Las aventuras independientes son especiales. No caben dudas que los AAA también son capaces de llevarnos a universos mágicos que nos recuerdan por qué la industria interactiva guarda grandes cotas de arte dentro de sí pero, pese a ello, los indies tienen un carácter singular que los hace únicos. En específico, esta clase de producciones son las que más saben enfocar a los títulos como un viaje, y esa es la labor que perfectamente desenvuelve Longbow Games de la mano de Golem, una pequeña pieza de arte que mantiene vivo el concepto del videojuego como algo más que sólo entretenimiento.
En esta travesía, encarnaremos a una niña que, dentro de un universo fantástico, cuenta con el apoyo y compañía de un gólem de formas cambiantes. Situados en una extraña torre, exploraremos los confines de la misma para reactivar sus mecanismos, lo cual lograremos de la mano de nuestro arcano amigo quien ha surgido como la clave tras unas extrañas puertas con grabados que se iluminan con su presencia. Juntos, ingresaremos en las ruinas de la antigua edificación para descubrir los secretos que yacen dentro de sí, siendo estos los mismos que pueden ser la clave para el futuro de la niña y de toda su civilización.
Así, pues, cabe destacar que el componente guionístico de la obra es más sutil y contextual que directo, pues la trama en sí no se desarrolla extensamente mediante escenas cinematográficas o diálogos sino que son las propias eventualidades mecánicas y el contexto físico de la aventura quienes dictaminan lo que sucede o, en su defecto, ha sucedido. La narrativa del juego es suave e invita al jugador a explorar y a crear sus propias conjeturas en base a la poca información que recibe, haciendo que la exploración cobre un sentido que va más allá de lo jugable.
Pese a ello, cierto es que el verdadero encanto del título está en el viaje, no en el motivo que nos lleva a realizarlo. El quid, el núcleo, el corazón de esta travesía es la travesía misma, el progresar de la relación entre nuestros dos protagonistas, los sucesos que viven y cómo paulatinamente van estrechando un lazo que, en un principio, insinuaba las vibras de ser algo más que casualidad. Sin necesidad de un script complejo, ni de personajes milimétricamente desarrollados ni de vistosas cinemáticas, Longbow Games logra calar de manera profunda en el sentir del espectador a través del funcionamiento unísono de todas las partes que lo componen, es decir, una maestría.
Para sintetizar la propuesta lúdica del estudio, Golem es un point-and-click que, en lugar de novela visual, es una obra de rompecabezas que se desarrolla en mapas de side-scroll expansivos –es decir, puedes mover la cámara para ver la totalidad del lugar-. A lo largo de 10 niveles, dentro de los cuales nos aguardan aproximadamente cuatro horas de juego, exploraremos las profundidades de la torre y descubriremos los mecanismos que, otrora considerados inservibles, ahora cobran sentido gracias al protagonismo de nuestro acompañante. Sin embargo, no todas las responsabilidades le competen al gólem sino que nuestra niña también contará con su inexorable importancia, por lo que controlaremos a ambos para poder resolver conjuntamente los puzles que se presentan.
En tal sentido, cabe destacar que el gólem llega a adoptar hasta cinco formas a medida que la campaña avanza y, según en qué variación se encuentre, podrá llevar a cabo una acción diferente, y los rompecabezas girarán en torno a la función que esté desenvolviendo para ese preciso instante. Por lo tanto, en momentos sólo rodará mientras que, en otros, podrá caminar y servir de peso para activar plataformas y luego será capaz de saltar para llegar a lugares a los que no podemos acceder a través de vías tradicionales, por lo que esa constante sensación de movimiento y evolución mecánica hacen que se atenúe cualquier esbozo de monotonía.
Por su parte, la niña es bastante hábil y puede escalar por plantas trepadoras y utilizar palancas, las cuales activarán un gran número de mecanismos bastante peculiares que presentarán desafíos que hay que aproximar con mentalidades distintas. Cada misión implica un estimable reto mental ya que los rompecabezas, sin ser frustrantes en ningún momento, son complejos y ameritan mucha atención, motivo por el cual, aunque sólo se trata de un point-and-click, sea bastante divertido vivir su propuesta. En contraparte, el reproche más resaltante es el esporádico comportamiento errático de nuestros avatares, quienes en ocasiones no responderán de la manera más adecuada a los comandos que ejercemos. Aun así, se trata de una nimiedad ante la imponente creatividad que representa todo el apartado de la jugabilidad como conjunto, y que pueda lograr tanta variedad con tan sólo un botón es un gran ejemplo de cómo diseñar un videojuego.
No obstante, puede que el verdadero y único detrimento de Golem, aunque es completa y totalmente relativo, sea su composición: es una verdadera pieza de arte, mas como producto no logra tan buen resultado. Siendo más precisos, el aforisma parte de que no ofrece muchas horas de juego ni cuenta con rejugabilidad sino que, por el contrario, nos hallamos delante de una historia para experimentarla intensamente en una única ocasión. Pese a que es extremadamente entretenido dado el desafío que supone, no caben dudas en que su intensión trasciende de ser sólo un videojuego sin más, de ahí el mimoso énfasis en el sector visual y el artístico, los cuales afianzan aún más su condición artística.
Y es que, insistimos, el hecho de que Longbow Games haya abogado por una aventura de esta índole no es un error ni un problema sino que, necesariamente, hemos de destacarlo pues no se trata de una obra para todos los públicos. Este periplo es una creación que hay que vivirla de la manera más enfática posible por la breve duración que alberga, dejando de lado su condición de videojuego y apreciando con mayor insistencia cuestiones como la mágica relación entre sus personajes, el despampanante diseño de ambos y del espléndido y fantástico entorno, y de una banda sonora que es capaz de generar miles de sensaciones por sí sola, creando así una comunión de apartados sencillamente sublime, digna de ovaciones y elogios a raudales.
Es divertido, es artístico, es ópticamente asombroso y sonoramente deslumbrante: Golem es un cúmulo de descripciones positivas al que sólo detalles como la IA puede suponer una mancha en un lienzo tan pulcro como el que aquí se nos plantea. La producción no es perfecta, dura poco tiempo y puede antojarse lenta según quien juzgue pero, al final del día, al momento de recordar lo que supuso su efímera aunque apasionada epopeya, rememoraremos un viaje mágico entre tres compañeros –la niña, el golem y el jugador- que logró recordarnos, una vez más, todo el potencial que tienen los videojuegos para ofrecer.