Hay franquicias en la industria de los videojuegos injustamente olvidadas por la sombra de las grandes sagas. Dentro de esas franquicias, hay entregas que pueden ser consideradas como lo mejor de su género, y de nuevo, son olvidados por circunstancias ajenas a la industria: ya sea por la nula publicidad, por su condición de nicho, por el propio género o por la falta de traducción. Una de esas franquicias es Ys, de Falcom.
Falcom es una pequeña productora afincada en Japón que ya lleva dos décadas creando esta saga de rol de acción que tan buenos recuerdos ha creado en los jugadores. Ahora llega a su octava entrega, Ys VIII: Lacrimosa of Dana, un videojuego que desde ya se convierte en un imprescindible para los amantes del género, pero que adolece de un problema quizás algo inherente a la saga desde sus inicios: la historia no es su punto fuerte. Sí lo es su jugabilidad, la más pulida de toda la serie, y un auténtico lujazo en los mandos de PlayStation 4 o en la pantalla de PlayStation Vita.
La premisa que se nos presenta al inicio del juego es muy interesante: tras un viaje complicado que acaba en naufragio, nuestros personajes acaban en la Isla de Seiren de la que nadie, según la leyenda, ha logrado regresar. En cambio, Adol Christin, el protagonista de la saga, no está dispuesto a permanecer en este territorio inhóspito para siempre y comienza a explorar la isla con ayuda de diferentes personajes del naufragio que vamos encontrando por nuestro camino.
Esta es la parte del argumento que más nos choca. No es malo, pero sí que abusa mucho de la exploración y el encuentro de personajes en una parte importante de una aventura que puede durar hasta 30 horas yendo bastante rápido. Los personajes están bien representados, cada uno en su estereotipo (algo que dejamos claro, no es un punto negativo); pero hay tal sucesión de ellos que al final la historia parece más una sucesión de diálogos bastante entretenidos pero que no avanzan hacia ningún punto.
De vez en cuando hacemos descubrimientos argumentales que desvelan parte de una historia con posibilidades que se queda en una historia más. Otro asunto es la historia que aparece en una segunda capa, menos superficial, y que acaba acaparando el protagonismo de cara al final de la aventura: una misteriosa chica que se va apareciendo en sueños a Adol Chistin.
Ys VIII: Lacrimosa of Dana se sitúa cronológicamente antes de la sexta entrega, pero el videojuego es enteramente disfrutable sin haber jugado a la saga antes. Hay referencias significativas, guiños, pero el jugador novato en la franquicia se encontrará una aventura accesible y amena que no se ve entorpecida por un mundo ya construido.
Estamos ante un videojuego que se puede categorizar como aventura de rol y acción en el que no hay turnos, y en el que controlaremos a varios personajes intercambiables en cualquier momento y que se pueden mover por todo el escenario. Sí es cierto que en primer lugar podemos pensar que no hay profundidad como tal debido a que casi siempre pulsaremos un botón y esquivaremos fácilmente, pero la cosa se complica cuando vamos asignando habilidades, por lo que tendremos que tener total conocimiento sobre cada uno de los personajes y sus posibilidades.
En este sentido, los combates son rápidos, frenéticos, y funcionan perfecto. En los enemigos simples es sencillo esquivar en el momento justo para entrar en un “tiempo límite” que podremos golpear sin cesar. Escasos segundos que marcan la diferencia. Pero los combates contra jefes finales son impresionantes, a menudo difíciles, y no será tarea fácil esquivar alguno de los letales ataques que envíen contra nuestros personajes.
Gracias al combate, al intercambio de nuestros seis personajes jugables, y a los propios enemigos (se pueden reunir a veces una decena de ellos), los combates se suceden de manera fluida y rápida sin cesar. El único fallo quizás es que debido a lo conservadora que es la jugabilidad, habríamos deseado nuevos combos para complicar algo más el videojuego. No hablamos de un Bayonetta o un juego de su género, sino de un combate más ágil y con más posibilidades. En cambio, lo que da, lo da de forma sobresaliente.
Si el combate es una piedra angular, el otro pilar básico que da equilibrio al videojuego es la exploración. Una de las premisas argumentales es completar un mapa “abierto” al 100%, por lo que habrá que explorar todas las zonas concienzudamente. Algo que avisamos, no es tarea fácil, ya que hay numerosos recovecos y caminos ocultos que llevan a nuevas zonas y que se pierden fácilmente.
Hemos entrecomillado la palabra “abierto” ya que no lo es, pero si aspira a ello. Se nos antoja la evolución natural de la franquicia, y creemos que pronto dejarán de existir las cargas. Son largos pasillos conectados pero que enlazan zonas unas con otras, con atajos y caminos bloqueados, que podrían ser perfectamente un pequeño mundo abierto de no ser por esas cargas que hemos comentado antes.
Las zonas bloqueadas se cuentan por muchas, y a menudo tendremos que volver bien avanzada la historia: el motivo es que necesitaremos unos veinte personajes (o más) para poder retirar el obstáculo que nos impide el paso. Estos personajes son los supervivientes que vamos rescatando y van ampliando el campamento que el capitán del barco naufragado comienza a realizar desde el primer momento que pisa la isla. Un campamento con zona para mejorar el equipo, tablón de misiones secundarias (algo aburridas), zona de pesca, etc. También será esencial la comida en el juego para poder recuperar la salud, ya que será la única forma de mejorar salvo que preparemos alguna poción.
Ys siempre ha destacado por su diseño artístico único, e Ys VIII: Lacrimosa of Dana sigue la estela de Ys Celceta. Los diseños de los personajes, enemigos y escenarios son muy especiales y se diferencian perfectamente. Los artworks son aún más bellos, y por lo tanto, estamos ante un juego que entra por los ojos “a su manera”.
En cambio, técnicamente el juego es discreto, con texturas que no pasan del correcto, y solo destaca de forma algo mayor el movimiento del agua. Estaría a medio camino entre los Neptunia y los Tales of, aunque más cerca de este último. Eso sí, ninguna ralentización ni defecto gráfico que empañe la jugabilidad de un título sobresaliente.
Como comenzamos diciendo, hay videojuegos imprescindibles que no deberían pasar desapercibidos. Este es uno de ellos: un juego largo, con una jugabilidad medida al milímetro, y un gran legado a sus espaldas. La música, aunque no la hemos mencionado antes, merece un punto de atención importante: la partitura es muy buena y variada, y sobre todo, acorde a cada situación.
No será el juego más vendido de unas fechas complicadas, pero sí debería encontrar su hueco entre los fans más acérrimos del rol japonés.