, ahora que lo pienso, creo que es el último videojuego que recuerdo que me haya acabado dos veces seguidas.

No es extraño, entonces, que siguiera dando pasos hacia delante con cada entrega de la saga que veía la luz, pero entonces me topé con un Far Cry Primal que fue como un navajazo en el pecho y un Far Cry 5 como un intento de curármelo que no llegó a cuajar del todo. Por eso fui a probar Far Cry 6 con las expectativas bastante ajustadas, para prevenir cualquier tortazo que me pudiera pegar. Y vaya si me lo pegué, pero en el mejor de los sentidos.

¿Qué papeles necesito para mudarme a la isla de Yara?

Qué equivocado estaba cuando vi los primeros tráilers de Far Cry 6 y levanté una ceja al no sentirme impactado por un salto gráfico con respecto a sus precuelas. Qué equivocado estaba cuando pensaba que la vuelta a una isla selvática no conseguiría igualar la belleza del escenario del 3. Y qué bien que lo estuviera, porque volvería a recibir mil veces más la bofetada que sentí al dar mis primeros pasos en la isla en la que tiene lugar el juego.

Yara es un paraíso tropical, pero no solo de verdes palmeras y de junglas insondables; también lo es por los efectos, las partículas y los colores que me acompañaron cuando estaba por ahí pegando tiros. Qué espectáculo visual que es Far Cry 6 (jugado en PC como ha sido mi caso) y qué rabia me da tener ahora la increíble necesidad de tomar el sol en una de sus hermosas playas para darme cuenta de que no son reales.

Qué inmersivo es ir montado a caballo por la jungla a la espera de llegar a una base que asaltar y que te caiga encima una de esas tormentas que te quitan el hipo. Qué inmersivo es que te ciegue la luz del atardecer cuando estás en lo alto de una colina apuntando a un pobre desgraciado a la cabeza con tu rifle de francotirador. En resumen, qué gratificante ha sido sentirme parte del ecosistema de Yara y qué jodido ha sido volver a mi habitación a 38 grados en cuanto he acabado la demo.

Far Cry 6 es más como un Far Cry 3 que un Far Cry 5 y eso me hace muy feliz

Far Cry 6 es una especie de respuesta del destino a mis súplicas; a esa petición hecha al aire de que la franquicia se desviase de lo visto en Primal y en la quinta entrega para volver a fijarse en qué es lo que hizo maravillosa a la tercera. Y, conforme fui jugando a la demo de este, todo se iba haciendo mucho más evidente delante de mis ojos. Far Cry 6, como siendo una entidad consciente de mis deseos, se planteó delante de mi como todo lo que quería: menos farmear y más acción; menos limpiar el escenario de actividades idénticas para acceder a la misión principal y más cuidar cada cosa que haces en el juego con mimo.

No lo voy a negar: me producen una profunda alergia aquellos juegos que me exigen limpiar el mapa para desbloquear una misión principal. No por la estructura en sí de avanzar en el juego, sino que se convierte en un proceso insoportable en el que jugar se convierte en un trámite. En el que para poder llegar a lo realmente interesante tienes que sacrificar una parte de tu preciado tiempo en tareas innecesarias. Y, aunque desconozco si Far Cry 6 tirará o no por este tipo de diseño, lo cierto es que no lo sentí así al jugarlo.

El farmeo de materiales, los campamentos de enemigos y los coleccionables estaban ahí, como siempre. Pero en ningún momento sentí que las misiones principales del juego fueran una ampliación de las secundarias. Y quizás de esto se desprende lo que para mí ha sido más crucial: cada segundo que he jugado a Far Cry 6 ha valido la pena.

Cuando no me veía a bordo de un tanque disparándole un cañonazo a un pobre desgraciad a bocajarro, estaba abordando un portaaviones militar con mi gancho a la luz de una luna que me pedía sangre... la sangre de todos los enemigos que se cruzasen en mi camino.

Ubisoft, ¿dónde tengo que firmar?

Far Cry 6 ha sido para mi una exquisita fiesta violenta de balas, atardeceres soleados y playas inabarcables. La demo de varias horas que jugué me enseñó todo lo que necesitaba ver para volver a comprometerme con la saga con las mismas esperanzas de siempre. Como cuando encontraba en Far Cry 3 aquel equilibrio justo de realismo y locura epiléptica que tantas alegrías me dio en el pasado.

Ahora este último se me ha plantado delante otra vez en forma de un Far Cry 6 que me ha hecho estar superdispuesto a que me vuele la cabeza por completo. Ahora ya solo depende de él conseguirlo o no cuando vea la luz. Por mi parte no habrá barreras, ni prejuicios ni escepticismos: deseo que la saga me vuelva a enamorar como antes. Deseo tener una razón por la que celebrar bañándome en la fuente de mi barrio en caso de que Far Cry 6 consiga traer de vuelta una experiencia que he estado echando de menos durante años.