Diez de la noche. Llegamos a casa y nos disponemos a ver el primer episodio de "Félix", la nueva serie de Movistar+ dirigida por el siempre genial Cesc Gay que ha llegado con una promoción centrada en mostrarnos una ambientación andorrana que nos recordaba a "Fargo" y que nos dejaba más dudas que respuestas. Empezar esta serie sin haber visto nada es lo mejor que se puede hacer, ni siquiera sus anuncios o carteles, puesto que al final lo que parece un thriller se convierte en un drama que gira sobre la vida del propio Félix.
Desconcertante por varios motivos: mezcla delicada de un sentido del humor propio del director (que ya vimos en "Truman") con un drama intenso que pone patas arriba la vida del personaje; además, sí, es un thriller, pero lo cierto es que el formato serie ha perjudicado a un director que no se siente cómodo: hay capítulos que terminan sin un alto en el argumento que nos incite a ver más allá, pero la trama de fondo se va desilvanando poco a poco en un intento de acercar el género a una audiencia diferente, a unos espectadores inteligentes que ya han demostrado su lucidez al ver series como "La Peste" o "La Zona".
No estamos ante la mejor serie de la plataforma, e incluso podríamos decir, sin temor a equivocarnos que, pese a estar con un producto solvente, es la que más taras tiene: ¿es novedosa? Sí; ¿engancha? A medias; ¿vale la pena verla? Sin lugar a dudas. Sigue siendo un tipo de ficción muy diferente al que se hace habitualmente en la televisión española, por lo que está por encima de la media y, gracias a sus escasos seis episodios, es una serie idónea para maratonear.
Formato que le viene ni que pintado: concibamos la serie como un producto de cinco horas de duración sin cortes y se arreglan muchos de sus problemas; la trama avanza así más rápido, los personajes dan a comprender sus motivaciones de forma más segura y los giros de guion, que están presentes en varios puntos de la trama, van obteniendo mayor sentido. Ver "Félix" como una serie y no como una película ralentiza la acción, nos provoca desconcierto y nos dejará más fríos que la localización en la que se desarrolla la serie.
¿Pero qué es lo que más no ha gustado? Lo diferente que es su protagonista: durante los dos primeros episodios llegaremos a odiarle gracias al enorme papel que realiza el actor protagonista. Es maníaco, tiene una obsesión y hará todo lo posible por lograrla pese a que el espectador sabe y conoce que algo no va bien (debido, en parte, a una dosificación de la tensión deficitaria). En cambio, al final del segundo episodio comprobamos como Félix es un hombre normal, que se choca con la realidad y ve cómo lo que perseguía no era lo que él creía. Sin desvelar más allá de esto, decir que durante los seis episodios seguirán produciéndose momentos en los que odiamos a Félix, y momentos en los que querremos mandarle todo nuestro apoyo.
También destacamos la fotografía, con planos muy bien elegidos y una colorimetría fría que casa perfectamente con el ambiente seco de Andorra. La elección de este país vecino como territorio confiere a la trama de un punto exótico lo suficientemente interesante como para intentar indagar más en la sociedad andorrana, aunque lo cierto es que no se trata de un elemento que se explote como debería en "Félix": el guion acaba virando hacia territorios conocidos (como la Mafia) y, por lo tanto, Andorra es una excusa más que un motor.
Donde tenemos sentimientos encontrados es con Julia, el personaje que tanto anhela Félix durante toda la serie: esta chica, de origen asiático, esconde algo, algo que puede poner en peligro a nuestro protagonista. En cambio, nos atrae y queremos que ambos coincidan. Es el hecho de ser concebida como una femme fatale lo que provoca esta distancia con el espectador: sabemos que puede ser el enemigo, pero su fortaleza nos atrae. Aunque lo cierto es que, con el paso de los episodios, el papel de Julia va adquiriendo más sentido y, para algunos, alejándose de ese papel de femme fatale.
Como conclusiones, afirmar que se trata de una serie concebida como película y que Movistar+ lo sabe: de ahí que la haya encargado y publicado de una vez en su plataforma. Hay elementos que nos gustan, como su peculiar sentido del humor, la fotografía y el personaje de Félix; cosas que no nos gustan tanto, como el dramatismo que a veces llena la pantalla, la estructura más propia de cine que de serie y el desaprovechamiento de Andorra como trasfondo social. Pero la serie merece la pena ser vista por una cosa: en todo momento sabremos que siente Félix y nos sentiremos igual de descolocados que él, y sobre todo, para responder a la pregunta: ¿quién es Julia?
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