"Paquita Salas" es toda una revelación. Aunque originalmente era una serie de Flooxer, lo cierto es que la fama del personaje más extravagante de la comedia española no llegó del todo hasta que Netflix se hizo con sus derechos. Fue entonces cuando la plataforma de streaming puso a disposición de sus usuarios cinco episodios de unos 20 minutos que encandilaron; no era de extrañar, por lo tanto, que se anunciara una segunda temporada para este año.
Ya estamos aquí: Paquita, la representante de actores que se quedó anticuada, regresa con más de lo mismo. En sus primeros episodios no descubrimos un cambio profundo ni en la propia narrativa de la serie ni en la personalidad del personaje ni en la gente que le rodea. Su fórmula funcionaba, ¿para qué cambiarla? Sí, hemos notado que la trama ha mejorado tanto en su tratamiento (hay menos decisiones cuestionables), como en su seriedad. No estamos en la mejor etapa de la representante y todo se le viene encima, por lo que esta situación provocará que Paquita sea llevada al límite.
Esta crítica está libre de spoilers
De nuevo, vuelve a ser Magüi el personaje secundario estrella (¿o diríamos co-protagonista?). Belén Cuesta sigue enamorando a los espectadores con una dulzura e inocencia que traspasa la pantalla. Muchas de las situaciones hilarantes que vivirá el personaje de Paquita se deben, en parte, a lo que sucede con Magüi. Es su gran pilar pero, a la vez, su mayor desestabilizador: más que ayudar a Paquita, la anima a cometer muchas de sus locuras. Es algo que no solo decimos nosotros, como comprobaréis a lo largo de la temporada.
El tercer pilar de la serie vuelven a ser los cameos, esta vez, mucho más trabajados y bien incorporados a la serie. En esta segunda temporada nos alejamos de esa presencia metida con calzador de algunos nombres conocidos y aparecen todos bien dibujados y con un motivo claro. Hay muchos, todo hay que decir; Javier Calvo y Javier Ambrossi se valen de estos cameos para crear tramas secundarias que den riqueza a las situaciones vividas por Paquita. Por último, y no menos importante, el papel de Mariona Terés lo sustituye, en parte, una gran Anna del Castillo.
La hemos dejado para el final porque aquel que viera la primera temporada comprobaría cómo Anna del Castillo era un simple cameo: apareció pocos minutos. En cambio, cuando apareció, sirvió para dejar claro que su personaje cobraría importancia de cara al futuro. Hay un detalle importante: su vis cómica va a contrarreloj de Paquita y su secretaria. Mientras estas dos tienen un humor más pícaro entre ambas, Anna del Castillo le otorga a la serie un punto más fresco y gamberro. Una inexperta que puede meter la pata y que no comprende bien cómo funciona la profesión. Son dos tipos de humor representados en diferentes personajes y que aportan variedad al guion, porque girar todo el rato en torno a la "sobreactuación" de un personaje como Paquita llegaría a ser cansado.
Hay también una mayor variedad de escenarios: si bien la primera temporada cumplía en este aspecto, lo cierto es que se apreciaba una reutilización de sets bastante intensa. Los escenarios se repetían y pocas veces se aprovechaban más allá del pueblo de Paquita o algún exterior más. Ahora la serie, en este sentido, cumple mejor: se nota que se ha aumentado el presupuesto y que los Javis tienen más libertad. Al ser capítulos de 20-30 minutos no es algo que llegue a molestar, puesto que estamos ante una especie de sitcom a la española, pero es algo de agradecer que se haya hecho más ambiciosa la serie con su paso a Netflix.
En lo técnico también hay un salto hacia adelante: la serie sigue con su magnífica fotografía y con el característico "cámara en mano", en cambio, se ha mejorado aún más el primer apartado gracias a la variedad de escenarios. En cuanto a la cámara en mano, decir que es cierto que si en la primera temporada podría parecer un abuso su utilización, ahora se utiliza en esos momentos puntuales que lo requieren: momentos de tensión, humor desmedido o inicio de algún giro de guion. Se ha ganado profesionalidad en el manejo de la cámara.
Por lo tanto, estamos ante un "lo mismo" pero "mejor". Paquita Salas se reafirma como la comedia que todo el mundo debería ver. No solo por su personaje, sino porque los Javis aprovechan para introducir mensajes reivindicativos como el movimiento feminista, cada vez más necesario; se aprovechan de la actualidad para hacer humor; y, sobre todo, nos descubre que el humor no debe ser siempre blanco y familiar. La acidez también es necesaria en la pequeña pantalla.
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