Que un estudio afronte la segunda temporada de una serie sin apenas cambiar el equipo de producción solo es signo de confianza. "(Des)encanto", la primera serie de Matt Groening para Netflix, llega a la plataforma con una continuación que mantiene a todos sus guionistas al frente, e incorpora tan solo a 5 nuevos escritores. La ficción, amparada en la fama de "Los Simpson" y "Futurama", no terminó de convencer a la crítica el año pasado, pero sí respondió en números. Y eso es en último término lo primordial ¿no?
Las comparaciones eran inevitables y a Utopía le terminó pasando factura. No era un intento de replicar la fórmula que llevaba explotando durante varias décadas. El formato de la industria del streaming le permitía a Groening tejer una ficción alejada de los esquemas cíclicos propios de las sitcoms televisivas, para apostar por algo de mayor profundidad narrativa. Algo que por supuesto no podía alcanzar las mismas cuotas de hilaridad que posee la familia de Springfield, pero que sí abría las puertas a tramas más complejas y a un desarrollo de personajes con más proyección.
Y no, "(Des)encanto" sigue sin intentar acercarse a las pasadas series del showrunner en su segunda temporada. ¿Por qué iba a hacerlo? Las señas de identidad forjadas el año pasado no solo se mantienen, sino que buscan perfeccionarse en pos de cimentar una serie cuantitativamente exitosa. Más personajes, más localizaciones y enredos mucho más jugosos son los que dibuja el equipo de producción en una continuación que busca despegarse de comparaciones dañinas para llevar a su universo a una autodefinición con carisma propia.
Mismo tablero, nuevas piezas
Utopía está en peligro. Con este lema se perpetra toda una serie de aventuras que siempre tienen en el centro de la acción a Bean y su incapacidad para encajar en el mundo. Elfo murió sacrificado en el último episodio, y ahora que la reina Dagmar está viva 15 años después, toda la ciudad se sumerge en un maremágnum de cambios a cada cual más desquiciado. Este personaje, presentado como una mujer excéntrica y decidida, termina siendo la pólvora para el desarrollo de toda la temporada.
Más lejos de entrar en detalles y despotricar los episodios, el regreso de"(Des)encanto" es lo detallado con más o menos precisión. Y es precisamente la clave del buen funcionamiento del guion. No tanto por su chispa o su capacidad para despertar carcajadas, sino por su habilidad para cuadrar, con toda la suavidad posible, cada uno de los elementos conocidos en un nuevo contexto. La reina es la bisagra que conecta el presente con el viaje introspectivo que Bean emprende hacia su propio pasado, y de ahí nace una red de posibilidades que solo pueden revertir en el crecimiento multidimensional de la princesa.
El Rey Zog, por su parte, conduce una subtrama teñida de conspiraciones palaciegas. Mientras la hija intenta recuperar el tiempo perdido con su madre, este se ve envuelto en una guerra sucia por la sucesión del trono. La reina Oona, con la que está casada, quiere mantener a su hijo Derek como heredero principal del reino, pero la presencia de Dragma lo complica todo. Esta última no solo pretende recuperar el amor de su antiguo marido, sino que además pretende poner el culo de Bean en el sillón real. ¿Y qué le importa a ella? Absolutamente nada.
Sonríe pero no rías
"(Des)encanto" puede seguir estirando el chicle de su primera temporada por que mantiene el parte nuclear de su protagonista intacta. Tiabeanie Mariabeanie de la Rochambeau Grunkwitz sigue estando tan perdida en la vida como complicado es su nombre. Todos la que la rodean se aprovechan de ella de alguna manera, y Elfo, el único que no lo hacía, ahora ya no está. De ahí se extrae una arbitrariedad que le proporciona a la serie el toque de locura tan característico del sello Groening; la incapacidad de controlar el mundo y la resignación nihilista que acoge cualquier injusticia y la convierte en humor negro.
Ahora bien, aunque la ficción continúa siendo tan entretenida y absorbente como en sus primeros episodios, la fórmula comienza a aquejarse de cierto cansancio. Y es que, si bien las ideas con las que parten los guionistas son muy interesantes, el desarrollo pronto las deja sin fuelle. A partir del tercer episodio se empieza a perfilar una estructura compartimentada de arcos independientes que intentan conectarse, de forma vulgar y obvia, en busca de esa continuidad narrativa. Bean viaja a un reino de estilo egipcio, a un mundo steampunk, e incluso al Infierno, pero el espacio que deja cada uno de esos viajes es nimio. Demasiado estrecho para extraer ningún poso que escape de la inmediatez de las sitcom de la que tanto quiere alejarse Groening.
Con un ritmo tan irregular, las únicas vías de escape que se dibujan son los easter eggs y el humor, y en este último campo la serie sigue sin dar la talla que se espera de ella. Bromas forzadas, chistes demasiado conservadores, y todo un compendio de lenguajes y situaciones desconectadas por completo de temas sociales o culturales. La serie parece está tan centrada en hacer atractivo su universo, que se olvida de su fin último. Se conforma con entretener sin buscar reflexiones, críticas o guiños pérfidos, y de ahí a la irrelevancia solo hay un paso.
¿Viste eso?
Problemáticas como el machismo, la violencia social o el clasismo son relegadas a un segundo plano. Aquí lo que funciona es hacer referencias de forma aséptica a series, libros y películas populares. Y en este sentido la serie es increíblemente rica. Encontramos trazas de "Juego de Tronos" en el viaje a Dankmina, guiños a la obra de Dante en la odisea hacia el Infierno, y exabruptos claros a "Futurama" en el penúltimo episodio.
Groening parece tener claro cuál es su público objetivo, y convierte cada escenario y línea de diálogo en guiños constantes a alguna de sus series pasadas. Desde las expresiones de Zog (a quien da vida John DiMaggio, el mismo actor de Bender), pasando por las similitudes entre la familia Gunderson y el Profesor Hubert, y llegando incluso al atrevimiento de buscar conexión en el último episodio con el crossover de "Futurama" y "Star Trek".
Conclusión
"(Des)encanto" es un producto hecho con mimo que abandona la pretensión de aportar o transgredir, para quedarse con los trofeos que Gruning se ha merecido a lo largo de su exitosa carrera. De ahí que una experiencia simplemente entretenida y sencilla, sea capaz de conformar sin mucho esfuerzo una serie que busca la seguridad de la complacencia. ¿Dónde queda la elegancia de "Los Simpson"? ¿la sátira de "Futurama"?
La serie no necesita nada de eso para ser eficiente y adictiva. Hay que saber que se va a buscar a Utopía para que esta devuelva lo que tiene por ofrecer. Ni humor inteligente ni gags con dobles o triples sentidos. La historia de Bean puede ser más o menos interesante, pero son su sencillez y honestidad las que mantienen cohesionado este puré de ideas ultraprocesadas para aquellos sin ganas de masticar.