Estamos de luto. Eurovisión ha muerto y lo ha hecho delante de nuestros propios ojos. Y lo triste es que la mayoría de espectadores no se percatarán de todo lo que ha ocurrido en una de las semanas más complejas a las que se ha enfrentado un festival con 67 años de historia. No hablamos ya de la inexplicable participación de un estado genocida que ha asesinado desde octubre a 35.000 palestinos; también de una política de comunicación desastrosa que nos deja con un país al borde de la expulsión y con mil y un rumores en redes sociales.
El gran problema al que se enfrenta Eurovisión es la negación constante desde la organización (primero la UER, después la EBU) de que el festival sea un certamen de índole política. En el momento de que la mayoría de participantes lo hacen a través de sus televisiones públicas, entra en juego la política. 'Zorra' es una canción política, de empoderamiento femenino; '1944', el tema con el que ganó Ucrania años atrás, era un tema con un componente muy ideológico. Y la participación de Ucrania en 2022 también fue un suceso político que se transformó en la victoria del país justo cuando estaba siendo invadido por Rusia.
No tiene sentido que un festival como Eurovisión 2024 incorpore un interval act en el que se bromee con la frase "Eurovisión no es política" justo el año en el que participa Israel, un estado que está acribillando a la población de Gaza y que incluso se está ganando el adiós del apoyo militar de Estados Unidos. Ni mucho menos cuando Eden Golan, representante israelí, tuvo que cambiar en varias ocasiones la letra y el título de la canción porque no respetaba ese espíritu 'apolítico'. Hurricane es un tema político, por supuesto, e incluso en la letra se pueden extraer bastantes correlaciones con la situación que vive este país de Oriente Medio.
Eurovisión ha muerto porque desde la UER y la EBU se han empeñado en vender la imagen de que estamos ante un festival musical, no ante un certamen político. No se puede ocultar lo que es evidente, ni mucho menos tomar por tontos a los espectadores, votando la mayoría de ellos en la gran final del sábado 11 de mayo de 2024 por cuestiones 'políticas' y no 'musicales'.
Eurovisión también ha puerto por la pésima política comunicación de la EBU. En el dress rehearsal del viernes 10 de mayo de 2024, Joost Klein, representante de Países Bajos en Eurovisión 2024, estaba a punto de salir a ensayar su tema Europapa (el hit de la edición) cuando la organización se lo habría impedido. Entonces, en una edición marcada por el carácter político y la participación de Israel y Luxemburgo (cuya representante es acusada de apoyar la causa israelí), muchos eurofans comentaron en redes sociales la situación y difundieron 'fake news' acerca de lo ocurrido. Que si alguien de la delegación israelí se había burlado de la muerte de los padres de Joost y el cantante le había agredido; que si le habían 'robado' el vestuario del ensayo, que si una fotógrafa fue la víctima de una agresión...
24 horas después, tan solo sabemos, y no por la EBU, que la Policía de Suecia se encuentra investigando el asunto. Quedan menos de 12 horas para la Gran Final de Eurovisión 2024 y se desconoce si Países Bajos participará o no. Incluso es dudoso si el jurado valoró como se dijo la actuación de Joost Klein de la semifinal al no haber participado en el 'jury show' de anoche.
Y lo peor de todo es que la EBU no parece estar interesada en aclarar la situación, como si ese silencio les beneficiara más que perjudicar. Ahora bien, realmente esto es lo que lleva haciendo muchos años Eurovisión: acallar a la prensa, guardar silencio acerca de cualquier polémica y a otra cosa, mariposa.
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