La fórmula albergaba un gran potencial de corto alcance, pero con el tiempo iba madurando hacia un pastiche adictivo de referencias a la cultura pop, y experiencias teen de corte universal. Los hermanos Duffer lograban adaptar su proyecto narrativo autoconclusivo en una saga de largo recorrido. Y lo hacían no solo construyendo señas de identidad propias, sino además generando un horizonte de sucesos del todo imprevisibles. Ahora bien, "Stranger Things 3" ya no es ni ese descubrimiento naíf de lo desconocido, ni la respuesta reactiva contra la oscuridad. El tiempo de hibernación ha cambiado Hawkins por completo, y para bien.
La transición del invierno al verano no solo responde a un deseo de generar nuevas situaciones; es además una carta de intenciones por parte de unos cineastas interesados en desgranar la adolescencia. Y sí, la trama principal recurre a todos los tropos imaginables, pero su renovado trasfondo proporciona dinámicas refrescantes. Desde el descubrimiento del amor por parte de Eleven, a la búsqueda de una relación paternofilial sana por parte de Hopper, llegando hasta los primeros pasos de Nancy y Jonathan en el mundo laboral. Existe una clara distinción entre el tono conservador de la línea fantástica, y el picante experimental que los cineastas añaden a la faceta spielberiana de la saga.
Esta crítica cubre los 8 episodios de la temporada y NO contiene spoilers
En ese sentido "Stranger Things 3" da un gran paso al frente en cuanto al lenguaje que empleaba para entretener. La madurez de los personajes y del propio universo de la saga ahora permite tejer una red narrativa mucho más amplia y variada. Abre las puertas a una experiencia mucho más enriquecedora que no aboga únicamente por buscar los easter eggs de turno, y que puede atreverse a manejar sin desfallecer otros géneros alejados de la ciencia ficción. ¿Cómo lo consigue? Desde la propia dirección los Duffer se presentan con una actitud distendida y holgada que va poco a poco embadurnando la temporada de una autoconsciencia chispeante.
Muy bien, pero, bajando a nivel de suelo ¿qué ofrecen los nuevos episodios? La serie arranca con un ritmo frenético que ayuda a establecer el tono durante el resto de episodios, y que manifiesta un aprendizaje notorio respecto al despegue farragoso de la pasada temporada. Desde ahí se va despegando de la nota family friendly a la que se había sujetado hasta ahora, y va perfilando, con un enfoque adulto, tramas de temáticas distintas; el amor, la amistad, la identidad de género van confluyendo en un esquema ciertamente familiar pero más engrasado que nunca. Todo ello empaquetado en 8 episodios manufacturados en torno a ingeniosos y adictivos cliffhangers.
Netflix sigue teniendo entre manos una de las serie más adictivas y competentes de la televisión, pero no se libra de los fallos. Todo lo que mejoran los Duffer en el manejo del reparto y el ritmo, lo echan a perder con sus villanos y el uso de las referencias. El principal encanto de la saga, dejando de lado su vertiente fantástica, siempre había sido jugar a los guiños culturales. Esta tercera temporada sin embargo pierde toda la elegancia que Hawkins destilaba en el pasado. Decide masticarlo todo de sobremanera para exponer de la forma más explícita las referencias. ¿Hay que incluir el título de una película? Se mete en primer plano con un póster. ¿Hay que recordar a algún producto? Se pone en boca de los propios personajes.
"Strangers Things 3" tiene de autoconsciente todo lo que destila de vulgar. El descrédito llega hasta el punto de apostar por determinadas escenas en torno a estos easter eggs; desperdiciando no pocos minutos en situaciones que no aportan absolutamente nada a la trama, y que solo consiguen entorpecer el ritmo. Claro que es agradable encontrarse referencias a George A. Romero, "Karate Kid" o "La jungla de cristal", pero el problema es que estas han dejado de ser guiños para convertirse en bofetones. A nivel de vestuario, fotografía y atrezzo la serie sigue siendo un portento asombroso, pero ese maquillaje no siempre logra ocultar el acné de la pubertad.
Igual que tampoco consigue desviar la mirada de la que a grandes rasgos viene a ser la principal flaqueza de la temporada: sus villanos. O más bien su falta de ellos. Los hermanos Duffer optan por no depositar toda la atención sobre una criatura definida, y se lanzan a presentar una gran cantidad de antagonistas sin ningún tipo de interés. Empezando por los comunistas -bando villano de turno-, siguiendo por una suerte de Terminator acartonado, y llegando a una bestia cuyos límites de poder cambian con la dirección del viento. Tanta dispersión anula gravemente la sensación de peligro, e impide que se sintetice algún tipo de interés por los conflictos de las tramas.
¿Cómo es posible entonces que la temporada funcione? Las sólidas bases que la saga ha ido estableciendo durante sus anteriores temporadas permiten ahora disponer un entretenimiento adictivo que no responde a promesas narrativas. "Stranger Things 3" exprime el presente haciendo irrelevante que el Mundo del Revés abra sus puertas, que la humanidad esté en peligro, o que los poderes de Eleven puedan tener consecuencias de alguna clase en el futuro. El secreto de su implacable mecanismo de entretenimiento sigue respondiendo a la química entre personajes y a la precisión con la que inyecta nostalgia en pantalla.
Y ni con todo ello es posible pasar por estos episodios sin tener la sensación de estar degustando un cebo. De que en realidad los Duffer solo han tendido puentes y bisagras para lo que será el plato fuerte de su proyecto televisivo. Si no ¿dónde está la trama relacionada con los experimentos y el origen de la protagonista? Ese juego de números y poderes mágicos se ha quedado en segundo plano para dejar que Max, Erika y Robin brillen con luz propia. Hawkins es mucho más que Eleven y Will, es a día de hoy un caramelo de sabores por descubrir.
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