Quizás hacer esto sea traspasar la fina línea entre comenzar un artículo comentando algo personal y utilizarlo como una especie de diario del estrés, pero a veces una de las partes bonitas de la vida reside en ese baile que tenemos que hacer entre varios conceptos no muy definidos entre sí y cuya fusión acaba dando como resultado algo (in)concreto: el caos. Pues bien, mi vida está siendo un auténtico caos desde hace ya un par de meses por la única y exclusiva razón de que me estoy mudando de una casa a otra con los consecuentes bandazos que hay que dar de por medio. No puedo grabar vídeo porque tengo la cámara en la casa nueva, pero tampoco puedo dormir allí, dado que aún no tengo cama sobre la que caerme muerto por las noches.
Y, sin embargo, dentro de este estresante sentimiento de que mi vida está ahora mismo partida por la mitad y de que se va reubicando constantemente entre dos lugares diferentes, hay algo que hace de puente entre ambas: el bello recuerdo que mi cabeza ha creado de Super Mario Bros. Wonder desde he podido probarlo durante un par de horas. Es algo que siempre tengo en mente, independientemente del lugar en el que me encuentre ahora. Y es realmente curioso como sus colores, su sonido, sus personajes y sus mundos hayan formado una imagen lo bastante potente en mi cerebro como para resistir el embiste de todo el estrés que os contaba antes.
Seguramente sea porque jugar a Super Mario Bros. para mi supone la tranquilidad que notas al mirar un cielo estrellado en una noche de verano, pero añádele un ''Wonder'' al final y el firmamento se llenará de pronto de fuegos artificiales. Sí; así de increíble me ha parecido lo que he podido probar del juego.
Teniendo en cuenta que Super Mario se ha convertido en una de las figuras más importantes de la cultura pop en la posmodernidad, no hace falta que explique que estamos ante un juego de plataformas en dos dimensiones en el que tenemos que recoger coleccionables en niveles que nos pondrán a prueba de diferentes formas, hay powerups que nos dan poderes especiales y cada poco rato se presenta nuevas mecánicas para darle un girito jugable característico al nivel en el que estás.
Todo el mundo ha jugado/leído/visto cómo es un Super Mario Bros. en 2D, por lo que a continuación quiero centrarme en los detalles específicos de esta entrega. Y, precisamente, eso pasa por hablar sobre qué recoges exactamente en los niveles y cómo esto influye en el juego de forma directa.
Todo lo que se puede ver en un juego tradicional de la franquicia está ahí: los powerups que nos dan una habilidad concreta en un nivel, las monedas repartidas en cada salto, los goombas... Pero es evidente y se nota a primera vista que Super Mario Bros. Wonder no se estanca en lo que se supone que debe ser como un juego de la saga en 2D, sino que se lo echa todo a la mochila para tirar a correr hacia delante en una dirección nunca antes vista en la franquicia.
En este sentido, no es solo que haya más powerups, objetos, enemigos inéditos, mecánicas insólitas, coleccionables nuevos; no es solo que haya más cosas, sino que la estructura que hay que esperar de un juego así cambia lo suficiente como para sorprenderte en cada nivel al que entras a jugar. Super Mario Bros. Wonder es, de esta manera, una metralleta de ideas nuevas; de mecánicas que se te presentan según la tradición y que acaban dando un giro de 180º para dejarte con los ojos haciendo chiribitas. Es como un Super Mario hecho por un tiktoker en el buen sentido de la expresión: no pasan más de 30 segundos sin que ocurra en pantalla algo que no habías visto antes.
Es aún más paradójico entonces que, en una época en la que siento que no tengo un lugar claro al que pertenecer, me sienta más como en casa que nunca. Quizás lo mágico esté en que Super Mario siempre ha sido para mi un lugar calentito en el que pararme a descansar y, al igual que yo, la franquicia esté mudándose hacia un lugar mejor del que había venido con Super Mario Bros. Wonder.
Ahí está el secreto de lo que he podido probar del juego en las dos horitas que he estado con él. En esa dicotómica sensación de que el juego es pura tradición que mira hacia nuevos horizontes. Y, al final del día, estés donde estés tú y esté donde esté el sitio en el que tengas que estar en ese momento, Super Mario acaba siendo siempre como estar en casa.
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