Gracias, Tales of Arise, por reconciliarme con los videojuegos

No os voy a mentir: estoy triste. Triste porque los videojuegos siempre han sido para mí un motivo de alegría y de fascinación. Pero desde hace ya un puñado de meses me cuesta mucho más de lo que quiero admitir pasar un rato largo jugando a uno. Quizás es que me hago mayor, por la sensación de que todo va mucho más deprisa y que tengo muchas más cosas para hacer de las que el tiempo que tengo me permite: montañas de juegos sin pasar apiladas, varios servicios de suscripción de series pagados y muertos de risa (igual que lo estará el que reciba ese dinero) o personas a las que no veo desde hace meses.

Pero es curioso como los propios videojuegos me han hecho sentir que todo es cuestión de etapas; que todo tiene un principio y un final, incluso las malas rachas. ¿El culpable de esta vomitona que os acabo de soltar y de la que no me arrepiento lo más mínimo? Tales of Arise

Tales of Arise ha reaparecido en mi vida por segunda vez (la primera fue hace unas semanas) como un rayo de esperanza ante este problema. Como un juego que ha provocado que algo dentro de mi vuelva a hacer ‘’click’’ y piense en jugar a un videojuego con la misma pasión de siempre. Esa que, por algún motivo, había ido desvaneciéndose.

Se lo digo últimamente mucho a mis amigos cuando me piden opinión de algún juego: me siento como el crítico de Ratatouille; con una dura coraza de prejuicios y apatía al haber jugado ya a tanta cosa. Pero, sobre todo, amargado a la espera de que llegue algún título capaz de sorprenderme con una ilusión que no vea venir. Por eso es por lo que tengo tantas esperanzas puestas en Tales of Arise.

El primer paso para la reconciliación es dejarse llevar

Quizás sea por su estética anime perfectamente nítida y con unos efectos visuales en los combates que me han hecho vomitar el corazón múltiples veces; algo que, visto desde fuera, sería una escena espantosamente gore digna de Rick and Morty. Quizás sea porque me ha transportado a aquellos momentos de mi infancia en los que me levantaba a las 8 de la mañana un sábado para ver Naruto en la televisión y flipármelo como el que más.

Todo esto mientras evitaba las ganas de mis padres de estrangularme (con amor y cariño) al despertarlos en sus días de descanso con los chillidos ahogados de un chaval ilusionado. No era para menos, joder, estaba contemplando como varios ninjas se daban de hostias sin parar, no creo que haya nada que supere eso.

La sensación que he tenido durante esta segunda demo de Tales of Arise ha sido justamente esa: la de que, durante algo más de hora y media, había vuelto a casa. A esa increíble sensación de estar haciendo otra cosa completamente ajena al juego y no poder parar de pensar en jugarlo otra vez.

A pesar de que sepa que el juego me va a obligar a grindear en ciertas zonas y a aguantar misiones secundarias de recadero en algunos tramos, lo que he podido ver de su mundo y sus personajes en esta nueva demo me ha fascinado lo suficiente como para perdonarle aquello que no dejaría pasar en otra ocasión. Llamémoslo magia, o que Tales of Arise ha dado justo en la tecla que muchos otros no han encontrado hasta ahora.

Gracias, Tales of Arise

No tenía ningún juego en el punto de mira para este año 2021, así que con todo esto solo tengo una última palabra que decir con respecto a Tales of Arise: ‘’gracias’’. Gracias por hacerme sentir que todo lo que me está pasando últimamente no es un signo de que algo ha cambiado dentro de mí, sino de que hay veces que es mejor dejar pasar el tiempo hasta que algo que te ilusione aparezca por primera vez en tu vida para agarrarte a ello con fuerza.

No puedo esperar a que llegue el 10 de septiembre a que se lance el juego. Catorce días antes de mi cumpleaños… si esto no es una broma caprichosa del destino, que bajen los dioses del videojuego a decírmelo a la cara.