Mi historia con la franquicia de Shadow Warrior es bastante peculiar: el primer juego que surgía a modo de remake hace ya un os añitos se convirtió en una de las primeras series de gameplays que subí a mi canal de Youtube personal y que no voy a poner aquí para que no nos estalle a todos una vena del cuello del cringe. Es por eso que jugué al segundo con gusto (aunque no me convenció tanto como el primero) y es por ello que voy de cabeza con Shadow Warrior 3.
Flying Wild Hog se ha ganado mi voto de confianza como fan más allá de los diversos tráileres del juego que han ido enseñando en los últimos meses. Pero no vamos a centrarnos tanto en su jugabilidad como tal aquí, sino de su duración. Porque, precisamente, el estudio ya ha revelado cuántas horas nos llevará completar el juego pero, eso sí, sin olvidarse de lanzarle una puyita a Dying Light 2.
Lo comenté con el caso del título de zombies y lo volveré a comentar ahora: que un juego dure más de 100 horas es algo que, al menos a mi, hace que le tenga bastantes menos ganas que uno que dure bastantes menos. Por eso agradezco que Shadow Warrior 3 pueda llegar a convertirse en una vorágine de tiros y katanazos, pero efímera: cómo la cantidad de tiempo que un pétalo pasa desde que cae del cerezo hasta el suelo bajo la atenta mirada de un samurái... qué extraño me ha quedado esto último.
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