El día 20 de enero de 2008 fue un día como otro cualquiera. Un domingo más del año recién iniciado. Probablemente, ninguno de nosotros recuerde qué hizo aquel día, del mismo modo que es probable que nadie se imaginase que ese mismo día iba a nacer una de las mejores series de la historia.
En efecto, "Breaking Bad" emitió su episodio piloto el domingo 20 de enero de 2008, un episodio del que se podían sacar muchos elementos positivos a tener en cuenta. A fin de cuentas, "Breaking Bad" fue "Breaking Bad" desde el principio hasta el final. La genialidad de sus actores, la fotografía, la precisa dirección de sus episodios, los guiones... Todo esto no vino solo cuando la serie empezó a ser conocida, sino que son marca de la casa desde el primer episodio, ese que tan solo vieron 1.41 millones de espectadores. Sí, seguro que estás pensando en lo irrisoria que es la cifra visto lo visto.
Y no, ninguno nos imaginábamos que estábamos ante una de las series más importantes de la historia. Podíamos deducir en base a sus primeros episodios que estábamos ante una serie con potencial, que podía hacer grandes cosas pero... ¿capaz de hacer cosas tan grandes? Es curioso pensar cómo cambian las cosas y cómo una serie que era "una más" se acabó convirtiendo en lo que se acabó convirtiendo. Un cambio tan lógico y abrumador como el del propio Walter White, ¿no?
Y es que tendría que pasar un tiempo para que nos diéramos cuenta de que "Breaking Bad" no era "la serie del tío que tiene cáncer", sino la serie de un tipo como tú y como yo, que acabó descendiendo progresivamente a los infiernos cegado por el poder, hasta un punto en el que es muy difícil comparar al Walter White del primer episodio con el Heisenberg de "Felina", el episodio con el que la serie puso punto y final a su historia hace exactamente dos años. Pero para comprender eso había que darle un poco de tiempo a la serie, pues "Breaking Bad" es una de esas a la que hay que darle una oportunidad. Me avergüenza un poco reconocer que hace años, cuando empecé a ver la serie, no consiguió engancharme. Sí, lo reconozco, al Joven Yo de hace unos años, con un gusto poco refinado, le aburrió "Breaking Bad". Y aunque aprender de los errores es una cualidad de la que no siempre somos capaces de hacer gala, afortunadamente, años después, le volví a dar una oportunidad a "Breaking Bad", y menos mal que así fue. Me consuela un poco saber que no soy el único al que se le hizo cuesta arriba la primera vez pero que cayó enamorado en la "segunda cita" con "Breaking Bad".
Puede que la perspectiva actual con respecto a la serie pueda llevar a pensar que fue fácil, pero no lo fue tanto (o al menos no tanto como cabría pensar). Sí, hablamos de la serie que ha hecho que muchas otras series supieran que no iban a ganar ningún premio mientras existiera "Breaking Bad"; hablamos de la serie que es puesta como la mejor de la historia por muchos; hablamos de la serie que está puesta en un altar junto a otras como "The Wire" o "The Sopranos"; hablamos de una de las series más conocidas por todo el mundo actualmente. Pero hubo un momento en el que no fue así.
Quizás es algo que muchos sepáis, pero otros desconocen que la primera temporada de "Breaking Bad" se encontró con un problema que la podría haber lastrado gravemente: la huelga de guionistas, esa malvada que acabó con la vida de otras series con mayor éxito de audiencias que "Breaking Bad", como fue el caso de la recién renacida "Heroes". Si os preguntabais por qué ese final de temporada tan poco "final de temporada" para su primera entrega, ahí tenéis la razón. Sin embargo, la serie supo sobreponerse a las adversidades y continuó su camino hacia lo que tenía que ser. Un camino en el que las audiencias no fueron tan explosivas como lo fueron con la emisión de su último episodio. Y es que "Breaking Bad" no dio un salto realmente grande en cuanto a audiencias hasta la segunda mitad de su quinta y última temporada, la cual arrancó con casi 6 millones de espectadores frente a los 2.78 millones que vieron el final de la primera mitad de esa misma temporada. Pero "Breaking Bad" se lo ganó, con tiempo y dedicación, y teniendo las ideas claras.
Y quizás el tener las ideas claras sea una de las claves del éxito de "Breaking Bad" en cuanto a calidad se refiere. Vince Gilligan, creador de la serie, sabía de dónde venía y hacia dónde quería ir, y especialmente, supo cuándo parar. Supo perfectamente cómo poner punto y final al recorrido de la serie, y sabido es por todos que fue suya la decisión de finalizar la serie cuando el canal le ofreció una atractiva suma para continuar con la serie. Pero él dijo "no", y nos regaló el final de serie que ya conocemos. Un final que, independientemente de si consideramos que es el final perfecto o nuestro desenlace favorito, al menos consigue algo bastante difícil cuando se trata de poner punto y final a una serie tan mediática, y no es otra cosa que no levantar excesiva polémica. Evidentemente, su final fue increíblemente comentado, pero la gran mayoría se puso de acuerdo en que es un final como poco correcto. Nada que ver con la polémica levantada por los finales de otras series como "Lost", "Battlestar Galactica", "Dexter" (cuya última temporada llegó a coincidir con la última de "Breaking Bad") o nuestra "Los Serrano", y uniéndose al selecto grupo de series con finales realmente bien aceptados como "Six Feet Under" o "The Wire".
No obstante, algunos comentaron que en sus dos últimos episodios, la serie se desinfla con respecto a sus episodios anteriores. Recuerdo que una muy buena amiga mía me comentaba esto mismo y yo le expuse mi argumento: el final de "Breaking Bad" realmente no es "Felina"; el final de "Breaking Bad" son los últimos ocho episodios de "Breaking Bad". Ni más ni menos. Si la miramos en conjunto, la segunda mitad de su quinta temporada es como una película realmente larga, donde los hechos van avanzando poco a poco, hasta llegar al clímax que supone "Ozymandias", para después ofrecer la conclusión final de la historia que suponen sus dos últimos capítulos. La amiga que os comento reconoció que este argumento le hizo ver el final de forma distinta y más favorable, así que quizás también ayude a los más escépticos.
Sea como sea, "Breaking Bad" se despidió hace dos años con un final que era increíblemente lógico. Y para nada esto es malo. Aunque muchas veces pensemos que el episodio final tiene que ser el más grande, el más explosivo, ese episodio en el que te tiene que dar finalmente un infarto... quizás no debe ser así. Quizás el mejor final de todos es el más lógico, pero lógico porque se ha construido en unas bases tan buenas y sólidas, que cualquier otra opción sería casi un disparate.
Probablemente podríamos tirarnos horas hablando sobre detalles de la vida y muerte de "Breaking Bad", probablemente podría desvariar durante unas miles de palabras más, pero al final todo se reduce en que "Breaking Bad" supuso el arranque definitivo del boom televisivo. No es que no hubiera series anteriores a ella que marcaran un antes y un después (ahí están las mencionadas "The Sopranos" o "Six Feet Under"), pero sin duda, la serie protagonizada por Bryan Cranston cambió las cosas, y quizás a ella le debamos el atrevimiento de las cadenas de televisión a la hora de lanzar algunas de las series que más nos gustan hoy en día.
¿Es "Breaking Bad" la mejor serie de la historia? Cada uno tendrá su opinión, y yo probablemente no sabría contestar a esa pregunta. A fin de cuentas otorgar el puesto de "mejor de la historia" implica mucho. Pero, ¿qué más da? ¿Acaso importa? Lo que importa es que tal día como hoy hace dos años se fue una de las mejores series que he podido llegar a ver en mi vida, una de esas que hacen que te involucres tanto con ellas que no dejas atrás nunca. Un sentimiento difícil de describir, pero seguro que el que también lo sienta sabrá de qué hablo.
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