El neófito estudio Volcanicc se introduce al mundo del desarrollo de videojuegos con Hellmut: The Badass from Hell, una opera prima que, ante todo, muestra los baluartes de diversión arcade, locura desenfrenada y ocio desenfadado como principales bases para erigir una propuesta que, a pesar de que no llegará a trascender, resulta en una adquisición agradable para todo aquél que disfrute del entretenimiento más lúdico y puro. De la mano de mecánicas rápidas, completa accesibilidad y un diseño artístico que, inevitablemente, recuerda a los clásicos y apela a la ineludible nostalgia de tiempos más básicos y sencillos, el equipo logra un trabajo que se adjudica definiciones positivas dentro de sus congéneres twin-stick.
El sistema del título es, como su completa composición lúdica, sencillo: atravesar múltiples niveles procedurales erradicando un sinfín de enemigos a través de una igual de variopinta cantidad de medios, entendiéndose medios por transformaciones de nuestro avatar. Uno de los quid principales en los que recae tanto la diversión que la obra supone como la variedad que ofrece de cara a enfrentar la monotonía que asola a esta clase de creaciones es la conversión de la calavera flotante que encarnamos a distintos e inauditos seres que, visual y jugablemente, cuentan con estilos completamente diferentes que causan que nuestra forma de jugar, y de entender el juego, cambien en pos de aprovechar sus capacidades y de mermar sus debilidades.
Asimismo, como cualquier beat 'em up que se precie, los dos puntos focales de nuestro accionar son tanto la elusión de proyectiles como la expulsión de los mismos, constantemente enmarcados en una llamativa danza visual donde el campo de batalla se tiñe de fosforescentes disparos y abominables adversarios. Los controles son simples, al igual que en todos sus símiles, pero, de la misma manera, es en dominarlos donde recae nuestra capacidad de salir avante, recordando así que ser eliminado implica comenzar desde cero la serie de mundos. En tal sentido, al iniciar el juego, disponemos de dos héroes iniciales pero, conforme avanzamos en los niveles y cumplimos con los mandados del Ojo de Ka-ra -un ente que se invoca con 20 cristales, los cuales se consiguen a lo largo de las etapas-, desbloquearemos más personajes, siempre bajo la filosofía jugable de referentes de la estirpe como el magno DOOM a la par de sumatorias como entornos interactivos con los cuales dotar al producto de un carácter más táctico.
De igual modo, nosotros no seremos los únicos que estaremos en constante cambio ya que, como cabría esperar, los enemigos vendrán en distintas variantes que nos obligarán a adaptarnos a las situaciones. Pequeños y débiles pero rápidos y constantes, fuertes y poderosos pero lentos y vulnerables, magos que se transforman en diminutos seres, robots que expulsan orbes en todas direcciones, hechiceros que invocan insectos, jefes finales que hallarán una inconmensurable cantidad de vías para dificultarnos la travesía... Volcanicc ha creado un extenso repertorio de antagonistas que, junto a las transformaciones, se adjudican la razón por la que el tedio no es un fenómeno común durante muchas horas, detalles que se suman a la inherente rejugabilidad del título para obsequiar diversión, y sólo diversión.
Respecto a otros menesteres, también hallamos que el juego cuenta con una tienda en cada mapa para que los jugadores gocen de diversos artefactos o bonificaciones que pueden ser intercambiados por monedas, las cuales se consiguen al erradicar las hordas de enemigos. Por lo tanto, podremos tanto reponer nuestros puntos de vida mediante botiquines como comprar armas diferentes a la básica que trae cada personaje -aunque son temporales pues, una vez acabadas las balas, desaparecen- y otros añadidos como armaduras y botas que aumentan la velocidad de movimiento. Todo ésto es en pos no sólo de continuar progresando con mayores probabilidades de avanzar sino que, asimismo, exhorta a los jugadores a recolectar cuanto botín sea posible, al igual que impulsa a conseguir mejores puntajes ya que éstos, como en todo buen arcade, quedan registrados dentro del juego.
En general, la materialización jugable del producto es, relativamente, redonda; no le falta nada, no le sobra nada. Ostenta una buena y densa dosis de contenido, sus bases mecánicas son más que entretenidas, tiene un tempo sobresaliente y comprende, en líneas generales, qué hace a los beat 'em up un género tan querido, sin embargo, en donde falla con creces es en ofrecer una aventura distinta, pues la innovación no es su fuerte. ¿Le inhibe de ser recomendable? En lo absoluto: es una travesía sumamente entretenida y promete horas y horas de diversión vertiginosa sin pretensiones innecesarias, no obstante, si bien está adecuadamente diseñado y el estudio desarrollador merece elogios por ello, la ausencia de mayor sustancia y trascendencia le prohíben ser aún mejor.
Hellmut: The Badass from Hell, hacemos hincapié, no romperá las leyes del género ni promulgará nuevas máximas, pero no lo necesita. No requiere de ir más allá de lo establecido porque, incluso, no es su intención; su verdadero objetivo es divertir, y esa meta la ha cumplido con un sobrado resultado que, además, alberga una formación artística digna de aplaudir.
En síntesis, el juego de Volcanicc ha sido una perfecta carta de presentación de su labor dentro del mundo del arte interactivo, y demuestra el potencial que yace en sus filas. Gracias a una obra tan recomendable para los fanáticos del beat 'em up como la que aquí nos reúne, esperaremos con ansias su próximo proyecto, y es que se han ganado la confianza a través de una pieza adictiva, completa y, principalmente, capaz de llevar el longevo estandarte de su índole.