¡Vuelve Shigeo! Esta semana de Mob Psycho 100 II regresa con mucha fuerza para dejarnos con la premisa que domina en esta temporada, siendo esta la idea de que nuestro joven protagonista está poco a poco demostrando al mundo que es algo más que alguien con poderes de quien aprovecharse. Sin embargo, también acudimos a un tinte tan sorprendente como oscuro, el cual se produce de forma bastante impredecible.
En esta ocasión, tal y como hemos señalado, Shigeo se enfrenta a un nuevo apartado de su vida mediante el que medirse como persona. Sin previo aviso, descubrimos que él mismo se había puesto el objetivo de lograr quedar en su último año de formación escolar entre los 10 corredores más rápidos de la maratón anual del centro. Este deseo venía de un reto aún mayor: si lo conseguía, declararía su amor a Tsubomi, chica de la que se encuentra 'colado' desde hace ya bastante tiempo. Sin embargo, un desajuste en sus planes provocado por la presencia de exámenes de ingreso le obligan a adelantar todo el proceso, y deberá ser ahora o nunca cuando lo consiga. Por ende, se pone a entrenar con todas sus energías, negando plenamente el uso de sus poderes psíquicos. Shigeo ha aprendido la lección, profundizando la idea de que sus capacidades no son unas que deban ser utilizadas a la ligera, pues las consecuencias a largo plazo podrían ser especialmente negativas.
Con Shigeo habiendo decidido ya cuál será su plan a seguir, resulta destacable la actitud de Reigen hacia su 'aprendiz'. Después haber superado todos los conflictos que se interpusieron entre ambos, Reigen se muestra ahora con total apoyo sobre Shigeo, y se ofrece incluso a acompañarle durante parte de su proceso de entrenamiento. Parece claro, pues, que Reigen ha comprendido la importancia de Shigeo en su vida, ya que en lugar de negarle sus acciones de día a día, a las cuales antes tachaba de secundarias, le permite incluso obviar sus labores en la agencia espiritual para que se pueda centrar en uno de los momentos más importantes de toda su vida hasta el momento. Con la carrera ya en movimiento, poco tardamos en apreciar que los esfuerzos de Shigeo no acabarán por saldarse con una posición de tal honor como la que esperaba. Sin embargo, Ritsu, su preciado hermano, carga con el orgullo y consigue acabar en novena posición. Shigeo, después de múltiples kilómetros acaba quedando fuera de combate en una de las camillas de su escuela, ajeno a todo cuanto iba a ocurrir en su propio hogar.
La familia de Shigeo cree que el día ha sigo de gran felicidad, tanto por el éxito de Ritsu como por el orgullo del propio Shigeo. Por este motivo, su casa rezuma satisfacción, y se preparan para festejar por todo lo alto. No obstante, la presencia de Sho Suzuki hace que los planes cambien por completo. Este esper de alto poder que ya apareciera en la primera temporada reaparece para clamar venganza, y en un abrir y cerrar de ojos nos quedamos solo con la casa de Shigeo y su familia en plenas llamas. Shigeo accede rápidamente al edificio y en una de las habitaciones encuentra múltiples cadáveres completamente presos del poder del fuego. Este hecho provoca que Shigeo aumente su 'explosión' de una forma que nunca antes habíamos visto: superando el 100% y rompiendo todo tipo de medidas de poder. El incidente nos deja con una realidad ahora innegable: por mucho que hayamos visto hasta el día de hoy en términos de poder para con Shigeo, parece ser que el potencial de este va mucho más allá de lo que ha quedado reflejado en pantalla. El final abrupto del capítulo nos deja sin pistas acerca de qué hará el joven protagonista tras haber encontrado su hogar en las condiciones que lo ha hecho, pero es posible que nos hallemos ante un rostro inédito del mismo.
Este octavo capítulo parece que nos quiere dejar con una realidad muy dura para el 'nuevo' Shigeo: por mucho que lo intente, no puede borrar quién es como esper. A día de hoy, Shigeo quiere explorar su yo adolescente, el de un chico que simplemente pretende vivir experiencias adecuadas para alguien de su edad y madurez. Sin embargo, las figuras de, por ejemplo, el culto relegioso que no para de perseguirle, o la sombra del mismo Sho, imposibilitan que pueda dedicarse plenamente a la exploración que tanto desea. Claro está que Shigeo nunca ha querido renegar de sus poderes, pero sí mantenerlos a un mínimo y, sobre todo, que dicho mínimo se ajuste a una ética y moral que todavía está tratando de perfilar. El atisbo de Shigeo despiadado que observamos al final de este capítulo se halla muy lejos de todo cuanto hayamos visto en anteriores ocasiones, y las acciones que tomará a consecuencia resultan del todo imprevisibles.
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