Shaq Fu es uno de esos clásicos que muy pocos recordarán por estar en un género con otros exponentes más conocidos: un "yo contra el barrio" en el que destacaban Streets of Rage, Double Dragon o Final Fight. En cambio, Shaq Fu nació en 1994 para varias plataformas y si se recuerda, quizás, es por su mala calidad. Muchos lo consideran como uno de esos juegos que se pueden catalogar como "de los peores" que se han realizado nunca. Y puede que tengan razón. ¿Por qué hacer entonces una secuela?
Quizás para recuperar el género, algo perdido en la actualidad y, sin duda alguna, para reírse de ese fracaso sin paliativos y volver 25 años después con una entrega más depurada pero con una grave carencia: llega tarde y no destaca en nada. Ni en jugabilidad, ni en apartado gráfico, ni en música ni en carisma. Es un juego que podríamos catalogar como "elemental" puesto que no hay nada que lo haga especial. Y aún así, siempre resulta divertido de jugar. Así es Shaq Fu: A Legend Reborn.
En la entrega original, la línea argumental del videojuego era muy pobre, pero conocíamos que el legendario jugador de baloncesto de la NBA, llamado Shaquille O'neal, se convertía en un maestro de las artes marciales derrotando a todo lo que se le pusiera por delante. Esta premisa vuelve a repetirse en esta secuela sin muchos cambios y, aunque se le ha añadido una historia algo más elaborada, con un trasfondo más complejo y que define mejor al personaje, sigue siendo una excusa para seguir derrotando a enemigos.
Al principio descubrimos que el protagonista fue abandonado cuando era un bebé en el río: ahí fue encontrado y se le descubrió una marca en forma de la flor de loto en el cuello, algo que lo caracteriza durante toda la aventura y que llevará a preguntarse quién es su madre biológica y por qué lo abandonó. Este es el objetivo principal de Shaquille O'neal en Shaq Fu: A Legend Reborn y, aunque puede parecer interesante sobre el papel, lo cierto es que poco caso se le hará al argumento.
Otros datos que conoceremos sobre este personaje tiene relación con su adolescencia y con su entrenamiento en las artes marciales gracias a un maestro YeYe, que se ofreció a enseñarle todo lo que sabía pero en secreto. ¿Cuál es el motivo de este secretismo? ¿Y por qué Shaquille se ofreció a ser entrenado?
Shaq Fu: A Legend Reborn es un título actual pero, lejos de tener unos controles modernos, ha preferido tirar por lo clásico, tanto en el buen sentido de la palabra como en el malo. En no pocas ocasiones estaremos aporreando más de un botón debido a lo fácil que es ejecutar la mayoría de sus combos, por lo que la repetitividad nos asolará con demasiada frecuencia. Solo variaremos cuando queramos realizar un ataque más potente, puesto que requiere presionar el botón un tiempo mayor.
No deja de ser un sistema de juego típico de estos "yo contra el barrio" que hemos mencionado. Pero lejos de revivir el género con nuevas propuestas, se mantiene en lo establecido. Un personaje que se mueve bien en 2 dimensiones (aunque puede ir en profundidad, es decir, hacia el fondo y hacia la pantalla) pero que sus ataques son limitados. De vez en cuando veremos que tenemos una barra que se va llenando y que, una vez completa, permitirá desatar una gran habilidad que acabe con el mayor número de enemigos posible. ¿Útil? Sí, sobre todo en los combates más difíciles. Pero de nuevo, no inventa la rueda.
El problema es que, pese a que estamos ante un videojuego presumiblemente rápido, hay cierta tosquedad tanto en los ataques básicos como en los combos, algo que relentiza la acción. El progreso por fases tampoco ayuda, pero por suerte, tiene una duración bien medida para que no nos llegue a aburrir: en unas cuatro o cinco horas podremos derrotar a todos los enemigos del videojuego, aunque hay un buen factor de rejugabilidad propio del género. También podremos ir destruyendo partes del escenario para hacernos con diferentes objetos.
En sus primeras promociones, este videojuego lucía espectacular para un desarrollo independiente. En cambio, su versión final, al menos en Nintendo Switch, no sorprende. Sí que funciona bien en cuanto a tasa de frames y no hay ralentizaciones destacables (tan solo unas pocas hemos tenido cuando se nos han acumulado los enemigos en pantalla), pero las animaciones son bastante básicas y las texturas, en algunas ocasiones, simples.
Su apartado artístico sí nos ha encantado por lo gamberro que es: está muy bien representado el espíritu del título original, algo que agradecemos puesto que no deja de ser uno de los principales reclamos de una secuela espiritual de un videojuego canalla considerado como de los peores de la historia.
No estamos ante una producción fallida pero sí que ha desaprovechado la oportunidad de recuperar el género con novedades. Se queda en un terreno ya conocido, con un apartado gráfico que no destaca, pero con un toque gamberro que nos ha encantado. Mantiene el espíritu del lanzamiento original y, sí, no es tan malo como aquel.