En el momento en el que completé Final Fantasy XV en su día, me di cuenta de que había pasado demasiados años alejado de la franquicia. Cuando mis ojos vieron la conclusión final de Noctis mi cerebro interpretó aquellos estímulos sensitivos para darle un significado casi literal a una palabra que he mencionado hace un par de líneas: demasiados. Principalmente, porque cualquier año que pasase desde aquel mismo momento sin ponerme al día con las sagas que no había jugado de la saga iban a ser, efectivamente, demasiados.
En aquel momento comprendí de forma automática que tenía una deuda moral con un compendio de figuras japonesas cuya existencia misma se encorseta en los nombres concretos de Uematsu, Sakaguchi, Nomura, Yoshida, Amano y muchos otros. Era tiempo de echar la vista hacia atrás con el objetivo de que el futuro no pasase por delante de mi sin que fuera siquiera consciente de lo que me iba a estar perdiendo cuando llegase.
Es por eso que mi única labor fue revisitar el Final Fantasy VII original (esta vez yo a los mandos, dado que me lo comí enterito de pequeño sentado al lado de mi hermano mayor viendo cómo se lo pasaba) y la primera parte del remake que salió en 2020. Ahora puedo decir que aquel Ramón de hace un par de años mostró un ejercicio de sensatez sin precedentes, pero sobre todo de empatía con su yo que estaba por venir.
Ahora puedo decir que ya he jugado al principio de Final Fantasy VII Rebirth y, por suerte, he podido comprender de forma retroactiva que, efectivamente, he estado a punto de perderme una de las mejores experiencias que he tenido con una preview en los últimos 5 años. No estamos preparados para lo que se viene, y a continuación os cuento por qué.
Lo mejor que se puede hacer antes de entrar a bucear en el amalgama emocional que me dejó el juego después de jugarlo es intentar trazar un esquema de qué es lo que pude probar exactamente con tal de que no nos perdamos en el laberinto de lo inconcreto y tener algo a lo que agarrarnos una vez entremos a hablar de experiencias subjetivas. Dicho esto, ya lo habéis leído en el titular: lo que pude probar de Final Fantasy Rebirth fue el principio del juego, concretamente, sus dos primeros capítulos.
El primero de ellos consiste en una especie de flashback a modo de prólogo en el que Cloud y el resto están en una posada intentando comprender los orígenes de Sephirot. Es aquí cuando se nos transporta al pasado justo al momento en el que ambos personajes formaban parte del mismo escuadrón y fueron enviados al pueblo de Cloud con tal de investigar una serie de extraños sucesos en el lugar.
Pasan ''qué cosas'' es lo único que voy a decir sobre cómo Sephirot se convierte en el villano que es con tal de no estropearle la experiencia a quienes no hayan jugado al FFVII original para, más tarde, protagonizar una segunda parte de la demo ya en el presente donde pudimos pasear tranquilamente con Cloud y compañía y probar el nuevo juego de cartas del juego llamado Queen's Blood (el cual apunta a bombazo).
Es aquí cuando comienza una emocionante secuencia de persecución en la que tendremos que escapar de Shinra y llegar a ese momento al que tanto bombo se le han dado en todos los tráilers del juego; el punto exacto en el que el mundo abierto se abre ante nosotros para que nuestros ojos se cieguen por un sol cuyo objetivo es el de bañar de luz la inmensidad que tenemos delante.
Ahí es justo donde empieza el segundo capítulo del juego, donde teníamos que planear nuestra travesía hacia la siguiente ciudad mientras íbamos completando todo tipo de tareas secundarias por el camino. Lamentablemente, la demo se terminó a los pocos segundos de empezar esta segunda parte porque, efectivamente, invertí demasiado tiempo de la preview en el juego de cartas.
Teniendo en cuenta que ya tuve la oportunidad de probar lo que se podía hacer en el mundo abierto del juego en otra demo que tuvo lugar hace unos meses, en esta ocasión me gustaría centrarme en otro de los apartados del juego con tal de cubrir el mayor número de elementos posibles; algo que pasa por hablar, como no podía ser de otra manera, de su sistema de combate, cuyas principales virtudes se pueden resumir en las siguientes 10 claves:
Todo esto no tendría ningún sentido como tal, por otro lado, si existiera como una entidad única e independiente del resto de partes que forman Final Fantasy VII Rebirth. Pero, sobre todo, si no se encontrase envuelto de lo que quizás sea más importante de esta segunda parte del remake: el drama.
Que Sephiroth es un personaje increíble y uno de los villanos con más caché en el mundo de los videojuegos sería redundar en una idea que lleva establecida la friolera de 27 años. Lo bueno es que en Final Fantasy VII Rebirth se revisitan sus orígenes con tal de reavivar su presencia como el personaje icónico que es.
En este sentido, el remake optará por mostrarnos el proceso por el que Sephiroth se convierte en lo que es de una forma mucho más directa para integrar lo que en el original se contaba de forma casi subliminal en el entramado de cinemáticas que se irán sucediendo dentro del juego. O, dicho en otras palabras, lo que antes tenías que intuir a través de las pistas que ibas encontrando en la aventura ahora se te cuenta de forma explícita.
¿Es este un enfoque erróneo? Nada más lejos de la realidad; no todos los juegos han de seguir las últimas tendencias ni valerse de los mismos vicios narrativos, sino de adoptar aquellos que más le convengan. En este sentido, es evidente que en Final Fantasy VII Rebirth le compensa mucho no esconderte nada y lanzarte su argumento a la cara para conseguir un mayor impacto en ti.
Principalmente, porque de esta forma puedes ir perfilando una cinemática escogiendo con qué melodía acompañas lo que ocurre a nivel visual, qué giros de cámara incluyes y a qué ritmo para que todo sea mucho más intenso y qué cara le pones a los personajes involucrados en la acción para que logres empatizar mucho más con ellos.
De esta misma manera, lo que ocurre con Sephiroth es un auténtico dramón en todos los sentidos de la palabra; desde lo impactante que resulta la transformación del personaje hasta lo desconectado que lo notas de la realidad una vez se han alineado todos los elementos que dan forma a su historia de origen.
Tanto si jugaste al original como si no, Final Fantasy VII Rebirth apunta a convertirse en una de esas obras incontestables que terminará de despejar cualquier atisbo de duda que quedase por ahí sobre si era necesario o no que Square Enix dividiera la reimaginación del título original en tres partes.
En este punto de las impresiones estoy sin palabras, pero no porque ya haya dicho todo lo que tenía que decir sobre el juego, sino porque no soy capaz de encontrar las adecuadas con tal de explicar lo que me ha hecho sentir... Se viene algo muy bonito el próximo 29 de febrero; la vuelta de Square Enix para reescribir la historia de los JRPGs.
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