La carrera armamentística por hacerse con el control de armas nucleares marcó buena parte del siglo XX y vuelve a estar de actualidad en pleno siglo XXI con la proliferación de numerosos conflictos armados repartidos por todo el mundo. Es sorprendente cómo la sociedad olvida dos episodios trágicos que marcaron el dominio de la energía nuclear hace menos de 100 años: uno de ellos, motivado por la guerra, y otro, un accidente del que todavía no nos hemos recuperado.
Hablo, como no, de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en 1945 y el accidente nuclear de Chernóbil de 1986. Ambos sucesos expusieron a miles de personas a altos niveles de radiación, con consecuencias fatales para muchos de ellos. Sin embargo, mientras Hiroshima y Nagasaki son hoy ciudades con vida, prósperas y en las que apenas se nota la tragedia (más allá de edificios en ruinas que han quedado como museos al aire libre), Chernóbil sigue siendo una zona restringida y prácticamente inhabitable. ¿Por qué sucede esta diferencia tan grande?
La primera clave está en el tipo de reacción nuclear que se produjo:
Otro aspecto a tener en cuenta es la magnitud de la radiación liberada en cada suceso:
¿Qué quiere decir? Aunque la bomba causó una devastación inmediata, la contaminación ambiental fue mucho más reducida y breve que la del accidente en Chernóbil.
Quizás no lo sepas, pero las bombas atómicas explotaron a más de 500 metros sobre el nivel del suelo. ¿Qué consecuencia tuvo esto? Que gran parte del material radiactivo se dispersó en la atmósfera, reduciendo la contaminación directa del terreno en ambas ciudades japonesas.
Sin embargo, en Chernóbil la explosión ocurrió a nivel de suelo junto a un incendio que mantuvo en circulación partículas radiactivas durante semanas. Un humo que acabó impregnando tierra, agua y aire, generando un foco de radiación que sigue estando presente en la zona hoy en día.
En estos momentos, millones de personas viven en Hiroshima y Nagasaki, ciudades que se han convertido en símbolos de resiliencia y paz. Urbes modernas, puertos importantes de Japón y centros educativos de referencia en todo el mundo.
Chernóbil, en contraste, es un área restringida donde el tiempo parece haberse detenido. Pripyat, la ciudad más cercana a la central nuclear, es un pueblo fantasma visitado por decenas de miles de turistas anualmente, que no pueden permanecer más que unas pocas horas para no sufrir riesgos. Si bien los niveles de radiación han disminuido desde 1986, la contaminación del suelo y los materiales tóxicos siguen siendo un obstáculo para la vuelta de sus habitantes.
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