Replicar una fórmula modificando sus señas de identidad para adaptarlas a un nuevo contexto comercial es complicado. Ni el público ni el reparto poseen el mismo lenguaje cultural que los conectó entonces. "Men in Black: International" es el fiel reflejo de lo que lleva practicando Hollywood en los últimos años; una calcomanía algo descafeinada de lo que en su momento se terminó convirtiendo en una de las sagas autoconscientes más veneradas de finales de los 90. Ahora bien, su intención, plenamente asentada en el entretenimiento más palomitero, permite esquivar expectativas para impactar directamente sobre la masa más conformista.
Ni la comedia de corte blaxpotation, ni la receta family friendly del cops noventero, ni el Will Smith en efervescencia. F. Gary Gray se sumerge en la franquicia para revivirla de sus cenizas construyendo la casa desde el tejado. Amparándose únicamente en lo que Sony ha entendido que suponía la saga, para narrar una historia precocinada que destila de todo menos carisma. El director sí consigue no obstante replicar el precepto de acción y frases hechas que ya mostró en cintas como "The Italian Job" o la más reciente "Fast and Furious 8", dando vida a una producción tan liviana y olvidable como placentera.
La ya conocida pareja formada por Matt Holloway y Art Marcum se adhieren al pastiche comercial y complaciente de la saga Transformers, regalando un libreto que entiende sus debilidades y busca solventarlas. ¿Cómo? Ampliando la magnitud de la historia en todos los sentidos; abandonando el tono suburbano de las cintas originales para embarcarse en una trama de corte global que permite aprovechar el cambio continuo de localizaciones como principal atractivo formal del reboot. No es sorprendente que "Men in Black: International" pase de puntillas por el organigrama y la metodología de este cuerpo especial de agentes, para intentar rápidamente discurrir por su road trip situacional.
Thessa Thompson aterriza en su primera gran producción tras su paso por el Universo Cinematográfico de Marvel, con un papel que salvaguarda la película de comparaciones desdeñosas. La Agente M es la metáfora del fan que llega a la franquicia para hacer realidad todas las pretensiones que no logró experimentar en sus primeras entregas. Nos topamos con una joven apasionada por el espacio y los alienígenas, que gracias a su esfuerzo y astucia termina colándose en uno de los puestos más valorados de la organización. La intencionalidad del movimiento por parte del estudio va más allá de lo narrativo; se percibe el deseo de incidir diametralmente en un producto desfasado para colorearlo con las tendencias que mueven a los jóvenes actuales.
Una mujer, de color, y cuyas habilidades se sustentan principalmente en el intelecto, se cuela en un servicio dominado por hombres, cuya jerarquía responde al heroísmo y la capacidad de liderazgo varonil ¡La propia franquicia lo lleva inscrito en su título! Las referencias a la anticuada fórmula de la saga original son abundantes, y su tono en clave de comedia permite aproximarse al lavado de cara sin grandes expectativas. Lo sorprendente sin embargo no es el qué -cada vez más habitual en este tipo de producciones-, sino el cómo. Gary Gray es autoconsciente, y no duda en reírse constantemente de sí mismo con un estilo directo y desenfadado.
Da igual que el guion careza de profundidad, y que las escenas de acción estén saturadas de efectos especiales. Porque lo único que persigue la cinta es recrear un espacio de humor absurdo que permita alcanzar ese ocio blando al que tanto le gusta apegarse a Hollywood para sus franquicias numeradas. "Men in Black: International" nunca sorprende -siempre lastrada por una trama previsible y trufada de artimañas narrativas de trilero-, pero siempre se mantiene en liza en cuanto a diversión se refiere. Y no, no lo consigue gracias a los alienígenas, más ausentes que nunca.
El timón principal sobre el que se asienta la película es la química resultante de la pareja protagonista. Chris Hemsworth y la propia Thompson replican el dinamismo y la magia que ya demostraron en "Thor: Ragnarok", calcando sus actuaciones marvelitas con nombres y personajes diferentes. Resulta complicado mirar a pantalla sin pensar en el dios del trueno y Valquiria, pero a efectos prácticos, su inercia interpretativa funciona igual de bien. No es sorprendente que Gary Gray busque en todo momento compaginarlos en escenas, y se apoye sin reparo en el intercambio de miradas para maquillar la textura plasticosa del conjunto.
El truco sale bien, y aunque la historia solo logra despuntar gracias a las coreografías y la dirección, el empaque general resulta salvable. Lo mismo que se puede decir del humor familiar filtrado en cada minuto de metraje. Una comedia que huye de la carcajada, pero que es capaz de mantener una sonrisa permanente en el espectador durante toda la película. Y en este caso el agradecimiento no va para Frank, el famoso perro de la saga madre, sino para Peoncín (Pawny en versión original), una suerte de Geppetto alienígena que sirve de punto de fuga para el perfume kitsch que desprende el proyecto.
¿Consigue "Men in Black: International" justificar el reboot de la saga? La respuesta es un no rotundo. Ni todas sus virtudes sumadas justifican reanimar una fórmula que ya reflejaba cansancio en su última entrega. La cinta no aporta un relato que invite a seguir estirando el chicle comercial con propuestas atractivas desde el punto de vista cinematográfico. "Men in Black: International" se queda en un blockbuster de corte medio protegido por un nombre de prestigio. En otro pastiche edulcorado aplastado por la ambición comercial y la ausencia de originalidad del estudio de turno. Más comida rápida para los nostálgicos.
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