Normalmente no me gusta poner etiquetas a ningún videojuego, película, serie, libro o disco de música, pero resulta inevitable nombrar la categoría más aceptada cuando estás hablando con alguien de un título cualquiera. Cuando se empieza a describir un producto cultural, no faltará quien nos pregunte a qué genero pertenece ese producto del que estamos hablando y, en muchas ocasiones, aquí es donde empieza la confusión.
En los videojuegos, uno de los ejemplos con los que más suele sucederse cierto debate es en el que algunas personas se preguntan qué es rol y qué no lo es. Llego a aceptar de que este es uno de los géneros que, como una rara avis, sí llego a etiquetar porque sus variaciones son de todo tipo e incluso sus subgéneros pueden hacer que una persona se interese o no por el videojuego, en este caso. Siempre habrá opiniones diferentes a la mía y es algo que llego a comprender, pero para ir abriendo el artículo, diré que ni Fallout (de la tercera parte en adelante, obviando a New Vegas), ni Skyrim, ni The Witcher 3 me parecen videojuegos de rol puro y duro, simplemente son Action RPG.
El rol, en su máxima expresión dentro del mundo de los videojuegos, lo conforman aquellos títulos en los que se nos da la posibilidad de interpretar a un personaje con todo lo que eso conlleva. Personalmente creo en esa definición como la perfecta para definir estos juegos, puesto que, en un primer momento, creemos que podemos manejar a nuestro antojo un personaje cualquiera. Aquí es donde entra la mala utilización que se le está dando a los videojuegos de rol, debido a que, por muy buenos que sean, hay algunos títulos que no nos dan el control del personaje (mental y físicamente) y solo nos permiten tenerlo como un títere para pasarnos un título cualquiera que llevara, normalmente, una línea muy parecida en todas las partidas que queramos jugar.
The Witcher 3—aunque podemos insertar cualquiera de los tres títulos de la saga— nos permite manejar a Geralt de Rivia en su aventura, pero más allá de algún que otro detalle, la libertad para llevar a Geralt por los senderos que nosotros creamos correctos, es limitada. Podemos llegar a pensar que en todos los videojuegos son así, pero hay casos en los que la libertad está muchísimo más extendida y podremos disfrutar de ejercer nuestros ideales en el personaje (o los personajes) de la partida.
El ejemplo más reciente que podemos utilizar es el de Divinity II: Original Sin. El título, que para el que suscribe estas líneas es el mejor juego del año, nos lleva en volandas a un universo en el que las posibilidades son inmensas tanto en personalización de actitud del personaje, como en las batallas que disputemos, por poner dos ejemplos. La libertad de decidir si quieres ayudar a alguien o no, de saltarte las leyes y atacar a alguien del cual desconfías—teniendo tus consecuencias destinadas—, de intentar persuadir a otros personajes dependiendo de nuestra labia o aliarte con los que parecían ser tus enemigos, declinan que juegos así, sí hacen de verdaderos maestros de ceremonias para el género.
Y es que todo esto, los subgéneros y demás etiquetas, se resumen en este caso en el protagonismo que tenga una sola palabra: libertad. El rol es la toma de decisiones, la libertad para hacer lo que creas conveniente, el tener diferentes formas de salir de una situación, y va más allá de cumplir misiones, subir de niveles o ponerte una armadura u otra según lo que te convenga. Rol son títulos como Arcanum: Of Steamworks and Magick Obscura que nos permiten dialogar con un ogro para engañarlo y robar el tesoro que oculta en su guarida, rol no es hacer una misión que te mande alguien, recorrer el mapa y terminar esa misión: eso es, simplemente, hacer de recadero con alguna variación que te puedas encontrar en el camino. Por eso no se deben confundir, por eso insto tanto a que se prueben las dos versiones de rol—en videojuegos, por supuesto—más conocidas, porque las diferencias, sin lugar a duda, son amplísimas y muy diferentes en la definición del género.
Y sí, ya sé que dije antes que no creo en las etiquetas, pero creo que en los videojuegos de rol hace falta un orden que no se está siguiendo desde hace mucho tiempo. Desde el mismo momento que consideramos llamar juego de rol—que no Action RPG— a títulos como la saga Dragon Age o a Dark Souls, desde el momento en que hasta los desarrolladores se dejaron llevar por esa definición, todo ha sido inexacto puesto que no podemos llamar juego de rol sin más a algo, que, ni por un momento, parece asomarse al concepto más correcto de utilizar.
Así como otros géneros de videojuegos tienen subgéneros, el rol también los tiene, y se hacen claramente para diferenciar esos detalles que los separan. No es lo mismo un FPS que un TPS, ni es lo mismo un juego de estrategia que un título de combates por turnos; no es lo mismo un RPG que un Action RPG o un MMORPG.
Llamar a algún título RPG es fijarse en sus principios, en las reglas que ejecuta. Un RPG empieza a conocerse como tal, cuando la libertad se torna un arma que utilizar de la manera que creas más adecuada, cuando esta te da opciones que creías imposibles de realizar. El RPG empieza cuanto más se extienda la libertad del jugador.
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