Ataque a los Titanes (Shingeki no Kyojin)
Analizado en Capítulo 3x22
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"¿Mantendremos a la población engañada como rebaños?" La información viene adherida a una responsabilidad que erosiona a su portador. Que le permite elevar el vuelo sobre las mentiras del mundo, pero que al mismo tiempo le impone un objetivo vital de difícil consecución. "Ataque a los titanes" siempre ha hecho de la verdad su dinámica estrella; su método para generar drama, misterio y hasta felicidad. Sin embargo el plan de Isayama no pasaba por mantener esa ignorancia condescendiente de forma permanente. Sumergiéndose en el relativismo moral ahora ha abierto la Caja de Pandora.
Sí, el terror no se encontraba en la amenaza de los titanes, ni en el desconocimiento del mundo exterior. La oscuridad yacía en un universo mucho más tirano y despiadado que la realidad artificialmente confeccionada dentro de los muros. Un mundo apoyado en la venganza, la desidia y el racismo. Todo lo que el mangaka canalizaba hacia una entidad con formas reconociblemente maliciosas, en realidad se distribuía de manera más arbitraria; dibujaba un fratricidio entre seres humanos divididos por un pasado construido a base de leyendas.
¿Cómo gestionar eso para infundir esperanzas? La victoria sobre la invasión de Shiganshina debía servir como estandarte de luz para la humanidad dentro de los muros, pero en cambio Eren se encuentra con un contexto casi imposible de resolver. Con todo el conocimiento de sus ancestros bajo el brazo, ahora el hijo de Grisha persigue la manera de hacer ingeniería . De encontrar la máxima felicidad. Por un lado la de sus compañeros, empujando al resto de la Legión hacia el mundo exterior, y por otro la del pueblo, ocultando el papel de Historia como sacrificio necesario para la salvación. No hay bien común posible.
Parte del gobierno se inclina ante la idea de ocultar la cruel realidad al pueblo, mientras que otra aboga por distanciarse del despotismo al que ellos mismos enfrentaron con Reiss en el trono. Historia sin embargo intercede entre ambos sectores haciendo valer por primera vez su autoridad como máxima representante del estado. "Compartimos un mismo destino", y por lo tanto el dolor también debe ser común. Esta decisión sirve de pretexto para que Wit cocine un episodio final de temporada distendido. La reiteración de información recubre un relato disfrazado de recapitulación, mientras de fondo se prepara el salto temporal.
Puede que la falta de novedades a nivel material diluya algo el interés que el anime había suscitado en sus últimos capítulos, pero la deriva expositiva ayuda a recoger todos los mensajes construidos a lo largo de la temporada, preparando así la recta final de la historia. Esto además dibuja un pretexto ideal para abandonar la soberbia animación de los últimos enfrentamientos, en pos de una sucesión algo anodina de planos estáticos y diseños patilleros. ¿Es una pérdida de tiempo "Al otro lado de las murallas"? En absoluto. Y es que fieles a su estilo, en Wit logran sutilmente empujar la trama más de lo que lo habían hecho en casi toda la última saga.
Eren por un lado por fin encuentra su objetivo vital, y comienza a disponer estrategias para afrontar su nueva posición dentro del legado del pueblo de Ymir. Mikasa por fin acepta su papel de apoyo sentimental del grupo, y Armin se encuentra a sí mismo entre ese mar de escepticismo y juicios de valor al que le empujó la decisión de Levi. "Todavía no sabemos qué posibilidades hay". Eren mienta a consciencia para rescatar a su amigo de la depresión. "Seguro que al otro lado de las murallas nos espera la libertad". Pero pronto se da cuenta de sus propias palabras.
La verdad que han descubierto no ha sido la llave de nada. No ha traído la felicidad que tanto anhelaban, ni ha puesto fin al sufrimiento que padecían frente a un enemigo desconocido e inexplicablemente cruel. Han abierto las puertas del infierno. "¿Qué encontramos en el sótano? ¿Esperanza? ¿O la desesperación?". Wit recurre al monólogo interno de su protagonista para, sin entorpecer el ritmo, dar forma a las quimeras a las que ahora se enfrenta la producción. "El enemigo es más fuerte de lo que esperábamos. Si no cambia nada, se repetirá la misma tragedia".
Es precisamente Eren la palanca que debe encajar en la rueda para evitar que la historia reinicie el ciclo. Sin embargo, este no está dispuesto a sacrificar a Historia. Hacerlo implicaría convertirse en el mártir que fue su padre para los suyos. Significaría heredar el cruel destino del pueblo de Ymir en sus propias carnes, transformando a todo y todos en enemigos de un mundo abogado a la ignorancia. Y no, ni él ni la propia serie está todavía preparada para enfrentarse a una decisión así. Ni siquiera aunque dejar pasar el tiempo lo único que provoque es la maduración de los costos de cada una de esas salidas.
No importa que la historia avance en una elipsis de un año, ni que la Legión por fin esté en condiciones de abandonar la seguridad de las Murallas para acercarse a la frontera real de Paradis. La diatriba sigue sin respuesta. Sí, Armin por fin ve el mar, y cree saborear por primera vez en su vida la libertad, pero Eren conoce la verdad. ¿De qué sirve seguir peleando? Derrotar a un titán en el pasado tenía unas consecuencias reales que acercaban al pueblo hacia la paz. Sin embargo esa tregua era una falsa promesa amparada en una guerra en la que no tienen posibilidades de victoria.
Combatir la realidad para cambiarla, o destruirla para crear una nueva. "Ataque a los titanes" se dirige hacia una resolución en la que no se vislumbra felicidad posible. Tanto una como otra solución conllevará más dolor y sufrimiento. El mundo solo tiene espacio para una humanidad, y la maldición de Ymir les colocó en el lado equivocado de la balanza.