El año 2016 ya toca a su fin y en estas últimas semanas hemos estado haciendo todos, y seguro que vosotros también, repaso de las cosas que más nos han llamado la atención últimamente (ya sea para bien, para mal o como mera curiosidad). Entre todo lo que he jugado este último año, que por suerte no ha sido poco, se encuentran unos títulos con los que hace unos 12 meses me prometí que debía reencontrarme en 2016: la saga Fallout.
Fue tras dedicarle más de 60 horas a Fallout 4 y seguir echando algo en falta (no me malinterpretéis, la última entrega de Fallout me gustó mucho y es uno de los juegos que más he disfrutado en los últimos años) cuando decidí que debía volver a jugar uno por uno todos los juegos de mi saga predilecta. Tras cumplir con mi propósito, estas últimas semanas he estado disfrutando por enésima vez Fallout: New vegas; y de ello vengo a hablaros hoy, de esta pequeña gran joya que Obsidian nos brindó hace ya más de 6 años.
Para ponernos en contexto, es de recibo explicar antes de nada que Fallout: New Vegas es un spin-off que llega como la quinta entrega de la saga, la segunda de los juegos "modernos", es decir, los que abandonan la vista cenital para situarnos en primera o tercera persona y permitirnos jugar como si de un shooter se tratara. Al estar ante un spin-off, las mejoras técnicas eran bastante pequeñas respecto a Fallout 3 y Bethesda simplemente daba libertad a Obsidian para crear un mundo enmarcado dentro del universo Fallout en el que ellos contaran su propia historia.
La verdad es que la mezcla no pintaba mal, ¿verdad? Pues lo cierto es que el resultado fue, a priori, mucho peor de lo esperado. Fallout: New Vegas no tuvo la acogida esperada ni a nivel de ventas ni de críticas, situándose según el ranking de Metacritic como el segundo peor juego de la saga por detrás de Fallout Tactics y quedando con una media de 84/100. Y precisamente este detalle le costó a Obsidian quedarse sin la prima acordada con Bethesda por alcanzar el 85 en Metacritic e irse prácticamente a la quiebra (gracias a su talento, sacaron un magistral Pillars of Eternity y ya sabéis cómo sigue la historia).
Pero, como ocurre muchas veces, la gente se equivoca. Y en este caso, muchos jugadores, entre los que me incluyo, nos equivocamos. Hace falta dedicarle unas cuantas horas a Fallout: New Vegas para ver lo grande y maravilloso que es, lo bien construido que está en todos sus aspectos y la frescura que rebosa una saga tan aclamada incluso hoy, 6 años después de su lanzamiento.
Si hay algo que destaque en New Vegas por encima del resto de Fallout modernos es que es un juego en el que el rol prima sobre la acción. En Obsidian trabajan algunos de los que en su día fueron empleados de Black Isle, empresa creadora de algunos de los mayores exponentes del RPG como Planescape: Torment, Icewind Dale o el propio Fallout y Fallout 2. Y eso se nota, se nota en que a pesar de encontrarnos en un spin-off con un aspecto moderno, se respira un ambiente a rol clásico en cada misión, en cada diálogo, algo que a los fans de las primeras entregas nos vuelve locos.
Es cierto que al fin y al cabo es un RPG de los modernos, de los que incluyen acción a cascoporro y nos empaquetan combates por todos lados para que no nos cansemos de disparar y disparar. Pero Fallout: New Vegas maneja genial las diferentes capas del juego, permitiendo que los que simplemente venían de Fallout 3 se divirtieran corriendo por un enorme mundo abierto y disparando a todo lo que se encontraran; mientras que aquellos que ya habíamos jugado los clásicos podíamos indagar más, resolver los problemas como nos viniera en gana y, en resumen, jugar a un RPG de los de toda la vida.
A todas estas opciones hay que añadirle un desarrollo de la historia igual de abierto. Desde el primer minuto tenemos libertad de acción total, siendo pocos los personajes que no podemos matar en el juego; y esto se traduce en que cada decisión importa en la historia. Unir esto al sistema de karma, que funciona por separado con cada una de las facciones presentes en el juego, hace que realmente nos sintamos libres de apoyar a quienes queramos, libres de escribir la historia como se nos plazca, libres de disfrutar Fallout: New Vegas como nos venga en gana. Pero lo mejor es que eso no es todo, es que no se trata simplemente decidir si somos buenos o malos, porque no hay héroes y villanos en esta historia; se trata de formar una ideología desde 0, de que las facciones expongan sus motivaciones y sus principios por separado, intentando empañar las de los demás. Se trata, en definitiva, de encontrarse una historia viva, un lienzo en blanco en el que pintar con nuestras decisiones (de importante calado mora, todo hay que decirlo).
Uno de los puntos que, tras rejugar toda la saga, me he dado cuenta que hace que Fallout 4 no pueda hacerme sentir la misma inmersión que New Vegas es la manera de presentar el mundo abierto. No se puede echar en cara a la última entrega de la saga que tenga un mundo vacío o con poco que hacer, lo cierto es que ni siquiera se hace repetitivo; pero me cuesta imaginarme que eso sea un infierno postapocalíptico. Obsidian consiguió en su obra algo nada sencillo, juntar la sensación de vacío, de soledad, de ver un auténtico yermo muerto, con premiar la exploración e incluir mucho contenido secundario en cada esquina del mapa.
Y esto lo consiguen quitando NPCs y añadiendo historias de las que se cuentan con imágenes, de esas que presuponen un mínimo de atención e interés del jugador por investigar. Es decir, en lugar de que mientras recorres el mundo aparezca una gran casa en la que alguien que la habita te pide ayuda, New Vegas propone cosas más sutiles; se basa en cambiar esa gran casa por un pequeño puesto de vigilancia medio derruido, ese NPC que te cuenta su vida por un simple esqueleto con una pistola en la mano, y esa petición de ayuda por una nota misteriosa que te insta a seguir adelante. No hay ningún cambio a nivel jugable, ¿verdad? Pues, increíblemente, se sienten como dos momentos totalmente distintos; y el de Obsidian encaja mucho mejor en el universo que el juego nos presenta.
Si The Witcher III ha sentado lo que, para mí, creo que debe ser un mundo abierto en un universo de fantasía medieval, Fallout: New Vegas es a lo que deben aspirar todos los videojuegos que propongan un mundo abierto postapocalíptico. Lleno y vacío a la vez, vivo y muerto, con poco que ver pero mucho que hacer.
Con todo lo que he dicho, os imaginaréis cuál ha sido mi última experiencia con Fallout: New Vegas. Tras un año en el que he jugado muchos y muy buenos títulos, la obra de Obsidian se mantiene aún, 6 años después de su lanzamiento, como un fuerte contendiente frente a los triple A más exigentes del mercado actual; y lo hace gracias a un genial mundo abierto, una historia con muchas posibilidades y una jugabilidad que, sin resultar arcaica ni echar para atrás a los más nuevos, rezuma un olor clásico. Por mí parte poco más puedo hacer que deciros que, si aún no tenéis esta obra maestra, podéis haceros con cualquiera de sus versiones a precios de risa en tiendas.
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